Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Preces por los gobernantes que no se deben rezar

por Apolinar

Si Ud. va a misa este artículo le puede interesar. Si no (aparte de poder estar cometiendo un pecado grave si ya hizo la Primera Comunión), se lo puede saltar, porque lo que me gustaría proponer en este artículo es un plan de acción desde la propia liturgia de la Iglesia para contrarrestar la idolatría del Estado que en cierto modo se ha infiltrado en el pensamiento social cristiano y en las preces por nuestros gobernantes.

La Iglesia, con muy buen criterio, nos recomienda pedir mucho por nuestros gobernantes. Por un lado, están al frente de una poderosísima maquinaria de coacción pensada para traer la justicia, pero que también puede traer la tiranía. Por otro, pocas personas como ellos y ellas están tan expuestas a la tentación de adherirse solo a los bienes pasajeros, rechazar frontalmente el plan de Dios sobre sus vidas y perder, así, la gloria eterna para la que fueron creados.

Debemos pedir con insistencia y sin desfallecer para que nuestros gobernantes ejerzan con justicia la autoridad que tienen conferida de modo que todos podamos vivir en paz, en caridad y disfrutar de los frutos de nuestro trabajo.

Pero esto no siempre es así. A veces pedimos en misa por los gobernantes, para que ellos y ellas hagan “milagros”. No es infrecuente oír preces que nos invitan a poner toda nuestra confianza en nuestros gobernantes para que, cuales ídolos paganos, nos liberen de nuestros problemas, angustias e incertidumbres ante el futuro.

Solía asistir a una misa donde en la oración de los fieles siempre se repetía una misma petición: “Por los gobernantes, para que encuentren pronto una solución eficaz a los problemas laborales y económicos”. Indignado ante semejante petición, solía permanecer callado y no respondía. ¡Cómo podría rogar al Señor para que concediera a los gobernantes la capacidad de hacer magia para solucionar pronto los problemas laborales y económicos, más cuando en su mayoría son problemas que ellos mismos los han creado! Eso sí que es fe, pero no en Dios, sino en los gobernantes. Ya no es Dios quien todo lo puede, sino el Estado y sus burócratas. Le pedimos un milagro al Estado que quizá ni nos atreveríamos a pedírselo a Dios. El trauma me vino el día que me invitaron a leer las preces, y allí como siempre estaba esa petición, esperándome para que la leyera. Y la leí.

Desengañémonos. El Estado tiene limitado el campo donde su actuación es eficaz y socialmente deseable en garantizar la libertad individual y la propiedad, como nos enseña el Catecismo (n. 2.431). Fuera de eso, cualquier cosa que haga son funciones que no le competen, y si las tiene que hacer, el principio de subsidiariedad obligaría a que sea de manera transitoria, pero transitoria de verdad.

En concreto, en el campo económico su función es solo establecer e implantar un marco jurídico que garantice la justicia conmutativa en los intercambios. "No robarás". Fuera de esto, que no es poco, solo puede y sabe hacer una cosa: gastar el dinero que les saca a sus ciudadanos.

Si Ud. le pide un milagro al Estado para que resuelva problemas económicos, los políticos podrán prometerle cualquier cosa (que capacidad de demagogia nunca les falta), pero lo único, repito, lo único que realmente pueden y saben hacer en el campo económico es gastar, generalmente de forma llamativamente ineficiente (salvo para los que se benefician), el dinero que les han sacado o les tendrán que sacar a sus ciudadanos. Pídale al Estado que actúe y ya sabe, solo gastará o malgastará más dinero de los ciudadanos, ese dinero que tanta falta nos hace para salir adelante. Quizá tras tanto gasto se produzca una sensación momentánea de que todo va bien, pero falsa, consiguiendo solo frenar las posibilidades de crecimiento de esa economía o, como sucede ahora y ya comentamos cuando se declaró terminada la crisis, preparando el terreno para que la próxima crisis sea aún mayor.

Nunca debí haber leído esa petición. Lo sé. Debería habérmela saltado, o haber dicho: “por los gobernantes, para que dejen de extralimitarse en sus funciones y permitan que la gente pueda trabajar en paz y así encontrar entre todos una solución a los problemas laborales y económicos”.

También hay un error difundido por la actual Doctrina Social de la Iglesia de que “El libre mercado puede proporcionar efectos benéficos a la colectividad solamente en presencia de una organización del Estado que defina y oriente la dirección del desarrollo económico” (Compendio DSI, n. 353). Sí, ha leído bien: un Estado que defina y oriente la dirección del desarrollo económico...¿Está diciendo el Compendio de Doctrina Social que, pese al fracaso manifiesto, los planes quintenales del más férreo comunismo son algo deseable? Seguro que no es así.

Como ejemplo de lo difundido de este error, una campaña de oración en Catholic.net pedía “por los gobernantes, para que Jesucristo les conceda fortaleza, sabiduría, discernimiento y buena voluntad, justicia y verdad, honradez y honestidad en la orientación del destino de su país”.

¿En qué tipo de sociedad y de hombre está pensando alguien capaz de pedirle a Dios para que los gobernantes definan la orientación del destino del país? El Estado debe garantizar la libertad individual y la propiedad. Sobre esta base, el destino del país será lo que sus ciudadanos, de acuerdo con sus valores, trabajo e ilusiones determinen.
La supuesta función atribuida al Estado de orientar la dirección del desarrollo económico pertenece al más puro socialismo salvaje, rechazado explícitamente por la Iglesia (Catecismo n. 2.425), capaz de entender como bien superior la planificación centralizada de la economía.

Esta idolatría del Estado encuentra su fundamento intelectual en la teoría económica que hoy es dominante, según la cual, pásmese (salvo que Ud. sea un economista formado en cualquier universidad, entonces lo que va a leer lo verá muy razonable) las economías crecen ante todo por la gestión de los poderes públicos. Según la teoría económica dominante, la inversión y el gasto público, aunque no produzca nada, es mejor que la inversión y el gasto privado. Veamos, por ejemplo, el tan cacareado “Plan E” del "Régimen de Zapatero", de tan infausta memoria, donde la mitad se gastó en burocracias estériles (salvo para quienes sacaron tajada), y la otra mitad en proyectos que convendría saber cuáles han supuesto algún tipo de mejora en la tan maltrecha economía española. Mientras, el sector privado y productivo tenía que entregar tan valiosos recursos al Estado para que los dilapidara. ¡Vivan los economistas y las universidades que los han formado!

Por lo tanto, llegó el momento de pasar a la acción. Así que propongo, y animo a los lectores a que propongan, auténticas preces litúrgicas por nuestros gobernantes, que no supongan una idolatría del Estado sino que pongan la confianza solo en Dios. Aquí van mis peticiones (añada Ud. las que desee):
 

  • Por los gobernantes, para que fieles a la misión que Dios les ha confiado ejerzan su autoridad ajustada a las leyes inscritas en la creación.
  • Por los gobernantes, para que el Señor les conceda sabiduría y honestidad, y los convierta en garantes de la libertad individual y la propiedad.
  • Por los gobernantes, para que nunca más sean un impedimento en la promoción de la justicia y la paz.
  • Por los gobernantes, para que sus actuaciones arbitrarias dejen de ser un freno para la superación de la situación actual de crisis.
  • Por todos nosotros, para que el Señor nos libre de aquellos gobernantes que buscan el poder solo como modo de enriquecimiento personal y de implantar ideologías e intereses de grupo.
  • Por todas las víctimas de la injusticia de los gobernantes, para que su sufrimiento nos obtenga las gracias que necesitamos para vivir en paz, en caridad y disfrutar de los frutos de nuestro trabajo.
  • Por los pueblos que sufren a consecuencia de la corrupción de sus gobernantes, para que el Señor les conceda la justicia y la paz que tanto anhelan.
  • Por los países pobres, para que el Señor los libere de sus Gobiernos corruptos que los mantienen condenados a vivir en situación de miseria.

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