Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Los Sacerdotes y Obispos del Papa Francisco

por Creo, Señor, aumenta mi fe

   La catequesis del 26 de marzo la dedicó el Papa al sacramento del Orden.

    Terminó el Papa su catequesis en la plaza de San Pedro con una invitación a los jóvenes que sintieran vocación sacerdotal. No se venden las entradas para entrar en este grupo sacerdotal. La iniciativa la toma el Señor con una llamada particular. “Y, a lo mejor hay algunos jóvenes aquí que han sentido esta llamada. Las ganas de hacerse sacerdotes, las ganas de servir a los otros en las cosas de Dios, las ganas de estar toda la vida al servicio para catequizar, bautizar, celebrar la eucaristía, sanar a los enfermos, toda la vida a sí.

    Si alguno de ustedes ha escuchado esto en el corazón, es Jesús que lo ha puesto allí, ¿eh? Cuiden esta invitación y recen para que esto crezca y dé frutos en toda la Iglesia.”

    El Papa Francisco nos trazó tres aspectos fundamentales a los Obispos y a los sacerdotes:

      Estamos al frente de una Comunidad de fe. No es un club ni una asociación cultural ni siquiera una Ong. Se nos educa en los Seminarios para presidir una Comunidad de fe. Y como lo humano nos ronda también a los sacerdotes, fácilmente podemos convertirnos en jefes y en alcaldes de la Comunidad. El Papa nos recuerda el texto de San Mateo: “Y llamándolos, Jesús les dijo: Sabed que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”. (Mt  20, 25-28)   “Un Obispo que no está al servicio de la comunidad, no hace bien, un sacerdote, un cura, que no está al servicio de la comunidad, no hace bien. Está equivocado”.

       Este Papa aprendió en la escuela ignaciana a sentir con la Iglesia. Se le nota un cariño especial por ella en cuanto abre los labios. Tiene un amor apasionado por la Iglesia.  Cita el texto de San Pablo a los efesios: “Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentársela gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada”. (Ef 5, 25-27) Así amó Cristo a la Iglesia. Conocía sus defectos mejor que nosotros. Sabía que desde el amor podía curarla. Amor a la Iglesia no es hacerla residuo de puros e incontaminados. Amar a la Iglesia es quererla como es para  intentar mejorarla hasta que esté sin mancha ni arruga. “Otra característica que deriva siempre de esta unión sacramental con Cristo es el amor apasionado por la Iglesia… En virtud del Orden, el ministro dedica todo su ser a su comunidad y la ama con todo su corazón: es su familia. El Obispo y el sacerdote aman a la Iglesia en su Comunidad, y la aman fuertemente”.

       El Papa nos aconseja renovar el ministerio. Parte de un texto de San Pablo a Timoteo: “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado por intervención profética con la imposición de las manos del presbítero”. ( Tm 4.14)

    El Papa ha puesto el dedo en la llaga de muchos de nosotros. El don recibido necesita alimentarse. De lo contario, nos sentimos desfondados y desfondamos. “Cuando no se alimenta el ministerio- el ministerio del Obispo, el ministerio del sacerdote-,con la oración, con la escucha de la Palabra de dios y con la celebración diaria de la Eucaristía y también con un interés cuidadoso y constante del sacramento de la Penitencia, se pierde inevitablemente de vista el verdadero significado del propio servicio y la alegría que nace de una profunda comunión con el Señor Jesús”.

     Y uno se hace mediocre: “El Obispo que no reza, el Obispo que no siente la Palabra de Dios, que no celebra todos los días, que no va a confesarse regularmente, y lo mismo el sacerdote que no hace estas cosas, al final pierden esta unión con Jesús y ellos e hacen mediocres y esto no hace bien a la Iglesia”.

      Por eso debemos rogar por los Sacerdotes y los Obispos. En algunas diócesis hay cadenas de oraciones por este motivo. Gracias por lo que me toca. Son una bendición. Por eso debemos ayudar a los obispos, a los sacerdotes a rezar, a escuchar la Palabra de Dios que es el alimento cotidiano, a celebrar cada día la Eucaristía y a ir a confesarse habitualmente. Y esto es tan importante para la santificación de los obispos y de los sacerdotes”.

 

 

 

 

     

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