Domingo, 22 de diciembre de 2024

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El baile del Papa Francisco

por Creo, Señor, aumenta mi fe

El curioso pasaje del segundo libro de Samuel 6, 5. 1416 le sirve al Papa para indicarnos unas observaciones sobre la oración que nos pueden ayudar.

   David en el traslado del arca se soltó la melena y comenzó a danzar con fuerza en honor del Señor. Y como no era cómodo hacerlo con la túnica puesta, se la quitó y se quedó con el efod de lino. El Rey bailando delante del Señor debió ser contagioso. Nos dice el texto que toda la casa de Israel bailaba ante el Señor.

   Pero como nunca llueve a gusto de todos, Mical, su esposa, hija de Saúl, le vio danzar en aquellas condiciones y le despreció en su corazón. Cuando llegó a casa le dijo: “Cómo se ha cubierto hoy de gloria el rey de Israel, descubriéndose a los ojos de sus servidoras y servidores como se descubre un cualquiera”. (2º Sam 6, 20) No entendió.

   En nuestra educación cristiana no nos han enseñado la oración de alabanza. “Para nosotros es fácil de entender la oración para pedir algo al Señor, también para dar gracias al Señor o la oración de adoración. Pero la  oración de alabanza la dejamos de lado, no nos viene espontánea, ha precisado.”

   El Papa da una explicación: “¡Pero, padre, esto es para los de Renovación Carismática, no para todos los cristianos! No, ¡la oración de alabanza es una oración cristiana para todos nosotros! En la misa, todos los días, cuando cantamos el Santo… Esta es una oración de alabanza: alabamos a Dios por su grandeza, ¡porque es grande! Y le decimos cosas bonitas, porque a nosotros nos gusta que sea así. Pero, padre, yo no soy capaz… Yo debo… ¿Pero eres capaz de gritar cuando tu equipo marca un gol y no eres capaz de cantar las alabanzas del Señor? ¡De salir un poco de tu compostura para cantar esto? ¡Alabar a dios es talmente gratuito! No pedimos no damos gracias: ¡Alabamos!”

   En este párrafo señala el Papa el fondo de la cuestión. La alabanza implica gratuidad, el gozo de ser hijo de Dios, la confianza de sentirnos seguros y amados por la Trinidad Santa.

   Todo el cuerpo pertenece al Señor. En su honor debemos aligerar el peso del cuerpo para que alabe al Señor. Es cierto; los brazos pesan toneladas. Los tenemos en la oración bien sujetos al tronco para que se escapen.

    La segunda semana de oración de Renovación Carismática para sacerdotes se celebró en Barcelona. En los Salesianos de Tibidabo. Se concluyó en una Misa en el templo votivo. Al concluir, vestidos con nuestras albas y estolas, formando un amplio círculo en la entrada del Santuario, expresamos nuestro gozo cantando y bailando nuestras canciones carismáticas junto con los fieles de la Renovación barcelonesa. Me temo que más de uno o una que viera así a 50 curas alabando al Señor, nos despreció como Mical a David.

    Cuando invito a una persona a experimentar la oración carismática, la excusa siempre es la misma: “a mí me va una oración íntima. De ese tipo, no. El Papa nos invita a una oración de alabanza. “Yo bailo como David”

     “Alabar a Dios es totalmente gratuito, prosiguió. No pedimos, no damos gracias. Alabamos: Tú eres grande. Gloria al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo… Con todo el corazón decimos esto. Es incluso un acto de justicia, porque Él es grande, es nuestro Dios Pensemos en una hermosa pregunta que podemos hacernos hoy: ¿cómo va mi oración de alabanza? ¿Sé alabar al Señor? ¿O cuando rezo el Gloria o el Sanctus lo hago sólo con la boca y no con todo el corazón? ¿Qué me dice David danzando? ¿Y Sara que baila de  alegría?... Pero cuando David vuelve a entrar en el palacio, debe afrontar el reproche y el desprecio de Mical, la hija d Saúl… Me pregunto cuántas veces despreciamos en nuestro corazón a personas buenas, gente buena que alaba al Señor., así, de modo espontáneo, así como surge sin seguir actitudes formales. Pero en la Bliblia, recordó el Papa, se lee que Mical quedó estéril para toda su vida por esto. ¿Qué quiere decir aquí la Palabra de Dios? Que la alegría, la oración de alanaza nos hace fecundos. Sara bailaba en el momento grande de su, a los noventa años. La fecundidad alaba al Señor. El hombre o la mujer que alaba al Señor, que reza alabando al Señor- y cuando lo hace es feliz al decirlo_, y goza cuando reza el Sanctus en la Misa, es un hombre o una mujer fecundo. En cambio, añadió el Pontífice, quienes e cierran en la formalidad de una oración fría, medida, así, tal vez terminan como Mical, en una esterilidad de su formalidad. Pensemos en David e imaginemos a David que baila con todas sus fuerzas ante el Señor. Pensemosa cuán hermosos es hacer oraciones de alabanza.”

      

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