El Papa Jesuita
La visita del papa Francisco a la iglesia del Gesú de Roma nos ha dejado uno de los textos más precisos y sugerentes de su Pontificado. Se ha encontrado en su ambiente y ha expresado su corazón de jesuita.
Al mismo tiempo ha expuesto algunos de los asuntos que frecuentemente aborda en sus homilías de la mañana o en sus catequesis de los miércoles. Por este motivo, podemos encontrar en sus palabras del Gesú las claves para interpretarlas cuando las emplee en otras ocasiones.
Por otra parte, estos últimos días asistimos a tergiversaciones de su pensamiento que han tenido las convenientes aclaraciones. Esto hace pensar que el Papa quiere precisar su pensamiento para no crear equívocos en lo fundamental. Y se lo digo a Pedro para que lo entienda Juan.
De esta homilía se ha destacado una frase al hablar de la dulzura de trato que tenía Fabro: “Me hace pensar en la tentación que quizás podemos tener nosotros, de relacionar el anuncio del evangelio con bastonazos inquisitorios y condenatorios”. Los asuntos de fondo han sido más importantes.
Y Dios es siempre el ´ Deus semper maior´, el Dios de las sorpresas, y si el Dios de las sorpresas no está siempre en el centro, la compañía se desorienta.”
Poner a Cristo en el centro de nuestra vida apostólica es la clave. Nos da fundamento sólido y nos capacita para salir hacia las periferias que nos esperan. Las programaciones son necesarias. Si no están conectadas con Cristo y su Iglesia no duran dos telediarios. Agonizan como testigos de inoperancia pastoral humana.
De San Ignacio se decía que era un hombre de grandes deseos. El papa Francisco se lo recuerda a los jesuitas y a todos los creyentes en la persona de Fabro: “Fabro era devorado por el intenso deseo de comunicar al Señor. Si nosotros no tenemos su mismo deseo, entonces tenemos necesidad de detenernos en oración y con fervor silencioso pedirle al señor, por intercesión de nuestro hermano Pedro, que vuelva fascinarnos con el brillo del Señor que llevaba a Pedro a todas esas locuras apostólicas y a ese deseo sin control.”
Una de las señales más frecuentes de nuestra mediocridad creyente es la falta de grandes deseos, empresas por Jesucristo y su Iglesia.
Dentro de nuestra realidad vocacional no podemos ser aves de corral en nuestros deseos de servir a Jesucristo.
Las grandes realizaciones en
Termina el Papa con una alusión a la meditación del Rey temporal en los Ejercicios para aquellos “que más se querrán afectar y señalar en todo servicio de su Rey eterno y Señor universal.” Ante su Madre Gloriosa y todos los santos se ofrece a una entrega total. Expresa un deseo capaz de actualizar todas las fuerzas humanas y sobrenaturales que existen en la persona del Ejercitante. Luego vendrá la reforma de vida o la elección. Sin este deseo de agradar a su Dios y Señor, no hay camino.