Aborto no, Aborto sí
De nuevo nos encontramos ante una ley del aborto.
Es evidente que mejora varios aspectos con relación a la anterior. Pero es también claro, que un creyente en Jesús no puede aceptar no puede aceptar la muerte de ningún inocente y menos de modo violento. Sea un hijo en el vientre de su madre, sea un mendigo que vive en la calle, sea un cristiano que celebra
No podemos reducir la muerte injusta al aborto, que también lo es. Luego nos sacan los colores porque no fuimos coherentes con el quinto mandamiento: No matarás.
Dicho esto, la polémica que se está suscitando y que continuará durante meses, nos obliga a reflexionar con serenidad sobre un asunto conflictivo y permanente a lo largo de la historia.
Sabemos que los primitivos cristianos se distinguían porque ellos no mataban ni abandonaban a los niños. Cuando los Misioneros llegaban a ciertos países, este era un de los problemas que tenían que afrontar con urgencia.
El aborto, hoy, no es tanto la decisión equivocada de una mujer, sola e incomprendida, cuanto la justificación que la sociedad hace del hecho.
Hoy la cultura de la muerte nos ha invadido a todos. Huimos de cuanto signifique dolor o compromiso. Nos hemos olvidado de la vida y la resurrección. No solo en el sentido cristiano, sino en el sentido humano. Solo después del esfuerzo hay vida y resurrección.
Si, con frecuencia, los árboles nos impiden ver el bosque, también la realidad inmediata del aborto nos puede impedir poner las bases para que no exista.
Para ello tenemos que insistir en dos aspectos complementarios:
1º Atender a lo inmediato. No podemos ser indiferentes ante la matanza diaria de inocentes. Hay que ayudar a las Asociaciones que trabajan en el día a día. Realizan una labor extraordinaria. Por influencia de estas Asociaciones, miles de mujeres no han abortado, han dado a luz a sus hijos con dignidad y ahora son educados con cariño. Chapeau.
2º Educar para la vida. Dar un pez no siempre es fácil. Formar un pescador es mucho más difícil.
Todos nuestros Centros Escolares- Universidades, Centros Superiores universitarios, Colegios, Escuelas Infantiles, etc. Deben crear el el ambiente necesario para defender la vida.
La familia como institución debe ser defendida. Debe ser el gran centro educador como engendrador de vida y educador para la vida.
Todas las personas creyentes o no creyentes que amen la vida debemos constituirnos en apóstoles de esta Cruzada donde quiera que nos encontremos.
Apoyar a las madres. Ver las mujeres embarazadas como una realidad especialmente valiosa. Apoyo económico, de horarios, de detalles cuando nos las encontremos. Buena costumbre sería que los Sacerdotes las bendijéramos en público.