Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Seminario Mártir

por Creo, Señor, aumenta mi fe

    Después de muchas periferias persecutorias, el Seminario Mayor de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María de Zafra, se instaló en Ciudad Real a primeros de mayo de 1936. Don Narciso Esténaga- también mártir- puso a disposición de los Claretianos la casa de Espiritualidad que poseía junto a la casa de los Misioneros Claretianos. También una parte del seminario diocesano y la ropa conveniente para las camas.

    El 10 de mayo de 1936 quedó constituida la Comunidad y se reanudaros las clases. Un mes más tarde comenzaron los exámenes. Los profesores quedaron satisfechos dadas las circunstancias. La Comunidad realizó los Ejercicios Espirituales y dos Profesiones Perpetuas dentro del ambiente de persecución religiosa que les llegaba por las noticias de toda España.

    Las Asociaciones de Puertollano se apoderaron de Ciudad Real. Creció el desorden, la violencia y la persecución religiosa. Se intentó enviar a los estudiantes a Portugal. Las comunicaciones estaban cortadas. Las noticias de la ciudad eran alarmantes. En la comunidad se intensificó la vida espiritual. Vela permanente ante el santísimo Sacramento. Rogaban por los perseguidores. Emocionaba oírles cantar el ALMA DE CRISTO.

    El día 24 comienza la semana de pasión. Por dos veces vinieron los milicianos y el P. Superior les dijo que necesitaba orden del Gobernador Civil. Al final de la comida, el P. Superior informó a la Comunidad de la situación. Por lo que pudiera ocurrir les ordenó: “Suban a sus habitaciones, vístanse de paisano, hagan las maletas y bajen al piso principal para recibir la orden de salida de la Comunidad.”  Cuando el P. Ecónomo distribuía los sitios donde debían ir y les entregaba 25 pesetas para los gastos inmediatos, los milicianos se apoderaron de la casa. Como pensaron que era una Comunidad pequeña se llevaron una sorpresa al encontrarse con casi cincuenta personas. Pidieron refuerzos. El Comité decretaba la muerte de todos. Luego hubo contra orden. Los milicianos discutían entre sí:

     ¿Qué hacemos con tantos?

    ¡Se les pegan cuatro tiros y aquí no ha” pasao ná!

   ¡Al río Guadiana con ellos!”    

    Dos horas estuvieron entre la vida y la muerte. Les recluyeron el piso superior. Dos en cada habitación y en las grandes tres o más. Jesús Aníbal Gómez preguntó a uno de los milicianos:

    ¿Qué van a hacer con los extranjeros?

     ¿Eres extranjero?

    Sí, soy colombiano.

   ¿Y de tan lejos has venido para hacerte cura?

  Sí, señor, y ¡a mucha honra!”

   Para aliviar el verano manchego, José López Núñez pasaba el botijo por las celdas. “Nos traban como a gente peligrosa, pero cuando por el trato se convencían de que no éramos peligrosos, se llenaban de admiración y no sabían qué pensar.” José María Márquez.

   El 25 de julio el sargento Camisón  permitió que el P. Superior celebrara la Eucaristía. Montaron guardia hasta en el Presbiterio. Fue su última Misa y Comunión con la emoción consiguiente. Se lo agradecieron de corazón. La noche del 25 fue de pesadilla. José Riguera a las cuatro de mañana escuchó esta conversación:

   ¿Cuánto fusiles hay arriba?

   Tres.

  Son pocos porque esta mañana, cuando se levanten los frailes, hay que matarlos.

 No te apures que yo tengo una pistola que da buenos cañonazos.” 

  Obtenidos los salvoconductos para ir  Madrid, por medio de don Eutiquiano Peinador, padre el P. Máximo, Profesor de Escritura, se organizó la primera expedición a Madrid. Fueron designados el P. Máximo, su padre y ocho estudiantes. Como algunos insistieron en marchar se alargó la lista hasta 14. En varios taxis fueron llevados a la estación, siempre vigilados. Se armó un tumulto al enterarse que eran religiosos.  Les recluyeron en una sala de espera hasta que llegó el tren expreso Badajoz-Madrid. Buscando sitio en el tren los jóvenes seminaristas fueron paseados por el andén. Los soldados que se asomaban a las ventanas vociferaban: “¡Matadlos, son frailes, no les dejéis subir! ¡Matadlos aquí mismo!”Subieron en uno de los últimos vagones de cola donde había menos viajeros.

   Al llegar el tren a la estación de Fernán Caballero, algunos milicianos bajaron y ordenaron que el tren no circulara hasta nuevo aviso. La parada duró de 15 a 20 minutos. Hubo un forcejeo entre los milicianos que querían matarlos antes de llegar a Madrid y los que querían cumplir las órdenes recibidas. Triunfaron los más violentos.

   “¡Habéis llegado al final de vuestro viaje!

    No nosotros vamos a Madrid.

   ¡Basta ya…! ¡Abajo!

   Los milicianos comenzaron a obligarles a bajar del tren golpeándoles con las culatas. Algunos empujados y maltratados. Los seminaristas repetían:

   “¡Pues si hemos de morir muramos por Dios!

   Sea lo que Dios quiera, moriremos por Cristo y por España.

   Fueron lanzados al espacio que quedaba entre la segunda y tercera vía, en la que había vagones de mercancías estacionados. Los milicianos se situaron de cara a ellos en la primera, a unos diez metros. Ordenaron que se pusieran juntos a la vez que los encañonaban con los fusiles, mosquetones y escopetas. Algunos extendieron los brazos en cruz gritando: ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el corazón de María! ¡Viva España! Otros se tapaban la cara y agachaban la cabeza. Uno muy bajito es el daba más ánimos a los demás. Sin duda Primitivo Berrocoso. En la autopsia midió 1,40. Los pasajeros eran obligados presenciar la escena. Sonó una nutrida descarga entre las aclamaciones de los milicianos, el horror de los pasajeros e invocaciones a Cristo Rey y al Corazón de María de parte de las víctimas. Todos cayeron heridos de muerte. Agarrándose a los vagones aparcados, dos se levantaron de nuevo y se pusieron en pie. Otros quedaron de rodillas o medio incorporados. Los dispararon por segunda vez. Después de la segunda descarga, los milicianos se acercaron a los jóvenes claretianos para rematarlos.

     Cinco minutos…, treinta segundos…, no se sabe. Un silencio imponente y asustador sucedió al ruido de antes-escribía el periodista portugués que viajaba en el tren-.

         Serán beatificados en Tarragona el día 13 de octubre.

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