El Señor es mi pastor
En el capítulo cuarto, el Papa nos señala algunos aspectos de la santidad en estos tiempos. Deja al margen los medios de santidad, los métodos de oración, los sacramentos de la Eucaristía y Reconciliación y la dirección espiritual. Nos quiere marcar algunos aspectos que él lleva en el corazón y que nos ayudarán Dicen que no se puede orar con este salmo sin sentirse mejor persona.
En verdes praderas me hace recostar;
Me conduce hacia fuentes tranquilas.
Aunque camine por cañadas oscuras,
Nada temo, porque tú vas conmigo.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
Todos los días de mi vida.
Desde esta confianza en Aquel que nos ama, es posible caminar en santidad. “Esto es fuente de la paz que se expresa en las actitudes de un santo. A partir de la solidez interior, el testimonio de santidad, en nuestro mundo acelerado, voluble y agresivo, está hecho de paciencia y constancia en el bien. Es la fidelidad del amor, porque quien se apoya en Dios, también puede ser fiel frente a los hermanos., no los abandona en los malos momentos, no se deja llevar de la ansiedad y se mantiene al lado de los demás, aun cuando eso no le brinde satisfacciones inmediatas”.
Desde esta perspectiva de la Santa Trinidad en nosotros, es posible vivir la Palabra de Dios que nos invita a realidades difíciles. “San Pablo invitaba a los romanos a no devolver «a nadie mal por mal», a no hacerse justicia «por nuestra cuenta», y a no dejarse vencer por el mal, sino a vencer «al mal con el bien». Esta actitud no es expresión de debilidad sino de verdadera fuerza, porque el mismo Dios «es lento a la ira, pero grande en poder». La Palabra de Dios nos reclama: «Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad».
El don recibido encuentra muchos inconvenientes en nuestro propio ser. Nuestras inclinaciones agresivas y egocéntricas. Debemos estar alerta.
Hoy tenemos en los medios de comunicación social, en internet, foros que incitan continuamente a la violencia verbal desde el anonimato. La fama y la calumnia parecen quedar fuera de toda regla y de toda ética. “Así se produce un peligroso dualismo porque en esas redes se dicen cosas que nos serían tolerables en la vida pública, y se busca compensar las propias insatisfacciones descargando con furia los deseos de venganza. Es llamativo que, a veces, pretendiendo defender a otros mandamientos, se pasa alto completamente el octavo: «No levantar falso testimonio ni mentir», y se destroza la imagen del prójimo sin piedad. Allí se manifiesta con descontrol que la lengua «es un mundo de maldad» y «encendida por el mismo infierno, hace arder todo el ciclo de la vida».