Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Esclavos o hijos

por Creo, Señor, aumenta mi fe

La segunda catequesis del Papa sobre los mandamientos es muy curiosa y al mismo tiempo importantísima.

El capítulo 20 del Éxodo comienza de esta manera: “Dios pronunció estas palabras”. No dice estos mandamientos. Las palabras que el Señor pronuncia expresan una relación entre Dios y su pueblo; “una alianza”.

La diferencia entre mandamiento y palabra es importante. “El mandamiento es una comunicación que no requiere diálogo. La palabra, sin embargo, es el medio es el medio esencial de la relación como diálogo. Dios Padre crea por medio de la de su palabra, y su Hijo es la Palabra hecha carne. El amor se nutre de palabras y lo mismo la educación o la colaboración. Dos personas que no se aman, no consiguen comunicar. Cuando uno habla a nuestro corazón, nuestra soledad termina. Recibe una palabra, se da una comunicación y los mandamientos son palabra de Dios: Dios se comunica en estas diez palabras y espera nuestra respuesta”.

Un diálogo es más que comunicar una verdad.

El pueblo de Dios, cuando salió de Egipto, celebró la libertad con un gozo extraordinario. El cántico triunfal de Moisés lo atestigua en el capítulo 15 del Éxodo lo atestigua. Su hermana María y con todas las mujeres se unen a este gozo en los versículos 20-21. Para mantenerlos en esa libertad Dios pronuncia “diez palabras”. La esclavitud también les acechaba en el desierto. De hecho, varias veces desean regresar a Egipto. Cuando la prueba les pide una adhesión más profunda al Señor.

El Señor acepta la alabanza y les da “las diez palabras” para que reflexionen; son personas que pertenecen a un pueblo.

Lo sucedido al principio, clarifica la diferencia entre palabra y mandamiento. Satanás convence a nuestros primeros padres de que Dios les ha dado un mandamiento para tenerlos sometidos y no una palabra de libertad y salvación. Los hechos que siguen al pecado demuestran que Satanás mintió. Dios no presentó ante Adán y Eva un mandamiento sino una palabra salvadora.

Cuando elegimos vivir desde la fuerza de Dios, tenemos que elegir entre ser hijos y aceptar la palabra de Dios o ser esclavos sometidos a su mandato. “El Espíritu Santo es un Espíritu de hijos, es el Espíritu de Jesús… Jesús es la Palabra del Padre, no es la condena del Padre. Jesús vino a salvar, con su palabra, no a condenarnos. Se ve cuando un hombre o una mujer han vivido este paso y cuando no. La gente se da cuenta de si un cristiano razona como hijo o como esclavo. Y nosotros mismos recordamos si nuestros educadores nos han cuidado como padres y madres o si nos han impuesto solo unas reglas. Los mandamientos son el camino hacia la libertad, porque son la palabra del padre que nos hace libres en este camino. El mundo no necesita legalismo sino cuidado. Necesita cristianos con el corazón de hijos. Necesita cristianos con el corazón de hijos: no olvidéis esto”.

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