El paro crece por culpa de la familia
¡Acabáramos! En los viejos manuales feministas ya se nos advertía que la familia era en realidad un grupo de «fámulos» o esclavos domésticos, sometidos a la tiranía del macho
«La familia que reza unida, permanece unida», era el eslogan que se popularizó antaño para fomentar el rezo del rosario; pero el rezo del rosario es una actividad muy mal vista hogaño, así que la familia que desea permanecer unida tiene que ingeniárselas para hacer otras cosas de consuno o al alimón, como por ejemplo apuntarse al paro.
Lo acaba de explicar el (valga el sarcasmo) consejero de empleo de la Junta de Andalucía, Antonio Fernández, un tipo muy perspicaz a quien no se la dan con queso:
-Por cada persona que pierde el empleo, se generan tres inscripciones más. Cuando, por ejemplo, un hombre del sector de la construcción pierde el empleo, la respuesta en casa es: «Vamos a ir todos». Y se apuntan también la mujer, y el hijo si es mayor de edad. Es el «efecto familia».
¡Acabáramos! En los viejos manuales feministas ya se nos advertía que la familia era en realidad un grupo de «fámulos» o esclavos domésticos, sometidos a la tiranía del macho; y en ese semillero de alienación y gregarismo es natural que, si el macho se queda sin trabajo, todos corran sumisamente a imitarlo, como corre la tropa cuando la convoca el toque de generala.
Así se entiende que el progresismo siempre se haya esforzado en erosionar los vínculos familiares: el divorcio, el control de natalidad, la retambufa, el aborto a mansalva... ¡no son sino medidas benéficas para combatir el virus del paro, que se propaga por contagio familiar! El consejero Antonio Fernández, a quien no se la dan con queso, ha diagnosticado el problema; pero una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo, conque ahora hace falta saber cómo se combatirá este «efecto familia» tan pernicioso que engorda artificialmente las cifras del paro.
Acabar con una institución represora tan arraigada como la familia no es algo que se logre de la noche a la mañana, sobre todo teniendo en cuenta que hay fuerzas torvas y alienadoras del género humano -¡esa maldita Iglesia católica!- que la promueven. Pero el consejero Antonio Fernández, a quien no se la dan con queso, ha afirmado misteriosamente que la Junta de Andalucía «tiene los deberes hechos» en su lucha contra el paro, a pesar de que las estadísticas señalen que casi un tercio de la población activa andaluza está desocupada. ¿Desocupada, dice usted? ¡Será porque quiere! Pues la Junta de Andalucía bien que la provee de ocupaciones; y todas ellas dirigidas a que «desarrolle su sexualidad» desde tierna edad.
El «desarrollo de la sexualidad», según los manuales de lucha contra el desempleo que la Junta de Andalucía reparte a los adolescentes en las escuelas, se puede lograr «a solas, con otra persona, con personas del mismo sexo o con personas de distinto sexo»; y no sólo, por cierto, a través «de la penetración del pene en la vagina, el ano o la boca», sino también a través de las más amenas fantasías eróticas. Y así, convirtiéndolos en animalillos rijosos que se restriegan entre sí, bajo la mirada consentidora y satisfecha de la autoridad que les proporciona condones gratis, se logra a corto plazo que los muchachos estén empleados; y, a largo plazo, que huyan de formar una familia como de la peste, para poder seguir «desarrollando» su sexualidad.
Otra cosa es que luego estos adolescentes acaben, pese a todo, formando una familia, por esa nefasta querencia de la gente a permanecer unida. En este caso, al menos, las familias que formen ya no tendrán que apuntarse al paro en comandita para permanecer unidas; podrán «desarrollar su sexualidad» unidas -«a solas, con otra persona, con personas del mismo sexo o con personas de distinto sexo»- y montarse una empanadas incestuosas la mar de variadas y divertidas. Y es que el roce, ya se sabe, hace el cariño.
www.juanmanueldeprada.com
Lo acaba de explicar el (valga el sarcasmo) consejero de empleo de la Junta de Andalucía, Antonio Fernández, un tipo muy perspicaz a quien no se la dan con queso:
-Por cada persona que pierde el empleo, se generan tres inscripciones más. Cuando, por ejemplo, un hombre del sector de la construcción pierde el empleo, la respuesta en casa es: «Vamos a ir todos». Y se apuntan también la mujer, y el hijo si es mayor de edad. Es el «efecto familia».
¡Acabáramos! En los viejos manuales feministas ya se nos advertía que la familia era en realidad un grupo de «fámulos» o esclavos domésticos, sometidos a la tiranía del macho; y en ese semillero de alienación y gregarismo es natural que, si el macho se queda sin trabajo, todos corran sumisamente a imitarlo, como corre la tropa cuando la convoca el toque de generala.
Así se entiende que el progresismo siempre se haya esforzado en erosionar los vínculos familiares: el divorcio, el control de natalidad, la retambufa, el aborto a mansalva... ¡no son sino medidas benéficas para combatir el virus del paro, que se propaga por contagio familiar! El consejero Antonio Fernández, a quien no se la dan con queso, ha diagnosticado el problema; pero una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo, conque ahora hace falta saber cómo se combatirá este «efecto familia» tan pernicioso que engorda artificialmente las cifras del paro.
Acabar con una institución represora tan arraigada como la familia no es algo que se logre de la noche a la mañana, sobre todo teniendo en cuenta que hay fuerzas torvas y alienadoras del género humano -¡esa maldita Iglesia católica!- que la promueven. Pero el consejero Antonio Fernández, a quien no se la dan con queso, ha afirmado misteriosamente que la Junta de Andalucía «tiene los deberes hechos» en su lucha contra el paro, a pesar de que las estadísticas señalen que casi un tercio de la población activa andaluza está desocupada. ¿Desocupada, dice usted? ¡Será porque quiere! Pues la Junta de Andalucía bien que la provee de ocupaciones; y todas ellas dirigidas a que «desarrolle su sexualidad» desde tierna edad.
El «desarrollo de la sexualidad», según los manuales de lucha contra el desempleo que la Junta de Andalucía reparte a los adolescentes en las escuelas, se puede lograr «a solas, con otra persona, con personas del mismo sexo o con personas de distinto sexo»; y no sólo, por cierto, a través «de la penetración del pene en la vagina, el ano o la boca», sino también a través de las más amenas fantasías eróticas. Y así, convirtiéndolos en animalillos rijosos que se restriegan entre sí, bajo la mirada consentidora y satisfecha de la autoridad que les proporciona condones gratis, se logra a corto plazo que los muchachos estén empleados; y, a largo plazo, que huyan de formar una familia como de la peste, para poder seguir «desarrollando» su sexualidad.
Otra cosa es que luego estos adolescentes acaben, pese a todo, formando una familia, por esa nefasta querencia de la gente a permanecer unida. En este caso, al menos, las familias que formen ya no tendrán que apuntarse al paro en comandita para permanecer unidas; podrán «desarrollar su sexualidad» unidas -«a solas, con otra persona, con personas del mismo sexo o con personas de distinto sexo»- y montarse una empanadas incestuosas la mar de variadas y divertidas. Y es que el roce, ya se sabe, hace el cariño.
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