El aborto tiene muchos «cómplices»
¡¡Cómo nos duele a todos que nos recuerden nuestras responsabilidades morales!! Sin embargo, como dijo Jesucristo: «La Verdad nos hace libres». Y yo añado: «¡Aunque escueza!».
por Monseñor Munilla
Buscar titulares de impacto, suele tener el riesgo de la simplificación caricaturesca. Lo hemos comprobado en el modo en que nos fue servida la noticia de las declaraciones del Secretario de la Conferencia Episcopal Española, referente a la responsabilidad de los políticos católicos en la votación de la Ley del Aborto. Esa misma sensación la he tenido yo al leer en un titular, las siguientes palabras puestas en mis labios: «Quien apruebe la Ley del Aborto estará en situación de complicidad de asesinato». Ciertamente…, es así… Pero, las afirmaciones tienen un contexto explicativo que no puede ser ignorado.
La mujer no es la única responsable
La doctrina moral católica aborda la cuestión de la responsabilidad moral en los actos en que hay una cooperación con el mal. La culpabilidad no recae exclusivamente en quien realiza materialmente el mal, sino también, en mayor o menor grado, en aquellos que han cooperado con él. En el caso del aborto: aquellos que han incitado, o incluso, presionado para que la mujer aborte; el médico y el personal sanitario que realiza la operación; el dueño de la clínica abortista que se enriquece con el «negocio»; la clase política que ha dado amparo legal a la eliminación de la vida inocente…
La responsabilidad moral del político
La vocación política tiene la finalidad de buscar el bien común, poniendo un especial énfasis en la defensa de los más débiles. Como es obvio, cualquier legislación proabortista es totalmente contradictoria con esta vocación política. Es un absurdo que existan más respaldos legales para acabar con la vida humana, que para ayudar a sacarla adelante.
Así se entienden las declaraciones que hemos realizado los obispos: Los políticos católicos que voten a favor de una ley del aborto, se colocan en una situación de total y abierta contradicción con su fe (además de legislar contra natura, esto es, de forma contraria a su propia vocación política).
Tampoco estará de más recordar que existe una complicidad por «omisión», es decir, por dejación de las responsabilidades políticas. Me refiero al caso de aquellos que, aunque no voten a favor de una ley del aborto, no cumplen con su obligación moral de derogarla cuando posteriormente alcanzan el poder.
Acordémonos de Mandela
Sorprende comprobar las reacciones producidas ante este posicionamiento de la Iglesia. Parece como si el problema estribase en una agresión de la Iglesia hacia la clase política… Sin embargo, lo único cierto es que los agredidos son los niños a los que no se les permite ver la luz, por la única razón de que no son «deseados».
No olvidemos que Mandela pasó veintisiete años en la cárcel porque pensaba (y no se callaba) que los negros son iguales que los blancos. Nosotros afirmamos que los niños que están en el seno de sus madres, tienen la misma dignidad que los que están fuera… No sé si tendrán que pasar otros veintisiete años para que una afirmación tan «atrevida» pueda ser expresada públicamente, sin caer por ello en el ostracismo…
¡¡Cómo nos duele a todos que nos recuerden nuestras responsabilidades morales!! Sin embargo, como dijo Jesucristo: «La Verdad nos hace libres». Y yo añado: «¡Aunque escueza!».
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