Lutero: ¿hay algo que celebrar?
Hay quienes responden a esa pregunta con datos históricos y sin concesiones a la conveniencia del momento. Es el caso de tres volúmenes recién llegados a las librerías.
¿Se puede conmemorar el acto principal de la rebeldía de Lutero junto a los luteranos sin que ello suponga celebrar a Lutero?
Es posible que pueda hacerse esa distinción en teoría, como ha planteado el cardenal Kurt Koch, pero las imágenes y las emociones que las imágenes transmiten no son dadas a distinciones. Para el común de los mortales, conmemorar la Reforma junto a quienes ensalzan la Reforma, viven la Reforma y son la Reforma, y hacerlo sin plantear –por lógica cortesía– ni una sola crítica de fondo a la Reforma (más allá de un injusto, por igualitario, reparto de culpas), es celebrar la Reforma. Y por tanto nos preguntamos si hay algo que celebrar.
Por fortuna, hay quienes responden a esa pregunta con datos históricos y sin concesiones a la conveniencia del momento. Es el caso de tres volúmenes recién llegados a las librerías.
Angela Pellicciari, historiadora de la Iglesia, presenta un retrato justo y preciso, basado en sus propios textos, del conmemorado: La verdad sobre Lutero (Voz de Papel). Una verdad que es simple: la apoteosis del orgullo. Lutero, explica la autora, se erigió a sí mismo en único y auténtico intérprete de la Palabra de Dios, y hasta un joven de 21 años llamado Carlos V vio con claridad la "gran vergüenza y afrenta" que suponía que "un solo fraile, contra Dios, errado en su opinión contra toda la Cristiandad, así del tiempo pasado de mil años ha, y más como del presente, nos quiera pervertir y hacer conocer, según su opinión, que toda la dicha Cristiandad sería y habría estado todas horas en error".
Danilo Castellano, en Martín Lutero. El canto del gallo de la Modernidad (Marcial Pons), describe la doctrina de Lutero como una “gnosis sustancial” procedente del nominalismo en el que se formó. No fue teólogo ni filósofo sino exégeta, pero no intentó desentrañar el significado de las Sagradas Escrituras, sino plegarlas a sus teorías preconcebidas, razón por la cual suprimió todos aquellos versículos e incluso textos bíblicos enteros que las desmentían. Y también por eso su idea de la libertad no descansa sobre la verdad, sino al revés: “La verdad es compatible con la libertad solamente si la primera es producto de la segunda y solamente si la segunda es actividad absolutamente incondicionada e independiente. Por ello, para Lutero sólo es libre en último término el nihilista”, resume Castellano.
Del mismo modo, en Consecuencias político-jurídicas del protestantismo. A los 500 años de Lutero (Marcial Pons), una docena de filósofos y juristas coordinados por el profesor Miguel Ayuso analizan las ideas luteranas en sus consecuencias más “deletéreas”: la ruptura de la Cristiandad y el nacimiento de una Modernidad concebida al margen de la Iglesia primero, de Cristo después y en última instancia de Dios y de la ley natural misma.
Thomas Carlyle (17951881) incluyó a Lutero en sus célebres conferencias sobre lo heroico en la Historia, compiladas en un volumen ya clásico titulado Los héroes. Esta palabra expresa, en la visión del escritor calvinista escocés, la capacidad de algunas personas para hacer triunfar su voluntad a cualquier precio, marcando con ella el signo de una época. Y aunque incluye en su discurso a católicos como Dante y Shakespeare (leídos pro domo sua), los auténticos modelos para él son personajes como Mahoma, Juan Jacobo Rousseau, Oliver Cromwell, Napoleón Bonaparte o, por supuesto, Lutero. Todos ellos adversarios de la Iglesia en una u otra forma y en uno u otro momento... y personajes antitéticos de las Bienaventuranzas.
Porque, paradójicamente, la biografía de todos esos "héroes" –y en particular la del hereje de Wittenberg– se da de bofetadas con la palabra estelar de este año: la misericordia.
Es posible que pueda hacerse esa distinción en teoría, como ha planteado el cardenal Kurt Koch, pero las imágenes y las emociones que las imágenes transmiten no son dadas a distinciones. Para el común de los mortales, conmemorar la Reforma junto a quienes ensalzan la Reforma, viven la Reforma y son la Reforma, y hacerlo sin plantear –por lógica cortesía– ni una sola crítica de fondo a la Reforma (más allá de un injusto, por igualitario, reparto de culpas), es celebrar la Reforma. Y por tanto nos preguntamos si hay algo que celebrar.
Por fortuna, hay quienes responden a esa pregunta con datos históricos y sin concesiones a la conveniencia del momento. Es el caso de tres volúmenes recién llegados a las librerías.
Angela Pellicciari, historiadora de la Iglesia, presenta un retrato justo y preciso, basado en sus propios textos, del conmemorado: La verdad sobre Lutero (Voz de Papel). Una verdad que es simple: la apoteosis del orgullo. Lutero, explica la autora, se erigió a sí mismo en único y auténtico intérprete de la Palabra de Dios, y hasta un joven de 21 años llamado Carlos V vio con claridad la "gran vergüenza y afrenta" que suponía que "un solo fraile, contra Dios, errado en su opinión contra toda la Cristiandad, así del tiempo pasado de mil años ha, y más como del presente, nos quiera pervertir y hacer conocer, según su opinión, que toda la dicha Cristiandad sería y habría estado todas horas en error".
Danilo Castellano, en Martín Lutero. El canto del gallo de la Modernidad (Marcial Pons), describe la doctrina de Lutero como una “gnosis sustancial” procedente del nominalismo en el que se formó. No fue teólogo ni filósofo sino exégeta, pero no intentó desentrañar el significado de las Sagradas Escrituras, sino plegarlas a sus teorías preconcebidas, razón por la cual suprimió todos aquellos versículos e incluso textos bíblicos enteros que las desmentían. Y también por eso su idea de la libertad no descansa sobre la verdad, sino al revés: “La verdad es compatible con la libertad solamente si la primera es producto de la segunda y solamente si la segunda es actividad absolutamente incondicionada e independiente. Por ello, para Lutero sólo es libre en último término el nihilista”, resume Castellano.
Del mismo modo, en Consecuencias político-jurídicas del protestantismo. A los 500 años de Lutero (Marcial Pons), una docena de filósofos y juristas coordinados por el profesor Miguel Ayuso analizan las ideas luteranas en sus consecuencias más “deletéreas”: la ruptura de la Cristiandad y el nacimiento de una Modernidad concebida al margen de la Iglesia primero, de Cristo después y en última instancia de Dios y de la ley natural misma.
Thomas Carlyle (17951881) incluyó a Lutero en sus célebres conferencias sobre lo heroico en la Historia, compiladas en un volumen ya clásico titulado Los héroes. Esta palabra expresa, en la visión del escritor calvinista escocés, la capacidad de algunas personas para hacer triunfar su voluntad a cualquier precio, marcando con ella el signo de una época. Y aunque incluye en su discurso a católicos como Dante y Shakespeare (leídos pro domo sua), los auténticos modelos para él son personajes como Mahoma, Juan Jacobo Rousseau, Oliver Cromwell, Napoleón Bonaparte o, por supuesto, Lutero. Todos ellos adversarios de la Iglesia en una u otra forma y en uno u otro momento... y personajes antitéticos de las Bienaventuranzas.
Porque, paradójicamente, la biografía de todos esos "héroes" –y en particular la del hereje de Wittenberg– se da de bofetadas con la palabra estelar de este año: la misericordia.
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