Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Católicos que brillan cuando el sol se eclipsa

Eclipse de sol.
El mundo parece vivir tiempos de eclipse y de tinieblas, pero por fe sabemos que nunca serán absolutas ni definitivas. Foto: Taylor Smith / Unsplash.

por Carmelo López-Arias

Opinión

El pensador católico francés Jean Madiran (1920-2013) acuñó hace décadas una frase, con la que tituló asimismo uno de sus libros, para definir los tiempos modernos en la Iglesia y en el mundo: "Cuando hay un eclipse, todos estamos a oscuras". El sol escondido era el de la autoridad magisterial y de gobierno, que dejaba a los fieles a la intemperie mientras las certezas se derrumbaban a su alrededor y se alzaban poderes tenebrosos. 

Pero recordemos la célebre sentencia de Rabindranath Tagore: "Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas". Porque sí, el sol se ha escondido, pero estrellas no han faltado para que la luz no se apagase del todo. Algunas han sido estrellas de renombre, y otras han salvaguardado discretamente la fe allí donde les correspondía: en su hogar y en el círculo de alcance ignoto donde han querido y podido ser luminarias para las almas en riesgo de perderse.

Me constaba desde décadas que Isabelino Ruiz del Valle era una de esas luminarias en lo que Menéndez Pelayo denominaría "el circuito de su heredad", como faro para esposa, hijos, familiares, amigos. Incluso en alguna ocasión pude beneficiarme de esa luz. Desconocía, sin embargo, la constancia con la que fue plasmando por escrito, en las páginas de la Gaceta de Castilla y León y en otras publicaciones regionales, como Cruce de Castilla o Diario Palentino, iluminadores criterios de hondo catolicismo cuya lectura queda ahora facilitada con su publicación en forma de libro: La penúltima opinión

Portada de 'La penúltima opinión'.

El libro se abre con un soneto cuyos tercetos sintetizan bien su filosofía de vida: "Perverso es este mundo por lo visto / y nunca está la dicha asegurada / por más que seas prudente, torpe o listo. / Pues al principio o fin de la jornada, / si olvidamos el mensaje de Cristo / nunca tendremos paz, ventura, nada".

Ésa ha sido la tragedia de España en los tiempos sobre los que reflexiona: el olvido del mensaje de Cristo. Por La penúltima opinión desfilan acontecimientos de la actualidad para mostrarlo, pero el autor, con una prosa sencilla, directa, elegante -castellana no solo en forma, sino en espíritu-, descarta sus facetas más ramplonas para elevar su mirada a las causas últimas. La religión forma parte del análisis porque forma parte de la realidad.

Pero no una religión cualquiera, sino aquella que consiste estrictamente en "seguir el ejemplo que de palabra y obra nos enseñó Nuestro Señor Jesucristo, venido a este mundo como Salvador de la humanidad". Algo que no es sencillo, "pues se precisa humildad, amar al prójimo, ser caritativo y, por supuesto, tener una fe a prueba de bombas". Cosas todas ellas, añade Ruiz del Valle, "muy difíciles de poseer... en este mundo lleno de tinieblas y maldad, donde se ha prescindido de Dios y todo lo basamos en la materia, el dinero y la comodidad".

Tal "modernidad" ha traído consigo "la apostasía" y sus lobos "han penetrado en el redil de la Iglesia" propugnando una "religión de plastilina" para que todos se encuentren a gusto en ella: "Ellos los primeros, naturalmente".

El objetivo, en colusión con los poderes secularistas, es crear "una sociedad dependiente, materialista, egoísta, atea y permisiva con las pasiones más bajas". Expulsado Dios de las conciencias, leemos en La penúltima opinión, es más sencillo mantener sojuzgado al pueblo y hacernos "esclavos y títeres del globalismo".

Y Ruiz del Valle no se anda con rodeos para señalar el origen de este mal y su recorrido por la historia: "La tentación que acabó con el paraíso terrenal surgió de una aviesa utilización de la mentira queriendo endiosar a las criaturas", y hoy "seguimos siendo objeto de la misma manipulación satánica". ¿Cuál es la diferencia del Edén a hoy? Que, "vencida la serpiente por Nuestra Señora la Virgen María, la herramienta utilizada por el Mal es el hombre ambicioso de riquezas y poder que se hace político de profesión, no de vocación".

El cual "cree mandar, sin darse cuenta de que solo es la voz de su amo revestido con manto en apariencia noble, un simple títere del Espíritu Inmundo para imponer la fuerza represora de los Estados y la mentira permanente para destruir con ella la Verdad y la Libertad del hombre".

En medio del eclipse, estas cosas tal vez no se las hemos escuchado al sol, pero gracias a Dios no han dejado de ser proclamadas al viento por voces como la de Isabelino Ruiz del Valle a las que quizá debemos prestar mayor atención, ahora que la publicación de estas páginas nos lo pone tan fácil.

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