Jesús, compasivo y misericordioso
Escuchemos con atención la invitación del Señor a actuar ante los necesitados con su misma actitud y sus mismos sentimientos. Sí, la Iglesia nos invita a estar siempre atentos a las necesidades de los hermanos; a acercarnos a ellos sin prejuicios.
Un año más nos disponemos a meditar, a contemplar y a dar gracias a Dios por el amor tan profundo que nos ha mostrado y nos sigue mostrando en el misterio de la Eucaristía. La expresión de San Juan, “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1), sigue teniendo la misma vigencia que hace dos mil años. Alabemos al Señor como el pueblo cristiano lo ha hecho siempre, y no dejemos de agradecer la entrañable misericordia de nuestro Dios, presente en el don de la Eucaristía: “La misericordia del Señor, cada día cantaré”.
Los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social hemos escrito un mensaje en el que invitamos a contemplar el misterio de la compasión de Dios tan bellamente descrito en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento: Dios que escucha el clamor de su pueblo (Ex 3,7-8) o Jesucristo, el Hijo de Dios, que cura a los enfermos e invita al banquete a pobres, lisiados, ciegos y cojos (Lc 14,16-23). Escuchemos con atención la invitación del Señor a actuar ante los necesitados con su misma actitud y sus mismos sentimientos.
Sí, la Iglesia nos invita a estar siempre atentos a las necesidades de los hermanos; a acercarnos a ellos sin prejuicios, con un corazón sencillo, viendo en ellos “la misma carne de Cristo”, tal como repite tantas veces el Papa Francisco; curar las heridas, porque ante el sufrimiento no basta la indignación sino que es preciso poner el bálsamo de la consolación y de la solidaridad; acompañar, es decir, ser los buenos samaritanos que caminan junto al que sufre y lo ponen sobre los hombros, si fuese preciso, tal como el Señor hace con la oveja perdida y la lleva al lugar de descanso y de paz; trabajar por la justicia, de manera que anulando las causas que provocan el sufrimiento de los hermanos se pueda construir un mundo más justo, más fraterno, en paz y en libertad.
Pero solamente podremos vivir ese compromiso con los hermanos si nos dejamos llenar del amor de Dios, presente en la Eucaristía. Entiendo perfectamente que San Vicente de Paúl, gran apóstol de la caridad, insistiese en decir a las Damas de la Caridad, mujeres que querían servir a los pobres y enfermos de París, que antes de iniciar su trabajo pasasen por la Iglesia y orasen ante el Señor presente en la Eucaristía. Les decía que ese mismo Cristo al que adoraban y amaban lo encontrarían presente en los pobres a los que iban a atender.
Digámosle hoy al Señor desde lo más profundo de nuestro corazón: “Señor, danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana. Inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano sólo y desamparado, ayúdanos a mostrarnos siempre disponibles ante quien se siente solo y oprimido. Que tu Iglesia sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando” (Plegaria Eucarística V/b).
Os deseo un feliz día del Corpus. Y doy gracias a Dios por tantas y tantas personas que individualmente o en instituciones como Cáritas, Manos Unidas y otras muchas, que las hay en Barcelona, de las que os servís para ayudar a los más pobres y necesitados. Gracias por vuestra solidaridad. Gracias por vuestra colaboración en la colecta que hoy se hará en todas las iglesias.
Los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social hemos escrito un mensaje en el que invitamos a contemplar el misterio de la compasión de Dios tan bellamente descrito en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento: Dios que escucha el clamor de su pueblo (Ex 3,7-8) o Jesucristo, el Hijo de Dios, que cura a los enfermos e invita al banquete a pobres, lisiados, ciegos y cojos (Lc 14,16-23). Escuchemos con atención la invitación del Señor a actuar ante los necesitados con su misma actitud y sus mismos sentimientos.
Sí, la Iglesia nos invita a estar siempre atentos a las necesidades de los hermanos; a acercarnos a ellos sin prejuicios, con un corazón sencillo, viendo en ellos “la misma carne de Cristo”, tal como repite tantas veces el Papa Francisco; curar las heridas, porque ante el sufrimiento no basta la indignación sino que es preciso poner el bálsamo de la consolación y de la solidaridad; acompañar, es decir, ser los buenos samaritanos que caminan junto al que sufre y lo ponen sobre los hombros, si fuese preciso, tal como el Señor hace con la oveja perdida y la lleva al lugar de descanso y de paz; trabajar por la justicia, de manera que anulando las causas que provocan el sufrimiento de los hermanos se pueda construir un mundo más justo, más fraterno, en paz y en libertad.
Pero solamente podremos vivir ese compromiso con los hermanos si nos dejamos llenar del amor de Dios, presente en la Eucaristía. Entiendo perfectamente que San Vicente de Paúl, gran apóstol de la caridad, insistiese en decir a las Damas de la Caridad, mujeres que querían servir a los pobres y enfermos de París, que antes de iniciar su trabajo pasasen por la Iglesia y orasen ante el Señor presente en la Eucaristía. Les decía que ese mismo Cristo al que adoraban y amaban lo encontrarían presente en los pobres a los que iban a atender.
Digámosle hoy al Señor desde lo más profundo de nuestro corazón: “Señor, danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana. Inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano sólo y desamparado, ayúdanos a mostrarnos siempre disponibles ante quien se siente solo y oprimido. Que tu Iglesia sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando” (Plegaria Eucarística V/b).
Os deseo un feliz día del Corpus. Y doy gracias a Dios por tantas y tantas personas que individualmente o en instituciones como Cáritas, Manos Unidas y otras muchas, que las hay en Barcelona, de las que os servís para ayudar a los más pobres y necesitados. Gracias por vuestra solidaridad. Gracias por vuestra colaboración en la colecta que hoy se hará en todas las iglesias.
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