El milagro de Lourdes
Muchos, cuando se encuentran ante la gruta de la Virgen y se llenan de las vivencias espirituales que se experimentan en el santuario, ya no piden la curación sino saber aceptar su enfermedad y unirla a la cruz de Cristo, o bien rezan por la curación de los demás.
Un año más, un gran número de peregrinos iremos el próximo 28 de junio al santuario de Nuestra Señora de Lourdes con nuestra Hospitalidad. La peregrinación a Lourdes es una experiencia maravillosa que cada uno vive y goza de manera diferente.
El centro de Lourdes es la gruta de la Virgen: lugar de oración, de silencio y de reflexión. En esta gruta de Massabielle, el año 1858, la Virgen se apareció a Bernardita, una muchacha pobre y sencilla. Le habló. La Virgen habla a todos los peregrinos. Lo hace en el fondo del corazón. La fe, la esperanza y el amor son manifestaciones muy claras de todos los peregrinos que se reúnen en Lourdes. Y este testimonio de vida cristiana habla, interpela y hace presente a Dios, que es amor.
En Lourdes se producen curaciones. Muchísimos enfermos van allí con este deseo y con mucha fe. Pero muchos de ellos, cuando se encuentran ante la gruta de la Virgen y se llenan de las vivencias espirituales que se experimentan en el santuario, ya no piden la curación sino saber aceptar su enfermedad y unirla a la cruz de Cristo, o bien rezan por la curación de los demás.
En una bella escultura de los jardines del santuario figura una expresión llena de luz que pronunció una peregrina italiana que era ciega: «Es más importante reencontrar la fe que reencontrar la vista». Este es el auténtico milagro, que suele ser muy frecuente en Lourdes.
Acercarse a los pies de la Virgen es una experiencia que nos transforma. Pero hacerlo con la Hospitalidad de la Virgen de Lourdes es todavía más gratificante, porque es una peregrinación que hermana a peregrinos, voluntarios y enfermos de las diócesis de Barcelona, Sant Feliu y Terrassa. Cuando acompañamos y servimos a nuestros hermanos enfermos, la visita a Lourdes adquiere un sentido mucho más pleno. Los enfermos son un signo de la presencia viva de Jesucristo entre nosotros. Ellos nos ayudan a descubrir el sentido auténtico de la vida. El contacto atento y amoroso con los enfermos nos conduce a un encuentro profundo con el Señor. Los días de la peregrinación son como un anticipo de lo que deberían ser todos los días del año.
En las peregrinaciones diocesanas a Lourdes participan muchos jóvenes. Son voluntarios y realizan diversos servicios muy cerca de los enfermos. Son unos días intensos de trabajo, de oración y de fraternidad, pero especialmente de alegría interior. Los jóvenes que van a Lourdes por primera vez, como todos los peregrinos, coinciden en manifestar que volverán al año siguiente. El testimonio de muchos jóvenes que hace años que van a Lourdes con la Hospitalidad es que Lourdes engancha.
Además, Lourdes ofrece otro don a los peregrinos: la vivencia de la catolicidad del pueblo de Dios. En el santuario se encuentran cristianos de los cinco continentes, unidos a los pies de la Madre en una misma fe, esperanza y caridad. Las culturas y las lenguas se hermanan en la celebración de una misma fe. Y todos escuchan el mismo lema, que este año es el mensaje de María: «Haced lo que Él os diga» (Juan 2, 5b).
Queridos hermanos y hermanas, niños, jóvenes, adultos, enfermos y con salud, os animo a vivir esta experiencia participando en una de nuestras peregrinaciones diocesanas de finales del mes de junio o de septiembre. Si este verano no podéis ir a Lourdes, recordad que María visita nuestros hogares y nos invita a hacer todo lo que su Hijo, Jesús, nos dice en el Evangelio y a través de la oración.
El centro de Lourdes es la gruta de la Virgen: lugar de oración, de silencio y de reflexión. En esta gruta de Massabielle, el año 1858, la Virgen se apareció a Bernardita, una muchacha pobre y sencilla. Le habló. La Virgen habla a todos los peregrinos. Lo hace en el fondo del corazón. La fe, la esperanza y el amor son manifestaciones muy claras de todos los peregrinos que se reúnen en Lourdes. Y este testimonio de vida cristiana habla, interpela y hace presente a Dios, que es amor.
En Lourdes se producen curaciones. Muchísimos enfermos van allí con este deseo y con mucha fe. Pero muchos de ellos, cuando se encuentran ante la gruta de la Virgen y se llenan de las vivencias espirituales que se experimentan en el santuario, ya no piden la curación sino saber aceptar su enfermedad y unirla a la cruz de Cristo, o bien rezan por la curación de los demás.
En una bella escultura de los jardines del santuario figura una expresión llena de luz que pronunció una peregrina italiana que era ciega: «Es más importante reencontrar la fe que reencontrar la vista». Este es el auténtico milagro, que suele ser muy frecuente en Lourdes.
Acercarse a los pies de la Virgen es una experiencia que nos transforma. Pero hacerlo con la Hospitalidad de la Virgen de Lourdes es todavía más gratificante, porque es una peregrinación que hermana a peregrinos, voluntarios y enfermos de las diócesis de Barcelona, Sant Feliu y Terrassa. Cuando acompañamos y servimos a nuestros hermanos enfermos, la visita a Lourdes adquiere un sentido mucho más pleno. Los enfermos son un signo de la presencia viva de Jesucristo entre nosotros. Ellos nos ayudan a descubrir el sentido auténtico de la vida. El contacto atento y amoroso con los enfermos nos conduce a un encuentro profundo con el Señor. Los días de la peregrinación son como un anticipo de lo que deberían ser todos los días del año.
En las peregrinaciones diocesanas a Lourdes participan muchos jóvenes. Son voluntarios y realizan diversos servicios muy cerca de los enfermos. Son unos días intensos de trabajo, de oración y de fraternidad, pero especialmente de alegría interior. Los jóvenes que van a Lourdes por primera vez, como todos los peregrinos, coinciden en manifestar que volverán al año siguiente. El testimonio de muchos jóvenes que hace años que van a Lourdes con la Hospitalidad es que Lourdes engancha.
Además, Lourdes ofrece otro don a los peregrinos: la vivencia de la catolicidad del pueblo de Dios. En el santuario se encuentran cristianos de los cinco continentes, unidos a los pies de la Madre en una misma fe, esperanza y caridad. Las culturas y las lenguas se hermanan en la celebración de una misma fe. Y todos escuchan el mismo lema, que este año es el mensaje de María: «Haced lo que Él os diga» (Juan 2, 5b).
Queridos hermanos y hermanas, niños, jóvenes, adultos, enfermos y con salud, os animo a vivir esta experiencia participando en una de nuestras peregrinaciones diocesanas de finales del mes de junio o de septiembre. Si este verano no podéis ir a Lourdes, recordad que María visita nuestros hogares y nos invita a hacer todo lo que su Hijo, Jesús, nos dice en el Evangelio y a través de la oración.
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