Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Destruir la familia


por Pedro Trevijano

Opinión

Cuando uno ve que la mayor parte de las Comunidades Autónomas tienen leyes en favor de la ideología de género, e incluso en nuestro parlamento nacional está en camino otra, uno no puede por menos de preguntarse si estamos gobernados por una panda de ignorantes, de malvados o de chiflados. Porque ¿qué es la ideología de género y qué pretende?

Su objetivo es muy simple: destruir la familia. Varias líneas de pensamiento convergen en ello: la relativista, para la que no existen la Verdad y el Bien objetivos, sino que somos nosotros mismos los que decidimos lo que está bien y lo que está mal, sirviéndonos como criterio lo que más me conviene y apetece; la marxista, donde ya Engels escribió en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado: “El primer antagonismo de clases que aparece en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo del hombre y la mujer en la monogamia y la primera opresión de clase con la de la fémina por parte del sexo masculino… El hombre es en la familia el burgués; la mujer representa en ella el proletariado”, dando así entrada en su relación mutua al odio; y la feminista radical con su ideología de género, que trata de liberar a las mujeres de la esclavitud del matrimonio y de la familia. Para las ideólogas de esta corriente, la supresión de la familia es el objetivo fundamental a conseguir. Este proceso no se lleva a cabo de un modo brusco o repentino, sino que conlleva cambios paulatinos, un poco a poco, una auténtica revolución silenciosa, que tiene por objetivo la liberación sexual, la inhibición de todas las represiones en que la sociedad había mantenido el instinto sexual, siendo su objetivo el hedonismo. Al fin y al cabo se trata de darle gusto al cuerpo, apelando a los instintos más bajos del ser humano.

Estamos en medio de un proceso asombroso. Lo que hasta hace poco se consideraba bueno, hoy se considera obsoleto y malo. La familia requiere la monogamia y la fidelidad sexual entre los esposos, debiendo su sexualidad expresar la unión más tierna, amorosa y profunda entre un hombre y una mujer, que a las personas religiosas les lleva a una experiencia profunda de Dios. Si se abandona la monogamia, se rompe la unidad familiar de los padres entre sí y de ellos con los hijos. Pero hoy lo que se pretende es la libertad absoluta, sin ninguna restricción de limitaciones morales o naturales, dando preferencia a otros tipos de familia, como la monoparental o la arco iris, porque el objetivo de la sexualidad ya no es el amor, sino el placer, porque no se trata sólo de destruir la familia y el matrimonio, que para esta ideología son el lugar por excelencia de la opresión de la mujer, sino que también minusvaloran la maternidad y sobre todo la paternidad, admitiendo igualmente actitudes sexuales depravadas, como la promiscuidad sexual y el sexo en los niños.

Esta cultura feminista da lugar a mujeres que no necesitan de los hombres y que, si quieren tener un hijo, lo compran en un banco de esperma. Ambos se han perdido el uno al otro: el hombre ha perdido a la mujer y la mujer ha perdido al hombre. Y los niños han perdido a ambos o, al menos, a uno de los dos. Son ellos los que sufren más la ruptura del matrimonio de los padres, porque es evidente que los niños necesitan de un padre y una madre y el lugar ideal de educación para ellos es una familia monógama, estable y con unos padres que se quieran. Una encuesta realizada en Gran Bretaña entre 1600 niños menores de diez años, hijos de padres divorciados, sobre cuál sería la Ley que más les gustaría promulgar, la respuesta más frecuente fue: “Prohibir el divorcio”. Y la mayor parte de nosotros, que conocemos a familias divorciadas, sabemos que con frecuencia esos niños no sólo tienen los problemas normales de cualquier niño, sino también otros.

Hoy uno no puede por menos de preguntarse cómo una aberración como la ideología de género, en unos países que se dicen democráticos, cuentan con una legislación que la favorece y castiga a quienes tratan de oponerse a ella. El derecho a la vida se ve conculcado por el presunto derecho al aborto y, dentro de muy poco, el presunto derecho a la eutanasia. Los padres ya no tienen el derecho, aunque lo diga la Constitución, de educar a sus hijos según sus convicciones, sino tienen que aceptar, les guste o no, que no les gusta, y muchos presentan objeción de conciencia, que la educación sexual sea un adoctrinamiento en esta ideología. Hay gente a quien se le prohíbe intentar salirse de los parámetros de la ideología de género. Aún hay libertad, todavía no es demasiado tarde para defenderla. Pero uno debe saber quién la está limitando en beneficio de sus propios intereses.

En España han estado votando a favor de la ideología de género todos los partidos políticos con representación parlamentaria, salvo UPN y VOX, que entonces carecía de representación parlamentaria. En Europa y en el mundo, la apoyan el Parlamento europeo, la ONU en varias de sus agencias y unas cuantas multinacionales con sus fundaciones, como Ford, Rockefeller o Soros: todo el Nuevo Orden Mundial. Muchas culturas han perecido por su degeneración moral, pero que ésta venga impuesta por los propios gobernantes, eso es una novedad. Su último propósito es terminar con la civilización cristiana y la Iglesia católica, pero no lo conseguirán, porque Jesús nos ha dicho: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28,20).

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