Sábado, 02 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Una visita al hermano mayor


Me parece que ocupan el corazón del Papa la oposición que encuentra la confesión y difusión de la fe en España, la familia y el matrimonio, las vocaciones sacerdotales, la piedad popular y la urgencia de poner a nuestras iglesias en estado de misión.

por Monseñor Francisco Gil Hellín

Opinión

Acabo de llegar de Roma, donde los obispos españoles nos hemos entrevistado con el Papa y con los Responsables de los organismos que le ayudan en el gobierno de la Iglesia. Tras la confesión de la fe a los pies de los Apóstoles san Pedro y san Pablo y la expresión y fortalecimiento de la mutua comunión con quien es la Cabeza del Colegio de los Obispos, el momento estelar ha sido, sin duda, el encuentro con el Papa.

Las provincias eclesiásticas de Burgos y Pamplona pusimos “la pelota en juego”, como dijo el Papa Francisco en el momento de disponerse a escuchar nuestros informes y confidencias. Fue un encuentro de más de dos horas, en un clima de total cordialidad y cercanía del Papa hacia nosotros, y de la máxima sinceridad y sencillez de nosotros con él, para intercambiar información veraz y de primera mano sobre nuestras diócesis. A mí me correspondió tocar el primer balón y comenzar a hablar. Después cada uno de los obispos fue tomando la palabra y dando su información. El Papa escuchaba con verdadera complacencia y no disimulaba que estaba muy a gusto con nosotros. No era un examen que cada uno de nosotros rendía ante él, sino una conversación de un hermano con el hermano mayor. Por eso, él intervenía con comentarios espontáneos, al hilo de lo que le íbamos diciendo.

En esos comentarios dijo muchas cosas. Cotejándolas con el discurso que nos entregó a todos los obispos el día que a unos nos despedía y a otros los recibía, he visto que hay muchas coincidencias. Puesto a destacar, me parece que ocupan el corazón del Papa la oposición que encuentra la confesión y difusión de la fe en España, la familia y el matrimonio, las vocaciones sacerdotales, la piedad popular y la urgencia de poner a nuestras iglesias en estado de misión.

Hablando del matrimonio y de la familia, por ejemplo, nos confió que la selección como tema del próximo Sínodo es “cosa del Espíritu Santo”; que el matrimonio está sufriendo fuertes ataques, especialmente desde el campo de la ideología de género; y que los abuelos son un “recurso muy serio para la educación”. Abundando en este asunto, nos recordó que en Rusia fueron los abuelos los que transmitieron la memoria de la fe a los nietos. También nos animó a que impulsáramos la lectura creyente de la Biblia en los hogares.

Hablando de la piedad popular nos hizo una confidencia y un ruego. La confidencia es que en Latinoamérica la piedad popular ha sido un factor importantísimo para evitar el clericalismo de los fieles. El ruego es que tratemos de impulsarla y que durante las peregrinaciones hagamos que los sacerdotes escuchen a los fieles en confesión. Hablando de confesión, tuvo la confianza de decirnos: “Yo me confieso cada quince días con un franciscano”.

En cuanto a las vocaciones, nos animó a cultivar el campo de los monaguillos y a poner sumo cuidado en el discernimiento vocacional de las personalidades inmaduras. En el discurso precisaría que la “pastoral vocacional es un aspecto que un obispo deber poner en el centro de su corazón como absolutamente prioritario”.

Finalmente, nos animó reiteradamente a no tener miedo al ambiente que nos toca vivir, a confiar en la fuerza y el poder de Dios, a impulsar la evangelización sin excluir a nadie, y a no temer a los sambenitos, que también a él se los ha colgado una determinada prensa, que piensa que el Sínodo próximo va a cambiar la moral sexual o admitir indiscriminadamente a la comunión eucarística a los divorciados, lo cual, señaló, “es absurdo”.

Termino esta breve crónica transmitiéndoos dos ruegos del Papa: “Dígales que los bendigo de corazón y que recen por mí”.
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