Médicos humanos, para niños y mayores
Nos guste o no, la enfermedad siempre toca a nuestra puerta. La enfermedad, la propia, la de nuestros seres queridos y la de nuestros amigos, siempre nos duele, nos hace sufrir. Ese dolor nos golpea más, casi hasta inconscientemente, si el que sufre es un niño. Se trunca una vida que está naciendo, creciendo, robusteciéndose.
Recientemente tuve ocasión de hacer un "viaje digital" por el Hospital Universitario Pediátrico Niño Jesús, ubicado en Madrid. Un hospital pediátrico de referencia, tanto en España como fuera de España. Un hospital con unos dos mil profesionales, que atiende cada año cerca de 300.000 niños, la mitad de ellos de fuera de Madrid. El conductor del programa lo describía como "la mayor concentración de superhéroes, unos de pocos meses de vida, otros un poco más creciditos, y otros, igualmente superhéroes con bata blanca (o de otros colores)".
Recorriendo sus pasillos parece que estás en un museo de arte, arte médico y también arte pictórico; Su fundadora regalo muchos cuadros de pintores del siglo XVIII y XIX, y así nos recuerda que el arte humano y el arte médico caminan juntos. Esta belleza externa es también una llamada a valorar y disfrutar la belleza de la vida, también en un sitio como este.
Los profesionales que allí trabajan, sanitarios y no sanitarios, transmiten su alegría de vivir a los pequeños pacientes y a los co-pacientes, sus padres y familiares, que también tienen un papel clave en el tratamiento. Una de estas co-pacientes reconoce que su estancia allí fue muy dura, pero a la vez gran regalo: cuánto cuidado humano, cuánta humanidad. Y al final, nos acordamos mucho más de las cosas buenas, del cariño recibido.
Esa filosofía médica, que se ve tan a flor de piel en este hospital pediátrico, no es algo exclusivo de la medicina infantil. Es lo propio de toda medicina, y de todos los médicos y sanitarios. Y si nos fijamos, es una realidad de muchos hospitales: personas que gastan su vida para que la vida de sus pacientes sea mejor, un poco o un mucho. Es la vocación al cuidado que debe latir en todo médico, en todo aquel que entra en contacto con la enfermedad: "Curar a veces, cuidar, acompañar siempre".
Como padres, la enfermedad de un hijo es una de las experiencias más duras. Y por eso es tan importante el apoyo a la familia, y el apoyo de la familia. Pero no olvidemos que seguiremos siendo hijos, y por tanto tendremos a un co-paciente cerca (a un padre, a un ser querido). Y que los padres seguirán siendo padres, aunque su hijo tenga 60 años. La humanidad y la humanización en la medicina no terminan cuando el paciente cumple 18 años, y siempre sufriremos acompañando a un paciente.
En un hospital pediátrico tiene un lugar importante el apoyo emocional y humano. Tecnología hay mucha, y en muchos ámbitos, pero el niño, el adulto, el anciano, es algo más que unos sistemas fisicoquímicos funcionando correctamente. Por eso es tan importante el cuidado. La bata no cura, ni los instrumentos tecnológicos; cura la persona que cuida, con bata o sin ella.
Uno de los voluntarios de este hospital, Edu, que "pierde su tiempo" disfrazado de superhéroe y visitando a estos pequeños pacientes, nos da la clave de la medicina. Cada vez que viene sale lleno; es muy gratificante ver la sonrisa de los niños y de los padres. Y soledad, madre de Cristina, niña que murió con pocos años, después de una enfermedad degenerativa, concluye: esto no se cura, se cuida. Y si ella tiene tantas ganas de vivir y salir adelante, qué menos que cuidarla, acompañarla, disfrutar con ella.
Creo que una de las vocaciones sanitarias más hermosas, aunque más duras, es la dedicación a los cuidados paliativos, pediátricos y generalistas. La humanización de la medicina en grado sumo. Es cuidar a la persona como persona, más allá de la efectividad fáctica y constatable de un tratamiento físico. Somos algo más, niños y mayores. Y como pacientes, aprendamos a vivir la enfermedad con la ilusión de estos superhéroes del Hospital Universitario Niño Jesús, pequeños de edad pero muy grandes de corazón.vaque
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