Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La familia, la Biblia y los testigos de Jehová


La Palabra de Dios, la Biblia, contiene los consejos más provechosos que existen. Su guía no se limita al círculo familiar, pues nos enseña cómo actuar en un mundo en el que la mayoría no está dispuesta a aceptar que una Fuente superior de sabiduría gobierne su vida por su propio bien

por Luis Santamaría del Río

En muchas ciudades españolas ha podido verse últimamente un pequeño “tenderete” en el que algunas personas elegantemente vestidas ofrecían libros y folletos bajo el rótulo “La Biblia puede ayudar a su vida familiar” (vamos, aproximadamente). Cuando el viandante, sorprendido por este anuncio tan explícito de un libro religioso en un espacio tan público, se acerca, se encuentra con una campaña propagandística de nuestros ya conocidos, vecinos de todos, testigos de Jehová. El que usen la calle –con todos los permisos legales, supongo– e incluso en algunos lugares se les preste alguna dependencia municipal no es el objeto de estas líneas, ya que se trata de una entidad religiosa reconocida como tal en España, con el número de inscripción 024-SG, desde el año 1970 (e incluso con una calificación reciente de “notorio arraigo”). La cuestión de fondo está en la frase publicitaria. No se trata sólo de un elemento de enganche o de una “captatio benevolentiae” visual para los curiosos, dando por supuesto que la familia sigue siendo la institución más valorada en nuestra sociedad. Sí lo es, y a todos puede atraer un reclamo así. Pero es más: es la forma que tienen los testigos de Jehová de acercarse a la Sagrada Escritura. Dejando de lado la tremenda manipulación que hacen de la Biblia, y que será bueno abordar en otro artículo más adelante, puesto que estamos hablando de otro libro, resulta que caen en un literalismo peligroso, en un fundamentalismo peculiar. En sus escritos podemos leer, por ejemplo, que “aunque la Biblia no es un libro de ciencia, es exacta cuando habla de temas científicos. Aporta datos sobre la naturaleza y la salud que fueron escritos miles de años antes de que los científicos fueran capaces de llegar a esas mismas conclusiones”. Y también encontramos muestras –repetidas hasta la saciedad– de un uso “instrumental” de los libros bíblicos. Me explico de manera más vulgar: se emplea la Escritura como si se tratara de un recetario o de un manual para todo. Así, podemos ver en el artículo del que he sacado la cita anterior que “la Biblia nos ayuda a tomar decisiones sabias. Sus páginas ofrecen muchos consejos prácticos sobre la vida familiar, la salud física y emocional, el trabajo y otras cuestiones del diario vivir”. De hecho, es una actitud que recorre toda su experiencia religiosa, que determina su mentalidad fanatizada y que emplean en el proselitismo, incluso con orgullo por dedicarse a escudriñar tan a fondo el libro básico del cristianismo. Afirman en sus revistas que “millones de personas ya han comprobado por sí mismas que la Biblia de veras es una fuente confiable de guía práctica”, y concluyen repitiendo que con el estudio del material editado por la secta jehovista el lector “hallará más pruebas de que la Biblia es la mejor guía para su vida”. Para los testigos de Jehová, después de la insistencia que hace la organización en estos aspectos, la Biblia se constituye en fuente de conocimiento espiritual y humano, en libro de autoayuda, en clave de interpretación de cada suceso pasado, presente y futuro, en manual de soluciones prácticas... y todo esto sin una exégesis rigurosa, claro. Esto, que se aplica a todos los campos de la vida humana, tiene una repercusión en la vida familiar, por supuesto. Las relaciones entre los esposos, la educación de los hijos y otros temas de radical importancia para la familia son abordados desde esta “aplicación directa” de las páginas bíblicas. De manera que, al absolutizar las palabras del texto sagrado, que ya ha sido “convenientemente modificado” por el aparato editorial del grupo, la familia acaba sufriendo las consecuencias. Algo que no ocurre en las Iglesias y comunidades cristianas, que no absolutizan la Biblia, sino que la leen a la luz de la persona de Cristo, bajo la iluminación del Espíritu Santo y, en muchos casos, en el contexto de una tradición. No es extraño que se rompan matrimonios, se eduque de forma poco conveniente a los hijos... e incluso se les enseñe a que deben morir antes de recibir una transfusión de sangre, por ir a un caso que, aunque extremo, no deja de ser real. Aparte de que, como ya señalaba antes, “la Palabra de Dios, la Biblia, contiene los consejos más provechosos que existen. Su guía no se limita al círculo familiar, sino que nos ayuda de muchas maneras, pues nos enseña cómo actuar en un mundo en el que la mayoría no está dispuesta a aceptar que una Fuente superior de sabiduría gobierne su vida por su propio bien”. Por ello la vida del hombre exige un esfuerzo y una dedicación fundamentales para leer, estudiar y aplicar la Biblia, a la manera de los testigos de Jehová. De manera machacona y repetitiva. Y con unas orejeras impresionantes, que es en lo que se convierten las publicaciones jehovistas. Como ellos mismos señalan, “conocer a Jehová requiere esfuerzo y dedicación, pero está al alcance de la humanidad a través de la Biblia”. De la gracia no se dice nada, claro. Todo es trabajo personal, llegando a la obsesión. Por eso, que no nos extrañe que vuelvan a llamar una y otra vez a nuestra puerta. Que sigan parándonos por las calles. Y que tengan unos días abierto el tenderete. A tratarlos con paciencia y con caridad, puesto que, en su buena voluntad, han asumido una lectura fundamentalista de la Escritura que determina toda su vida. EAD Luis Santamaría del Río, diácono.
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