En Mayo con flores a porfía
San Agustín nos dice que María es más dichosa por compartir la fe con Cristo que por concebirlo en carne. Nos dice que su vínculo materno no le hubiera servido de nada si no hubiera sido más feliz por tener a Cristo en su corazón que por llevarlo en su seno.
El mes mayo, el mes de María y el mes de las flores nos lleva a meditar sobre la Madre de Dios y Madre nuestra, la Flor de las flores, la Reina del jardín que a Dios enamoro. Muchas veces hemos cantado esta canción: “Con flores a porfía, con flores a María que madre nuestra es”. Pero es María la que nos trasmite el anhelo de poder gozar de las flores y frutos del Espíritu Santo. San Agustín nos dice que María es más dichosa por compartir la fe con Cristo que por concebirlo en carne. Nos dice que su vínculo materno no le hubiera servido de nada si no hubiera sido más feliz por tener a Cristo en su corazón que por llevarlo en su seno. En definitiva, por vivir a Cristo mismo y no por el egoísmo de llevarlo y ni siquiera por el egoísmo de servirlo. Es Cristo quien ha de estar en mí y disponer de mí. Yo he de dejarle como mi Señor que es, a que coja y escoja de mí, que disponga de su siervo lo que Él quiera, y que Él actúe libre y plenamente en mi vida y desde mi vida, para la gloria del Padre y el bien de los hermanos. Esta es la actitud original de entrega consagrada. María nos hace descubrir algo muy importante, con su actitud de dejarse amar por Dios. Ella es el primer testimonio de conversión de un creyente, porque llegamos a Cristo por medio del Espíritu Santo. Es el mismo Espíritu Santo quien obró en María; es el Espíritu quien nos lleva a la verdad completa; y es por Él por quien María se dejó obrar y nosotros nos dejamos obrar. La devoción a María la podemos valorar por sus frutos. Tema muy importante para meditar: ...“por sus frutos los conoceréis”. En la vida espiritual siempre ha sido más importante para los verdaderos hombres y mujeres de fe -y entre ellos en primer lugar los santos-, la experiencia de los frutos del Espíritu que la actividad de los carismas. María es testimonio de humildad, y tanto la humildad como la paz son frutos del Espíritu Santo presente en nuestra vida. Y no solamente María nos manifiesta su humildad sino que vemos cómo por ella es capaz de acoger la Palabra de Dios hecha carne y hacerla crecer para bien de los demás. Casi podemos contemplar con la imaginación cómo María alimenta a Jesús, cómo le educa, cómo le enseña la palabra del Padre, cómo le lleva al Templo, cómo le hace conocer y cumplir con los preceptos de su pueblo y le ayuda a crecer y le ayuda en su marcha de santidad y justicia ante Dios y los hombres para la salvación de la humanidad. María vive toda su vida como “mujer de paz y de humildad” a pesar de todos los pesares y de dificultades sin fin. Todo ello indudablemente es fruto de la acción del Espíritu Santo en ella y de su respuesta generosa a las amorosas exigencias del Padre. Respuesta que debemos procurar imitar para poder gozar de las flores y frutos del espíritu como María. Joaquín Climent Abad, CiDe
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