Monseñor Rouco, sobre todo, no se altere
¿Qué conseguiría usted reabriendo el “caso Entrevías”? ¿Se imagina otra vez la peregrinación de Zerolos, Wyomings y Pepes Bonos por ValleKas? ¡Qué espanto! No, no, usted, cardenal de la Iglesia Católica, arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal española, no puede contemplar de nuevo semejante espectáculo.
Usted tranquilo cardenal. No se ponga nervioso. No se altere. En realidad, nihil novum sub sole. Su sacerdote Enrique de Castro no ha dicho nada nuevo. Sigue siendo el mismo que siempre. Y como quiera que usted lleva años y años consintiendo que él siga siendo sacerdote, no vaya a mover ahora una sola ceja para reaccionar ante las nuevas declaraciones de ese insigne profeta vallecano. Usted imagínese por un momento que aquel a quien su desliz elevó a la categoría de icono progre nacional, pasa a ser icono progre mundial si vuelve a cometer el craso error de decirle algo, de pedirle algo, de recordarle algo, de intentar disciplinarle algo. No, cardenal, no. Da igual que Castro diga que ya no hay que rendir culto a Dios sino a los hombres. Da igual que diga que Cristo acabó con el sacerdocio. Da igual que diga que le ganó a usted una copa de orujo por lo del conflicto con la parroquia San Carlos Borromeo. Da igual que él diga que le importa un pimiento que esa parroquia ahora sea un centro de atención pastoral, porque al fin y al cabo él puede seguir celebrando la misa como le da la realísima gana. Da igual que SU cura diga que le importa un carajo el futuro de la Iglesia vaticanista. Usted, cardenal, no se me altere. Siga sentado en su silla cardenalicia y arzobispal, que no está el horno para bollos. Al fin y al cabo, ¿qué conseguiría usted reabriendo el “caso Entrevías”? ¿Se imagina otra vez la peregrinación de Zerolos, Wyomings y Pepes Bonos por ValleKas? ¡Qué espanto! No, no, usted, cardenal de la Iglesia Católica, arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal española, no puede contemplar de nuevo semejante espectáculo. No se puede permitir el lujo de echar otro pulso mediático y perderlo. Sí, sí, ya sé que usted hizo lo que hizo para que no hubiera ni ganadores ni vencidos, pero la “canalla mediática” vendió aquello como una victoria total de los curas de ValleKas contra su cardenal. Además, la vergüenza y el bochorno que muchos de sus curas fieles –los que nunca salen en la tele- pasaron entonces, es un precio demasiado alto para no quedar mal ante el mundo. Que no se vuelva a repetir aquello. Por tanto, insisto, a menos que quiera usted solucionar DE VERDAD la cuestión del cura rojo de ValleKas, mejor haga como si no existiera. Deje que él siga arremetiendo contra la Iglesia, contra la fe católica, contra la liturgia, contra el Vaticano, contra el Papa y los obispos. No ose enfrentarse a él a menos que esta vez quiera hacer lo que la totalidad de su consejo presbiteral le pidió que hiciera la otra vez. No hace falta que le recuerde los términos de aquella petición, ¿verdad? Nada, nada. Usted tranquilo, cardenal. No se ponga nervioso. No se altere. Nihil novum sub sole Luis Fernando Pérez Bustamante
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