Cristo, ese gran desconocido para los españoles
No basta con lamentarnos. Propongo a la Conferencia Episcopal española que haga una campaña en favor de la lectura de la Biblia. De tener éxito, los frutos los recogeremos antes de lo que nos imaginamos.
Cuando hace algunas semanas el Papa Benedicto XVI nos presentó una semblanza de San Jerónimo, recordó aquella frase lapidaria, pero cierta, del gran biblista de la era patrística: “el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo“. Pues bien, aplicando esa máxima, podemos afirmar que en España sólo una minoría ínfima conoce a Cristo. El resultado de un estudio elaborado por la Federación Bíblica Católica y presentado hoy en el Vaticano no puede ser más demoledor. España está a la cola en cuanto a lectura y conocimiento de las Escrituras. Tan sólo uno de cada cinco adultos ha leído algún pasaje de la Biblia en el último año. Y sólo un 17% de nuestros compatriotas saben responder correctamente a preguntas tan elementales como si los Evangelios son una parte de la Biblia, si San Pablo pertenece al Nuevo o al Antiguo Testamento o si Jesús escribió algún evangelio. El estudio, hasta donde yo sé, no dice cuántos españoles leen la Escritura con asiduidad, pero mucho me temo que la cifra no sobrepasaría el 5%. Ni quiera la mayoría de los católicos practicantes cumple ese requisito que San Jerónimo consideraba esencial para considerar cristianos a hombres y mujeres. En otras palabras, en este país posee un analfabetismo bíblico total. Este país no es cristiano. Las cifras de bautizados no valen para nada cuando asistimos a este espectáculo de ignorancia de la Revelación de Dios. Ciertamente todos los que asisten a misa escuchan la Palabra de Dios. Algo es algo, pensarán muchos. Pero sinceramente creo que no sería mucho pedir a los católicos que se hagan a sí mismos el favor de hacer caso a la Iglesia cuando la misma les pide que lean la Biblia en sus casas. Para empezar, con diez o quince minutos al día puede valer. No basta con lamentarnos. Propongo a la Conferencia Episcopal española que haga una campaña en favor de la lectura de la Biblia. De tener éxito, los frutos los recogeremos antes de lo que nos imaginamos. Al fin y al cabo “toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté equiparado para toda obra buena” (2ªTim 3,1617). Hoy más que nunca, ante el avance del laicismo anticristiano, es necesario que al pueblo de Dios en España no se le pueda aplicar aquello que leemos en el profeta Oseas: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento” (Os 4,6) Luis Fernando Pérez Bustamante
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