¿Despertará de su letargo la Iglesia Católica en Cataluña?
El cardenal Martínez Sistach no ha previsto pasar a la historia como el factor reactivador de la fe en la aún gran diócesis de Barcelona. Y nosotros lo lamentamos. Pero, ¿lo lamenta Roma? ¿Lo lamentan el cardenal Re y Mons. Monteiro?
Nadie podrá negarnos que el compás de espera al que se están viendo sometidas tres importantes diócesis catalanas antes de la debida provisión episcopal, afecta al conjunto de las realidades pastorales de Cataluña. Quizá ninguna otra realidad eclesial, ni siquiera el País Vasco, es tan susceptible a verse toda ella implicada en el conjunto de los nombramientos episcopales que se realizan en cada una de sus sedes y a sufrir, también en su conjunto, las consecuencias de todo ello. Por desgracia para nosotros, y creemos que también para el resto de España, resulta difícil dibujar cualquier relevo episcopal con protagonistas no oriundos de estas tierras y, por “efecto dominó”, que cualquiera de los obispos que por aquí pastorean puedan atisbar ningún otro destino que no pase por el traslado a otra sede también en Cataluña. Realidad eclesial que nos resulta sórdidamente empobrecida y empobrecedora. Los nombramientos de los que serán los nuevos pastores de las diócesis de Lérida y Gerona, poseen en estos momentos una capital importancia para el futuro del catolicismo en Cataluña. Pero no tiene menor relevancia el nombramiento de al menos un obispo auxiliar para Barcelona en sustitución del obispo Joan Carrera, aún en activo. En estas tres últimas semanas se han acelerado las consultas realizadas en Barcelona y parece ser que los movimientos van concretándose. No se trata de que alguien haya depositado en el próximo auxiliar o auxiliares de Barcelona ninguna esperanza de solución a los problemas que el pontificado de Martínez Sistach plantea. Pero al menos se dilucidarían las incógnitas que deben despejarse antes de que éste acabe su mandato, dentro de cuatro años exactos. Estos meses están siendo de una exasperante mediocridad y de una falta de lucidez asombrosa. El cardenal Martínez Sistach se encuentra festejando y agasajando a todas aquellas instituciones eclesiales que habiendo visto la luz hace 40 años, en 1968, continúan presentándose como el paradigma de la renovación conciliar y del futuro de la Iglesia en Cataluña. Y nada más lejos de la realidad. Son instituciones encerradas en un endogámico circulo de agotamiento ideológico, incapaces de generar ni la ilusión ni el proyecto de reforma que la Iglesia en Cataluña necesita. Ni el nefasto Centre d´Estudis Pastorals, ni la más que mediocre Facultad de Teología de Cataluña, ni por supuesto el decrépito Consejo de Justicia y Paz, promotor del izquierdismo eclesial más contestatario por no decir también del político más radical, pueden ser las instituciones por las que pase el futuro de la Iglesia en Cataluña. Desgraciadamente ignoramos si este impasse cada vez más pronunciado, demuestra o no que el Nuncio Monteiro es consciente de ello. Subrayar únicamente que se nos revela especialmente injusto tener que prolongar en demasía esta espera. Hay mucha más vitalidad de la que se cree en nuestras realidades eclesiales. Algunas sin embargo, viven sometidas a un largo letargo, esperando que el paso decidido y alentador de obispos como Saiz y Casanova, e incluso Pujol y Cortés, llevan en sus respectivas diócesis, sea el motor para emprender con entusiasmo la Nueva Evangelización de Gérona, Lérida y, ¡cómo no!, de la siempre importantísima Barcelona. El cardenal Martínez Sistach no ha previsto pasar a la historia como el factor reactivador de la fe en la aún gran diócesis de Barcelona. Y nosotros lo lamentamos. Pero, ¿lo lamenta Roma? ¿Lo lamentan el cardenal Re y Mons. Monteiro? ¿Lo lamentan todos y cada uno de los obispos del resto de España? Si así no lo hicieran, se verían también ellos sujetos al juicio inapelable del Altísimo por tantas omisiones con las que condenaron al futuro del catolicismo en Cataluña. Todos los agentes deben poner de su parte para que la Iglesia en Cataluña pueda demostrar que ese aparente estado vegetativo al que se encuentra reducida no es crónico. Hay esperanza de futuro y cura para nuestros males endémicos. Pero esa sanación pasa por la inmediata provisión de los cargos episcopales esperados para esta primavera. De otra manera aún hemos de aguardar un letargo si cabe más paralizador de energías. Germinans germinabit
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