¿Está de moda ser dominico?
La esencia del matrimonio, de la familia, de la vida consagrada, de la amistad. Amar sabiendo que alguien nos ama, y sentirse amados para seguir amando más
por José F. Vaquero
Entre las noticias, revistas, boletines y correos que cruzan las autopistas de internet, uno me ha llamado la atención. “¿Por qué me hago dominico?”. Ángel, su protagonista, resume lo impactante del hecho: “El pasado mes de octubre de 2012, dejé mi trabajo (un buen trabajo y con la crisis que hay más todavía), para ingresar de lleno en la orden de los dominicos”. ´¿Dejar el trabajo e irse a una orden que algunos, sin malicia, identifican como de moda pero hace ya varios siglos? Algo se esconde detrás de un giro así. Es tan provocador como aquel libro de Jesús García, ¿Qué hace una mujer como tú en un sitio como éste (un convento)?
Una decisión así choca con la idea de Iglesia “pasada de moda” que late en ciertos ambientes de la sociedad. Como mínimo, consigue plantearnos algunas preguntas, cambiar la perspectiva con la que vemos el panorama actual, salpicado en demasía de crisis, economía, política y corrupción. En los orígenes de esta historia están las preguntas que asaltan (o asaltaban...) a cualquier joven: “¿Qué somos, qué sentido tiene todo, para qué vivimos, si todo se termina, si tarde o temprano llega la enfermedad o la muerte...?” Preguntas de un muchacho de 16 años, que anhela disfrutar de la vida con todas sus fuerzas, y a la vez constata la cruel realidad del sufrimiento, de la enfermedad, de la muerte. Y preguntas para un joven o un adulto: ¿Qué estás haciendo con tus años? ¿En qué estás gastando la vida? ¿Para qué estás trabajando, luchando?
El deseo de felicidad es innato, e incluso entre copa y copa, entre botellón y botellón, el joven de hoy se lo sigue planteando. Puede ser un rumor, un ruido de fondo que sólo se escucha cuando, oh desgracia, el mp3 se queda sin batería y y sólo queda escuchar la voz del silencio. Quizás por lo poco que suenan estas preguntas, y por la abundancia de otros ruidos, el hombre de hoy tarda tanto en darse una respuesta que le satisfaga, que le llene.
Uno de estos corazones inquietos, buscadores, siempre de actualidad, es uno de los autores preferidos por Benedicto XVI: San Agustín de Hipoan. Fue un “progre” de su tiempo, buscador por muchos caminos de la realización de su corazón. Y uno de esos caminos que experimentó, como el hombre de hoy, fue el goce personal a más no poder y el sexo in ninguna responsabilidad. Hasta que se dio cuenta de la grandeza del amor, el amor verdadero, el amor que responde toda pregunta.
Ángel también narra esta experiencia, en primera persona: “Yo mismo he tenido que pasar por ello, años de error y descoloque, años de búsqueda de mi mismo, buscando la seguridad en tener cosas, en tener un trabajo bueno que me diera seguridad, en caer bien a los demás, en la búsqueda de la diversión y el placer..., y viviendo estas cosas como si fueran el único fin para el que estamos hechos, ese es el problema”.
El ejemplo de este futuro dominico no es ajeno a esta lenta evolución, y han pasado casi tres décadas hasta que las preguntas van encontrando respuestas, sobre todo la de aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida, Jesucristo. ¿Por qué dominico? “Me gustan sus carismas, el estudio de la verdad, "contemplar y dar lo contemplado...". En esa docilidad de que el Señor es el que hace, intento dejarme llevar.”.
“En esa luz nueva sentí el amor de Dios en la persona de Cristo, no hay amor igual a este, llena y penetra todo tu ser, te sientes feliz como nunca lo has sido y pleno. Entonces descubres que no hay nada semejante a esto que no necesitas ya buscar más, que tu vida tiene sentido, que tu padre fallecido vive en Él, que su vida tuvo sentido al igual que la tuya y que la vida es un regalo precioso de Dios que llegará a plenitud en Jesucristo nuestro Señor.”.
Todo hombre busca la felicidad, y viendo la experiencia de muchos seres felices, la encontraremos en el amor, en la entrega, en el dar. Esa es también la esencia del matrimonio, de la familia, de la amistad. Amar sabiendo que alguien nos ama, y sentirse amados para seguir amando más.
Una decisión así choca con la idea de Iglesia “pasada de moda” que late en ciertos ambientes de la sociedad. Como mínimo, consigue plantearnos algunas preguntas, cambiar la perspectiva con la que vemos el panorama actual, salpicado en demasía de crisis, economía, política y corrupción. En los orígenes de esta historia están las preguntas que asaltan (o asaltaban...) a cualquier joven: “¿Qué somos, qué sentido tiene todo, para qué vivimos, si todo se termina, si tarde o temprano llega la enfermedad o la muerte...?” Preguntas de un muchacho de 16 años, que anhela disfrutar de la vida con todas sus fuerzas, y a la vez constata la cruel realidad del sufrimiento, de la enfermedad, de la muerte. Y preguntas para un joven o un adulto: ¿Qué estás haciendo con tus años? ¿En qué estás gastando la vida? ¿Para qué estás trabajando, luchando?
El deseo de felicidad es innato, e incluso entre copa y copa, entre botellón y botellón, el joven de hoy se lo sigue planteando. Puede ser un rumor, un ruido de fondo que sólo se escucha cuando, oh desgracia, el mp3 se queda sin batería y y sólo queda escuchar la voz del silencio. Quizás por lo poco que suenan estas preguntas, y por la abundancia de otros ruidos, el hombre de hoy tarda tanto en darse una respuesta que le satisfaga, que le llene.
Uno de estos corazones inquietos, buscadores, siempre de actualidad, es uno de los autores preferidos por Benedicto XVI: San Agustín de Hipoan. Fue un “progre” de su tiempo, buscador por muchos caminos de la realización de su corazón. Y uno de esos caminos que experimentó, como el hombre de hoy, fue el goce personal a más no poder y el sexo in ninguna responsabilidad. Hasta que se dio cuenta de la grandeza del amor, el amor verdadero, el amor que responde toda pregunta.
Ángel también narra esta experiencia, en primera persona: “Yo mismo he tenido que pasar por ello, años de error y descoloque, años de búsqueda de mi mismo, buscando la seguridad en tener cosas, en tener un trabajo bueno que me diera seguridad, en caer bien a los demás, en la búsqueda de la diversión y el placer..., y viviendo estas cosas como si fueran el único fin para el que estamos hechos, ese es el problema”.
El ejemplo de este futuro dominico no es ajeno a esta lenta evolución, y han pasado casi tres décadas hasta que las preguntas van encontrando respuestas, sobre todo la de aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida, Jesucristo. ¿Por qué dominico? “Me gustan sus carismas, el estudio de la verdad, "contemplar y dar lo contemplado...". En esa docilidad de que el Señor es el que hace, intento dejarme llevar.”.
“En esa luz nueva sentí el amor de Dios en la persona de Cristo, no hay amor igual a este, llena y penetra todo tu ser, te sientes feliz como nunca lo has sido y pleno. Entonces descubres que no hay nada semejante a esto que no necesitas ya buscar más, que tu vida tiene sentido, que tu padre fallecido vive en Él, que su vida tuvo sentido al igual que la tuya y que la vida es un regalo precioso de Dios que llegará a plenitud en Jesucristo nuestro Señor.”.
Todo hombre busca la felicidad, y viendo la experiencia de muchos seres felices, la encontraremos en el amor, en la entrega, en el dar. Esa es también la esencia del matrimonio, de la familia, de la amistad. Amar sabiendo que alguien nos ama, y sentirse amados para seguir amando más.
Comentarios
Otros artículos del autor
- El misterio del bien y el mal, siempre presente
- Médicos humanos, para niños y mayores
- Buceando en el matrimonio, un iceberg con mucho fondo
- La fecundidad social del matrimonio
- Cuarenta años de la reproducción «in vitro» en España
- Una bola de nieve llamada Belén de la Cruz
- Hakuna, la Carta a Diogneto del siglo XXI
- El drama de los «likes»: ¿qué diría Juan Pablo II?
- Procesiones y profesiones
- ¿Qué pasa con la natalidad?