Sobre nuestro papel, el de los cristianos, en la sociedad
El proceso de beatificación de Aldo Moro que parece que iniciará la Iglesia es un caso excelente para ver lo que significa un testimonio católico en la política y también los riesgos que conlleva
Con el paso del tiempo, digamos que la última década, ha habido aspectos de los cristianos en su presencia en la sociedad española que han mejorado claramente, pero en lo sustancial el logro es insuficiente o al menos este es mi punto de vista. Debo razonar el porqué lo sostengo.
Básicamente los motivos son estos: Primero, nuestra tarea es la de procurar nuestra salvación y la de los demás. La fe que profesamos solo toma sentido si está absolutamente articulada con el proyecto de salvación. Creo que esto es evidente. Y ello nos interpela en dos aspectos que están estrechamente entrelazados: lo que hacemos nosotros para salvarnos y cómo nos tomamos la salvación de los demás. Si cumplimos con la obligación de dar a conocer la Buena Nueva y nos esforzamos para hacerlo de forma habitual y cada vez mejor, es decir con mayor capacidad y habilidad para difundirla. Ligado a ello, cómo ejercemos el testimonio personal en cada momento de nuestras vidas y en todas partes de manera coherente con la Buena Nueva que anunciamos.
Creo que en este terreno lo logrado es todavía insuficiente, muy pobre, y debo decir con dolor que algunos medios de comunicación que pertenecen directamente a la Iglesia o que están muy vinculados a ella, con su estilo y su forma de proceder, en parte –que no en la totalidad- de sus programas, no ayudan para nada a ello. Cualquier católico puede equivocarse, esto forma parte del pecado original, de la condición humana, pero lo que no puede hacer es convertir el error en virtud. Y esto es lo que a veces sucede.
Hay otra segunda dimensión, que es colectiva. Si somos el pueblo de Dios porque tenemos una alianza con Él, hemos de comportarnos como tal pueblo ante dos retos permanentes en la vida del hombre. Uno, el del combate contra las estructuras de pecado. La política puede ser un buen instrumento, pero casi siempre en España quienes están metidos en política acaban anteponiendo las ideas del partido a su exigencia como católicos.
El proceso de beatificación de Aldo Moro que parece que iniciará la Iglesia, según informa ForumLibertas, es un caso excelente para ver lo que significa un testimonio católico en la política y también los riesgos que conlleva. Quien vive en política y no está dispuesto a asumir riesgos, que no hace falta que sean tan dramáticos como los de Aldo Moro, difícilmente podrá cumplir con su papel.
El segundo reto se refiere a la atención que en cada momento histórico la Iglesia, y por consiguiente los católicos, han prestado al mantenimiento de la civilización entendido como la cultura que en cada momento mejor articula la ley natural. Esto implica la necesidad de proyecto y la capacidad de crítica.
En estos dos ámbitos colectivos el progreso ha existido, ha mejorado la presencia de organizaciones, pero es muy limitado, sin ninguna capacidad para incidir sobre las instituciones o al menos hacerlo de una manera regular.
Josep Miró i Ardèvol, presidente de E-Cristians y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos
© Forum Libertas
Básicamente los motivos son estos: Primero, nuestra tarea es la de procurar nuestra salvación y la de los demás. La fe que profesamos solo toma sentido si está absolutamente articulada con el proyecto de salvación. Creo que esto es evidente. Y ello nos interpela en dos aspectos que están estrechamente entrelazados: lo que hacemos nosotros para salvarnos y cómo nos tomamos la salvación de los demás. Si cumplimos con la obligación de dar a conocer la Buena Nueva y nos esforzamos para hacerlo de forma habitual y cada vez mejor, es decir con mayor capacidad y habilidad para difundirla. Ligado a ello, cómo ejercemos el testimonio personal en cada momento de nuestras vidas y en todas partes de manera coherente con la Buena Nueva que anunciamos.
Creo que en este terreno lo logrado es todavía insuficiente, muy pobre, y debo decir con dolor que algunos medios de comunicación que pertenecen directamente a la Iglesia o que están muy vinculados a ella, con su estilo y su forma de proceder, en parte –que no en la totalidad- de sus programas, no ayudan para nada a ello. Cualquier católico puede equivocarse, esto forma parte del pecado original, de la condición humana, pero lo que no puede hacer es convertir el error en virtud. Y esto es lo que a veces sucede.
Hay otra segunda dimensión, que es colectiva. Si somos el pueblo de Dios porque tenemos una alianza con Él, hemos de comportarnos como tal pueblo ante dos retos permanentes en la vida del hombre. Uno, el del combate contra las estructuras de pecado. La política puede ser un buen instrumento, pero casi siempre en España quienes están metidos en política acaban anteponiendo las ideas del partido a su exigencia como católicos.
El proceso de beatificación de Aldo Moro que parece que iniciará la Iglesia, según informa ForumLibertas, es un caso excelente para ver lo que significa un testimonio católico en la política y también los riesgos que conlleva. Quien vive en política y no está dispuesto a asumir riesgos, que no hace falta que sean tan dramáticos como los de Aldo Moro, difícilmente podrá cumplir con su papel.
El segundo reto se refiere a la atención que en cada momento histórico la Iglesia, y por consiguiente los católicos, han prestado al mantenimiento de la civilización entendido como la cultura que en cada momento mejor articula la ley natural. Esto implica la necesidad de proyecto y la capacidad de crítica.
En estos dos ámbitos colectivos el progreso ha existido, ha mejorado la presencia de organizaciones, pero es muy limitado, sin ninguna capacidad para incidir sobre las instituciones o al menos hacerlo de una manera regular.
Josep Miró i Ardèvol, presidente de E-Cristians y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos
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