Brave new world
Los defensores del principio de que es preferible tener un hijo muerto a tener un hijo enfermo animan a las mujeres "de riesgo" a realizar esta prueba, considerando que el riesgo de aborto se compensa por el riesgo de tener un hijo con Síndrome de Down.
por Agustín Losada
Quizás alguno piense que el mundo feliz narrado por Aldous Huxley (Brave New World, que es el título original de su novela) no sería jamás posible. El hombre no podría llegar jamás a desnaturalizar su ser de tal manera que, llevado de una concepción estrictamente materialista y utilitarista, seleccionara antes de nacer a aquellos individuos sanos, merecedores del derecho a llegar a nacer. Se trataría de acelerar la selección que de forma normal realiza la naturaleza a fin de lograr mejorar la raza humana, permitiendo el nacimiento solo de los mejores individuos.
“Es deseable que se puedan implementar, en todas las gestaciones, técnicas no invasivas para valorar el riesgo de que un feto presente una malformación. Podemos destacar entre ellas la historia clínica, la ecografía y el cribado bioquímico.
Esta práctica eugenésica podría realizarse de dos maneras. Bien fuera fabricando en laboratorio los embriones con la combinación genética deseada, para después ser implantados en una mujer, o bien analizando en fase temprana la genética de todos los embarazos producidos por la forma tradicional a fin de eliminar tempranamente aquellos que no resultaran conforme a lo esperado. Lo primero resulta muy complicado, puesto que supone renunciar al medio natural de procreación humana. El acto sexual quedaría así desligado en su factor unitivo y procreativo. Con independencia de la aberración antropológica que esto supone, a efectos prácticos resultaría imposible de seguir en el 100% de los casos. La segunda alternativa parece, pues, más viable. Desde que en 1956 los científicos daneses Fritz Fuchs y Powl Riis publicaran el primer test de diagnóstico genético prenatal en humanos, esta prueba se ha llegado a convertir en una rutina médica, particularmente en madres añosas (¡qué feo suena este término!), quienes tienen mayor riesgo de tener un hijo con alteraciones genéticas como la tan temida trisomía 21 (o sea, el síndrome de Down). Desde finales de los 60 se ha ido popularizando este tipo de tests, que se realizan extrayendo un poco del líquido amniótico para analizar su ADN y detectar así cualquier alteración cromosómica, o mediante la técnica de CVS (chrorionic villus sampling), que extrae un trozo de tejido de placenta. Pero los altos costes de la prueba, lo incómodo de la misma, y sobre todo, el riesgo de aborto que comporta han limitado hasta ahora su uso. Los defensores del principio de que es preferible tener un hijo muerto a tener un hijo enfermo animan a las mujeres “de riesgo” a realizar esta prueba, considerando que el riesgo de aborto se compensa por el riesgo de tener un hijo con Síndrome de Down.
Así, en España, el Comité de Bioética de la SEGO (Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia) propone en un documento[1] lo siguiente:
“Es deseable que se puedan implementar, en todas las gestaciones, técnicas no invasivas para valorar el riesgo de que un feto presente una malformación. Podemos destacar entre ellas la historia clínica, la ecografía y el cribado bioquímico.
Si las pruebas realizadas indican que el riesgo de alteraciones cromosómicas o de malformaciones es elevado, se debe facilitar a la mujer la posibilidad de proceder a la ejecución de pruebas invasivas. Debe conocerse de antemano la actitud de la mujer frente a la interrupción del embarazo. Antes de emprender procedimientos diagnósticos, la mujer debe ser correctamente informada sobre los riesgos y beneficios de la técnica a emplear, obteniendo el adecuado e imprescindible Consentimiento Informado.”
La sangre contiene billones de fragmentos de ADN que proceden de células muertas y destruidas parcialmente por las enzimas, Los científicos saben desde hace tiempo que la sangre de una mujer embarazada contiene desde los primeros momentos de gestación entre un 5 y un 10% de estos fragmentos de ADN “libre” que proceden del feto. Gracias a las técnicas de secuenciación genómica que cada vez son más baratas y eficaces, es posible, a partir de un simple análisis sanguíneo a la madre, rastrear el DNA del feto y analizar aspectos de su genoma. De este modo es posible saber cada vez con mayor precisión si el hijo tiene o no alteraciones genéticas a través de una técnica no invasiva. El potencial de esta técnica es muy prometedor. Ya hoy, dos de los principales investigadores en este campo, Dennis Lo, de la Universidad de Hong Kong, y Steve Quake de Stanford, utilizan diferentes métodos para analizar los fragmentos de DNA fetal presentes en la sangre materna. Y sus métodos son capaces de detectar la ausencia o exceso de cromosomas (como la trisomía 21). Por supuesto, ya hay empresas interesadas en esta técnica. Si no se hace necesario recurrir a la amniocentesis o a CVS para refrendar los resultados, y el coste de la secuenciación genómica continúa disminuyendo, en unos cinco años su uso se habrá hecho extensivo en los países civilizados. Y todos estaremos orgullosos porque habremos logrado, con técnicas no-invasivas, una mejora significativa de la raza humana. ¿Por qué tener un hijo enfermo, pudiendo tenerlo sano? Las técnicas de control de calidad se habrán aplicado con éxito a la especie humana. Cuando se extienda el uso de estas técnicas, no se producirán más abortos ni asesinatos de niñas en China. Los embriones XX serán directamente eliminados en etapas más tempranas, sin que la mujer tenga que soportar el embarazo ni el trauma de deshacerse de su hija recién nacida. Y todos viviremos en un mundo más feliz… Siempre, claro está, que en paralelo logremos acallar nuestra conciencia que, insistente ella, se empeña en protestar contra la más feroz manipulación del hombre que la Historia ha conocido y su reducción a un mero producto de consumo.
Hay otro pequeño problema aún por resolver: Quién se hará cargo de la factura de todos estos análisis, y de los abortos que sobrevendrán como consecuencia de ellos. Este es un coste adicional, que los sistemas sanitarios no están preparados para soportar. Aunque probablemente se podrá comprobar que es más rentable desde un punto de vista económico impedir el nacimiento de hijos enfermos que soportar el coste de su tratamiento una vez nacidos. Este análisis genético podría ser considerado “medicina preventiva”. El mundo al revés.
[1] Comité de Bioética de la SEGO: Los procedimientos diagnósticos y los tratamientos excesivos en Obstetricia y Ginecología
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