Homosexualidad, huevos y tolerancia
Leo en la prensa de hoy que en Argentina, donde por unos pocos votos se ha cometido el grave error de equiparar el matrimonio a las uniones entre personas homosexuales, siguiendo el patético ejemplo de nuestro Gobierno (La kirchner y ZP, tal para cual), quienes se oponían a la medida fueron recibidos por los partidarios de la reforma legal con huevos. Vamos, a huevazo limpio.
Sé que el chascarrilo es un tanto ramploncete, incluso simplón, pero manda idem que quienes reniegan de lo que otros presumen utilicen los mismos para agredir a quienes no defienden sus dogmas.
El primero de ellos, probablemente, el de que lo que el lobby homosexualista defiende es la verdad que hay que tolerar y, aún más, venerar, mientras que otra postura, expresada con ejemplar serenidad lo único que merece es el premio a los malos cómicos: huevazos.
He ahí un ejemplo más de la intolerancia que es columna vertebral de los lobbys homosexuales y sus corifeos, que tantas veces ha sido denunciada.
No será necesario recordar cómo se ha impuesto una multa al grupo Intereconomía por un vídeo en el que participantes en la cabalgata orgullosa (me pregunto ¿de qué?) gritaban ebrios de alcohol y odio animando a quemar a la Iglesia, sin ser en absoluto sancionados.
No seré yo quien defienda que los homosexuales merecen reproche por el hecho de serlo. Se ha dicho, y es verdad, que hay que distinguir la persona del error. Otra cosa será que analice y tome postura sobre sus comportamientos. Pero tampoco me encontrarán en las filas de quienes defienden que el pensamiento prohomosexual (o, dicho de otra manera, contrario a la naturaleza del ser humano que es heterosexual y complementaria) ha de ser defendido a base de huevos. En este caso, de huevazos.
Sé que el chascarrilo es un tanto ramploncete, incluso simplón, pero manda idem que quienes reniegan de lo que otros presumen utilicen los mismos para agredir a quienes no defienden sus dogmas.
El primero de ellos, probablemente, el de que lo que el lobby homosexualista defiende es la verdad que hay que tolerar y, aún más, venerar, mientras que otra postura, expresada con ejemplar serenidad lo único que merece es el premio a los malos cómicos: huevazos.
He ahí un ejemplo más de la intolerancia que es columna vertebral de los lobbys homosexuales y sus corifeos, que tantas veces ha sido denunciada.
No será necesario recordar cómo se ha impuesto una multa al grupo Intereconomía por un vídeo en el que participantes en la cabalgata orgullosa (me pregunto ¿de qué?) gritaban ebrios de alcohol y odio animando a quemar a la Iglesia, sin ser en absoluto sancionados.
No seré yo quien defienda que los homosexuales merecen reproche por el hecho de serlo. Se ha dicho, y es verdad, que hay que distinguir la persona del error. Otra cosa será que analice y tome postura sobre sus comportamientos. Pero tampoco me encontrarán en las filas de quienes defienden que el pensamiento prohomosexual (o, dicho de otra manera, contrario a la naturaleza del ser humano que es heterosexual y complementaria) ha de ser defendido a base de huevos. En este caso, de huevazos.
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