Cómo la ideología de género promueve la destrucción de la familia.
por Benigno Blanco
Cómo la ideología de género promueve la destrucción de la familia.
Diego Morais Sarmento Madureira, portugués con amplio curriculum académico en España y en su país de origen y con experiencia de trabajo en ONU y en la diplomacia portuguesa, nos regala un estudio muy actual sobre la revolución en la concepción de la familia en las leyes y las políticas públicas que ha supuesto la ideología de género. Su obra, La familia ante la revolución posmoderna. Política, género y libertad (Editorial Media Luna, 2023, 356 págs), no es un libro más sobre el género como ideología dominante en nuestros días, sino una exposición muy actual sobre la revolución del concepto de familia que ha supuesto la legallización de la producción de niños por donación de gametos legitimada culturalmente por la normalización jurídica de la idea de que la biología no importa y que solo es relevante que alguien quiera al niño al margen de sus raíces y su sexo biológico.
El autor parte de las recientes leyes española y portuguesa en materia de reproducción asistida que normalizan la obtención de hijos con donación de esperma u óvulos de donantes anónimos (y la práctica de reconocer las consecuencias del alquiler de úteros), como mera expresión de un presunto derecho al hijo al margen de toda situación de esterilidad o matrimonial, negando así toda relevancia al derecho del niño a su padre y su madre biológicos. Diogo Morais es muy crítico con la idea- hoy legalizada y promocionada por el Estado- de que el padre o la madre reales son meros donantes de esperma o arrendadores de úteros sin ninguna responsabilidad respecto a su hijo y que para éste esa ausencia programada de sus padres biológicamente reales es anodina e irrelevante. Y sostiene esta tesis con abundantísima literatura científica que le da soporte.
Como indica ya desde los inicios de su obra, Morais Sarmento confronta la tesis -que rechaza- de que ”el Estado de Derecho es incompatible con la protección de un modelo de familia específico y la ley debería proceder a la equiparación de los diversos proyectos de vida familiar considerándolos como iguales o igualmente aceptables” (pág. 11), por una parte; y por otra “la realidad biológica de la filiación, que caracteriza inmediatamente el concepto de familia y la distingue de los demás agregados humanos (…). La hipótesis que este libro propone es clara: hablar de familia en vez de familias, enfatizando la característica distintiva primordial del concepto (los lazos biológicos) es defender -y no ofender- los derechos humanos” (pág. 13-14). Nuestro autor no desconoce que la familia no es sólo biología, pero afirma claramente que querer reducirla por el Estado y la ley solo a afectos y amor resulta muy dañino para los niños afectados y para la propia institución familiar.
El capítulo primero (págs. 19 a 53), bajo el título Desde El Cairo hasta hoy, relata el intento del activismo ideológico de género (impuesto por el mundo rico occidental) de imponer a todo el mundo la idea de que defender la familia natural es atentatorio contra los derechos de las minorías sexuales y los derechos individuales, proceso que empezó en El Cairo en 1994 y que sigue encontrando resistencias serias como demuestra que esa perspectiva no se haya incorporado a los objetivos de la Agenda 2030, pues muchos países siguen percibiéndola como “una especie de colonialismo ideológico o una nueva forma de imperialismo cultural” (pág. 53). Es decir, estamos ante una batalla cultural y política viva pero no cerrada.
Los siguientes capítulos analizan con detalle la ideología de género, sus influencias políticas y en la ONU y la evidencia científica contraria a ella (cap. 2); la importancia de la biología y la complementariedad sexual para las políticas de familia (cap. 3); el abandono del principio del interés superior del menor y de la biología por los promotores de la gestación subrogada (cap. 4); y lo que llama “la paradoja del emotivismo” (cap. 5) que define como “la tendencia a sobrevalorar el componente social o afectivo de la paternidad en detrimento del componente biológico, típica de nuestros días” (pág. 255). Copio de este último capítulo la siguiente cita expresiva de las conclusiones del autor: “proclamar la igualdad de los ´diversos tipos de familia´ o el reconocimiento de que todos son igualmente aceptables por principio, esto es, en cuanto modelos, es ignorar la vinculación biológica entre los miembros de la familia como si fuera un detalle, promoviendo, en consecuencia, la desigualdad de los hijos. (…). La idea aparentemente benigna de extender el significado de familia resulta ser exactamente la forma más eficiente de abolirlo. Si cualquier agregado puede ser familia y los vínculos biológicos no sirven de criterio, entonces la noción de familia se vuelve indiferenciada, arbitraria e inútil (por insignificante)” (pág. 246-247).
El libro concluye con unas Conclusiones (págs. 271 a 319) cuya lectura es de sumo interés.
Benigno Blanco