Miércoles, 18 de diciembre de 2024

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Santa y pecadora. Ser sal y luz. (2/2)

Santa y pecadora. Ser sal y luz. (2/2)
Sal de la Tierra

por La divina proporción

¿Hacia dónde camina actualmente la Iglesia? No lo sabemos con claridad. Hay tantos tipos de personas, grupos y realidades, que podríamos pensar en que cada cual busca donde agarrarse porque la tormenta va aumentando día a día. Benedicto XVI, cuando todavía era Cardenal y  prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, compartió una visión interesante del futuro eclesial en el libro: "La Sal de la Tierra":

"... la Iglesia también irá adquiriendo nuevas formas. Será una Iglesia de minorías, menos identificada con las grandes sociedades, y compuesta por círculos de creyentes plenamente convencidos, con vida interior; y entonces la Iglesia podrá ser mucho más operativa. Podrá ser, con palabras de la Biblia, precisamente, "la sal de la tierra". En esta transformación es nuevamente muy importante que lo constante en el hombre, lo que es esencial para él, no se destruya nunca, y las energías que le sostienen como hombre serán aún más necesarias".

¿Minorías? En la actualidad la Iglesia ya no es un elemento hegemónico dentro del entramado de poder social. Todavía conserva una cierta influencia, pero va reduciéndose cada día. A los políticos ya nos les interesa el poder eclesial, ya que tienen prácticamente todo el poder en sus manos. Al final, los que sigamos dentro de la Iglesia, nos sentiremos muy distantes de la realidad social que nos rodea. Esto ha pasado siempre, pero en la actualidad se evidencia más claramente por la saturación informativa que padecemos. También podemos entender por minorías como pequeños grupos humanos (círculos) que viven de forma particular la fe. El problema no es conformar grupos o círculos de fe, sino que estos grupos no se cierren en sí mismos y además, anden en continuas peleas unos contra otros. El Card. Ratzinger nos indicó que deberían ser operativos como "sal de la Tierra".

¿Sal de la tierra? En el sermón de la Montaña, Cristo habla de ello a quienes realmente le siguen:

Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya para nada sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mt 5, 13-16)

La sal es una sustancia que da sabor a la comida siempre que se introduzca y no echemos más de lo necesario. La sal complementa la receta no es lo esencial. De hecho no comemos sal porque sería tóxica para nosotros. Ser "sal de la tierra" conlleva estar presente como "catalizador" que ayuda a la Dios estar presente entre nosotros. Deberíamos ser un elemento que transforme y potencie la presencia de Dios entre los seres humanos. Cristo también dice que debemos ser la "luz del mundo". La luz nos permite ver lo que nos rodea y entender qué pasa en torno a nosotros. ¿Cuál es el objetivo de ser luz del mundo? Que los demás puedan dar gracias a Dios porque ven que está presente en su vida.

Creo que a la Iglesia actual le pasa como al Pueblo de Israel durante el Éxodo. Caminamos sin saber dónde vamos y sólo la Gracia de Dios nos permite seguir adelante. Durante el recorrido, se producen escenas y episodios de todo tipo. Recordemos la adoración del "Becerro de Oro" y el Maná que permitía milagrosamente seguir adelante. 

Sin duda el objetivo es la "Tierra Prometida". Quizás tardemos muchas generaciones en llegar, pero lo interesante actualmente es el "Camino". ¿Caminar en un desierto? ¿Cómo no morir en este caminar? Tendremos que tomar todos los días el humilde Maná de la Esperanza y no dejarnos convencer por los maravillosos "Becerros de Oro" que no ofrecen. Becerros que sólo son apariencia y marketing. Detrás del Maná está Dios. Detrás del Becerro, están muchos intereses humanos egoístas. El Becerro de Oro lo sostienen aquellos que ganan algo elevándolo entre la multitud. 

La Iglesia debe ser muy diferente. Es como el Maná. Cae cada mañana para que podamos alimentarnos y seguir adelante en nuestro caminar por el desierto de la realidad postmoderna. No hace ruido, no necesita de multitudes que se agolpen en torno a influencers o líderes sociales. Líderes que terminan destrozados al intentar convertirse en segundos salvadores. ¿Qué es lo que tenemos que hacer entonces? Se trata de arrodillarnos humildemente para recoger el Maná. Es interesante indicar que el Becerro de Oro fue creado en ausencia de Moisés. ¿Nos está pasando lo mismo actualmente? Nos olvidamos de Cristo y tendemos a sustituirlo por sucedáneos que nos alejan de Dios.

Ser "Sal de la Tierra" no es sencillo porque pone en cuestión a muchos segundos salvadores que han construido sus "Becerros de Oro" particulares. Pero tanto la sal, como la levadura, tienen como misión ser humilde herramienta en manos de Dios. No busca brillar por sí misma, sino hacer brillar el sabor del alimento en que se disuelve. Se sal o levadura, conlleva desprecios e indiferencias por parte de la sociedad. Estos desprecios evidencian que andamos tras las pisadas del Señor. ¿No lo padeció el Señor antes que nosotros?

"Si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia." (Jn 15, 18-19)

"Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos." (Mt 5, 11)

 

 

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