Viernes, 24 de enero de 2025

Religión en Libertad

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Lo vas dejando

por Una fe con chispa

LO VAS DEJANDO...

 Si nos cruzamos de brazos,
seremos cómplices de un sistema
que ha legitimado la muerte silenciosa.
-Ernesto Sábato-

Aquella señora, en el juicio donde se la acusaba de haber matado a su marido después de cincuenta años de matrimonio, tenía perplejo al juez.

 —Por más vueltas que le doy, señora, no logro entender su caso. ¿Cómo pudo usted eliminar a su marido después de cincuenta años de matrimonio?

 —Pues, tiene usted razón, Sr. juez. La verdad es que pensé hacerlo en la luna de miel, pero... lo vas dejando..., lo vas dejando...

El periodista, político y dramaturgo mejicano, Ricardo Flores Magón, dejó escrito que «los sumisos, los mansos, los indiferentes, los sufridos, los resignados, son la masa, la muchedumbre que con su pasividad, su modorra y falta de carácter hacen lento y doloroso el avance de las sociedades».

 Hace ya muchos años que los enemigos de la civilización cristiana tienen en marcha una auténtica ingeniería social para destruir las raíces cristianas de la sociedad. Y los creyentes, en general, ¿qué hacen ante este ataque cada vez menos sutil y más agresivo contra sus valores? Pues, salvo honrosas excepciones, callan, transigen, miran hacia otro lado y... lo van dejando, lo van dejando.

 Su inacción posibilita el crecimiento del hombre light: preocupado por los problemas de la humanidad, pero incapaz de aportar soluciones limitado por sus «prudencias» y su torpeza social. Maniatado por la acidia o pereza psicológica, la inercia espiritual, la política del avestruz y el temor al cambio.

 Una persona paniaguada o maricomplejines, muy adaptada a los deseos de los demás, demasiado complaciente y de poca iniciativa; una persona cuyo estado interior es algo así como un ir medio dormida, medio muerta por la vida, que actúa con un carácter desapasionado, flemático; como una persona demasiado demasiado resignada, pasiva, conformista. Es generalmente una persona sencilla, sin problemas, aparte de su excesiva intolerancia a lo problemático y su excesiva dificultad a la hora de decir no. Es un consumista que lo pasa bien, un individualista al que no le importa nada de nada; un hedonista.

Desgraciadamente el número de estas personas va en aumento; están constituyendo una familia numerosísima y, evidentemente, con mucha gente así, es imposible que la colectividad funcione.

Si no queremos vivir lamentándonos de lo mal que están las cosas, si queremos volver a ser sal de la tierra, debemos volver a intentarlo, porque se puede. Es posible revertir la situación, solo hay que hacer un cambio: transformar lo vas dejando por vas actuando. Actuar. Y, claro, si tenemos fe, rezar.

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