Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Lo que le queda al euro por aprender del oro.

por Apolinar

Herman van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, declaró hace muy pocos días en Financial Times que los líderes políticos de los dieciséis países que integran la zona del euro estuvieron a punto de romperlo el mes pasado. Una noticia casi increíble si se piensa que el coste de abandonar el euro sería prohibitivo para cualquier país, ya sea éste económicamente fuerte o sin ninguna credibilidad política ni económica, y podría ser la causa de una crisis mundial de proporciones desconocidas. Guste o no, el euro ha conseguido que Europa, una auténtica jaula de grillos, haya quedado atada por un vínculo monetario que se puede convertir en la ruina de muchos si se rompe o en la base sobre la que recomponer las economías nacionales si cumple su función de dinero.

No sabemos los cálculos políticos que pudieron llevar a nuestros líderes a pensar en lo que informa Van Rompuy, pero si tratamos de llegar a las razones más profundas de por qué se rechaza el euro veremos que es por los manejos políticos que lo acompañan. Los ciudadanos honestos rechazarán cualquier moneda que crean que los gobernantes van a envilecer para resolver sus problemas políticos y reducir el endeudamiento público. Querrán un dinero que se lo puedan robar los ladrones con lucha y por la fuerza, pero no el Estado por la puerta de atrás de las devaluaciones con el "noble fin" de resolver los problemas económicos de otros. Los ciudadanos menos honestos, alentados por las promesas falaces de los gobernantes, desearán otra moneda si piensan que sus políticos favoritos la podrán inflar para resolver sus problemas económicos, o simplemente la podrán manipular en su favor y en perjuicio del resto.

¿Qué se puede hacer para que el euro sea una moneda que no produzca rechazo y promueva la honestidad? La solución creo que es simple: conseguir que el euro se comporte como "dinero", libre de influencias políticas, y si queremos saber cómo debería comportarse para actuar como dinero, nos tendremos que fijar en cómo se comportaría el oro. Un metal que ha visto nacer y desaparecer imperios y, sin embargo, hasta la imposición reciente del dinero fiduciario por los Estados siempre ha sido el bien aceptado por todos como dinero.

Durante siglos y siglos, civilizaciones y civilizaciones, tras haber probado con todo tipo de cosas: ganado, cereales, conchas, plumas, etc, el hombre acabó por generalizar el uso del oro como "dinero" (y también la plata, de hecho, en muchos zonas se usa la palabra “plata” como sinónimo de dinero). El hombre acabó por descubrir que el oro, por ser un bien escaso, valioso, divisible, transportable e incorruptible facilitaba los intercambios y permitía la especialización en el trabajo. Uno se podía especializar en la producción de telas o en el comercio de especias para conseguir oro que a su vez pudiera usar para demandar los productos o servicios del trabajo especializado de otros. El dinero cumple una función tan importante para la coordinación social como la que pueda cumplir el lenguaje, por eso queremos que nuestro dinero sea tan bueno como el oro. 

Ningún gobernante ni ninguna de sus mentes privilegiadas tuvo la genial idea de que el oro hiciese la función de dinero, más bien tuvieron que aceptar lo que la gente usaba y aceptaba en los intercambios. De hecho, los gobernantes, y más cuanto más poderosos, siempre han odiado al oro como dinero por el poder que les quitaba. Han tratado de saltarse las leyes de la física y de la química y conseguir oro de la nada envileciendo la moneda, pero esto era un fraude descarado denunciado hasta en la Biblia; o han tratado de sustituirlo por algo que ellos pudieran controlar, algo de escaso valor que pudieran dar a sus súbditos (o que tuvieran que aceptar a la fuerza) a cambio de sus bienes o trabajo y poder seguir pagando sus fastos, guerras y obras faraónicas. Los gobiernos tuvieron que esperar hasta su invento del dinero fiduciario, un dinero sin más respaldado que su propia promesa de mantener su poder adquisitivo, para hacer su sueño realidad.

El dinero fiduciario, en sí, no es una estafa. Tiene su justificación económica, ya que la sociedad al utilizar como dinero un papel moneda carente de cualquier otra utilidad (salvo para los numismáticos), se libera al oro, esa “reliquia bárbara” en palabras de Keynes, de su función social de dinero y, por tanto, permite que aumente la cantidad disponible para su consumo. Así, es más barato producir joyas, adornos, custodias y tantas otras cosas maravillosas que se pueden hacer con el oro.

El euro, como cualquier moneda que existe hoy, es también dinero fiduciario y, como tal, es capaz de compartir con el oro las características que le hace apto para cumplir la función social de dinero: ser escaso, valioso, divisible, transportable e incorruptible. Aceptamos, además, la justificación del dinero fiduciario para liberar al oro y que se pueda usar con fines de consumo, aunque con mucho miedo porque detrás de todo dinero fiduciario se encuentran gobiernos históricamente ávidos de recursos a los que se le presenta la tentación irresistible para cualquier ser humano de poder crear dinero de la nada.

Sin embargo, lo que le queda al euro por aprender del oro es que su producción esté libre de presiones políticas. La cantidad de oro es estable y su producción solo crece en la medida que se logra extraer del subsuelo, un proceso lento, costoso y arriesgado. Sarkozy y Merkel se pueden juntar con Trichet para discutir sobre la producción de oro todo lo que quieran que a nadie le importa, porque no pueden hacer nada, salvo que se hayan descubierto nuevos yacimientos en terrenos propiedad del Estado.

Por el contrario, la producción de euros no es una empresa lenta, costosa y arriesgada, es solo una decisión política en manos de políticos. El Banco Central Europeo, como todo banco central, produce euros de acuerdo con sus decisiones de política monetaria, que, como toda política monetaria, es un ejercicio de planificación centralizada de la economía (de esos que llevaron a la ruina a las economías socialistas). Por eso cuando Sarkozy y Merkel se juntan con Trichet para hablar sobre economía y el papel que puede jugar el Banco Central Europeo, la gente empieza a preocuparse por el valor futuro del euro. Ellos mismos son el "yacimiento" que produce nuevos euros.

Junto a la política monetaria, el euro, como todo dinero fiduciario, corre el grave riesgo de que se emita en mayor cantidad para pagar la deuda pública. Cuando un gobierno no puede pagar sus deudas tratará que el banco central produzca más dinero, de ese que puede producir sin esfuerzo alguno pero con la misma capacidad liberatoria para sus deudas. Así, ya no tendrá que gravar directamente a sus súbditos (aunque indirectamente ya lo haga a través del impuesto silencioso de la devaluación de la moneda) o que anunciar a sus acreedores que no tiene dinero para pagar. Cuando los bancos centrales empiezan a comprar deuda pública emitinedo más dinero fiduciario, de ese que solo ellos pueden producir, cuando empiezan a monetizar la deuda pública, se puede decir que ese Estado ha entrado en un proceso de degradación moral, que puede acabar en la corrupción total y en la hiperinflación.

La política monetaria y la monetización de la deuda son las dos formas en que se materializa la presión política en la producción de euros y que habría que eliminar. Todos los ciudadanos deberíamos exigir al Banco Central Europeo que sea independiente de verdad, que se plantee una producción de euros estable, muy reducida y libre de presiones políticas, que abandone toda pretensión de seguir realizando una política monetaria cientificista para justificar la producción de más euros, y que simplemente deje que el mercado actúe para que la oferta y la demanda de fondos prestables determinen el tipo de interés. Además, una vez determinada la cantidad de euros y su crecimiento estable y muy reducido, exigir el Banco Central Europeo que se vuelva sordo a las peticiones de los gobiernos y de los grandes y poderosos para que produzca más euros para ellos (y en contra de todos los demás), que no haga de alquimista, creando euros de la nada, aunque sea muy fácil y solo requiera unos apuntes contables (porque más euros no es más riqueza, salvo para el que recibe esos nuevos euros el primero), sino el guardián de una moneda tan buena como el oro, capaz de facilitar las transacciones económicas y la coordinación social. Algo tendrá que aprender el euro del oro si quiere tomar el relevo como dinero por los próximos 3.000 años.

En conclusión, que si alguien quiere más euros que no busque hacerse amigo del presidente del Banco Central Europeo, sino que trabaje y que intercambie la riqueza que haya producido por euros, así tendrá muchos más.

“No robarás”
Apolinar.ReL@gmail.com

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