Libros de dos amigos
por Benigno Blanco
Libros de dos amigos
Andrés Ollero ha sido catedrático de filosofía del derecho, diputado en cinco legislaturas (de 1986 a 2003), magistrado del TC de 2012 a 2013 y actualmente es secretario general del Instituto de España. Acaba de publicar Entre el derecho y la vida pública (Ed. Aranzadi, 2024, 481 págs), en el que recopila partes escogidas de algunas de sus publicaciones (36 libros y más de 200 trabajos publicados en revistas y obras colectivas) durante su dilatada vida académica y política. Lo singular de Ollero es que -fiel a su vocación universitaria- no dejó de publicar trabajos científico-jurídicos de alta calidad doctrinal durante sus años como parlamentario ni mientras fue miembro del TC. Algunas de sus publicaciones son el fruto de su reflexión personal sobre algunos proyectos de ley en cuyo debate parlamentario intervino como ponente o del estudio de cuestiones sometidas a su consideración como magistrado del TC. Por eso su producción científica no se interrumpió nunca.
De pocos diputados en el Congreso se puede decir que hayan mantenido su actividad de estudio y publicación durante su mandato parlamentario continuando así su actividad universitaria y docente. Por eso y como homenaje a un viejo amigo reseño aquí este su libro en el que Ollero deja huella de sus publicaciones durante todos estos años seleccionando para el lector de hoy algunos de sus trabajos. Como es lógico tratándose de la huella intelectual de toda una vida, a cada lector le pueden interesar más unas partes y temas que otros. Los dos primeros capítulos (hasta la pág. 120) referidos al periodo de formación universitaria de Ollero y sus primeros trabajos y publicaciones, el capítulo 9 sobre la universidad (págs. 297 a 352) y los dos últimos (págs. 421 y ss.) a mí no me han suscitado especial interés, sin perjuicio de su valía intrínseca.
En cambio, los capítulos 3 a 8 (págs. 121 a 296) y los capítulos 10 y 11 (págs. 353 a 420) me parece que siguen siendo trabajos dignos de ser leídos y repasados una y otra vez pues tratan de algunas de las grandes cuestiones éticas, jurídicas y políticas de nuestra época y lo hacen con profundidad, rigor y fuerza pedagógica de permanente vigencia. Esos textos no han perdido un ápice de actualidad a pesar de los años transcurridos desde su primera publicación. De hecho, muchos de ellos yo ya los había leído en su día, pero no por eso han dejado de captar mi atención de nuevo, pues su temática sigue siendo de actualidad total y los enfoques y argumentos de Ollero siguen siendo muy inspiradores. En esos capítulos Ollero reproduce algunas de sus mejores publicaciones sobre la fundamentación de los derechos humanos, la relación entre la moral, la ética y el derecho y el iusnaturalismo razonable; es decir, algunos de los temas en que su producción intelectual ha sido más original y valiosa, en mi opinión, para estos tiempos. Creo que los análisis de Ollero en estas materias siguen y seguirán siendo por bastante tiempo fecundos y muy útiles para la formación de las nuevas generaciones de juristas y -¡ojalá!- de jueces y legisladores.
También reproduce en estos capítulos Ollero algunos trabajos suyos sobre el derecho a la vida, los debates sobre ética pública y privada, la razón de estado y la responsabilidad política y moral de los gobernantes (a propósito de la guerra sucia contra el terrorismo), la laicidad del Estado, la moderna pretensión de convertir los deseos en derechos y algunos temas sobre los que reflexionó y escribió con seriedad a raíz de debates legislativos e ideológicos de reciente actualidad en la vida pública española. Me permito resaltar la implacable actualidad del estudio sobre la tolerancia que ocupa las págs. 317 a 352 que creo podría ser muy útil para todo interesado en la vida pública (no solo la política) actual.
Se trata de una obra que amerita la trayectoria profesional de un universitario, de un maestro, que no dejó de serlo mientras ejerció como parlamentario y magistrado, dejando un ejemplo -poco frecuente, por desgracia- de que cabe un ejercicio muy digno, aunque siempre discutible en sus opciones y decisiones concretas, de la política.
Y otro libro de, también, otro amigo.
Mientras leía el libro de Ollero, lo compatibilicé con una lectura (más liviana) del último libro de mi amigo Javier Barraca, hombre de saberes variados y cultura enciclopédica, que se asoma al intento de escribir una novela histórica en Todos los libros que hay en mí ( Ed. Y griega, 2024, 232 págs). Con clara humildad y sentido autocrítico, Barraca intercala en su novela reflexiones críticas con su propia novela puestas en boca de un amigo con el que chequea lo que ha escrito; e, incluso, al final (pág. 231) escribe “no sé si esto es o no del todo una novela”. Yo creo que no es una novela, pues falta una trama mínimamente desarrollada y, sobre todo, faltan personajes con un perfil sicológico y vital que los convierta en individuos con personalidad propia y no en meros figurines en un escenario histórico.
Aunque no sea de verdad una novela histórica, el libro de Barraca sí tiene valor como semblanza de una época. El relato se centra en la personalidad de Felipe II y en El Escorial y está construido -en la primera parte- con gracia y un hálito de misterio, que hace atractiva la lectura: el que no se revele al lector quien es el narrador hasta más allá de la mitad del libro introduce un inteligente factor de curiosidad que incentiva la lectura. Este factor se diluye en la segunda parte en la que no hay ni rastro de novela, aunque entiendo que esta parte final es -por contra- la de más valor para el autor, pues en ella escribe -y éste es el objetivo real del libro- una apología de Felipe II frente a los topicos de la leyenda negra.
Benigno Blanco