Es Dios y se me parece
Jean Paul Sartre, el célebre filósofo ateo, es un personaje muy complejo, y a más de uno le puede sorprender que, cuando tenía 35 años, escribiera un auto de Navidad para una representación teatral de Nochebuena. Estaba entonces en un campo de concentración, y sus compañeros le pidieron que escribiera algo para levantar el ánimo. También su educación cristiana pudo influirle a la hora de tomar esta decisión. El caso es que nos dejó un escrito de una enorme belleza, del cual extraigo la frase más emotiva. La pone en boca de María, supliendo ese silencio de los evangelistas a la hora de contar qué sintió Nuestra Señora cuando tenía a Jesús en sus brazos:
[La Virgen María] le mira y piensa: «Este Dios es mi hijo. Esta carne divina es mi carne. Ha sido hecho por mí; tiene mis ojos y el trazo de su boca es como el de la mía; se me parece. ¡Es Dios y se me parece!»
Y a ninguna mujer le ha cabido la suerte de tener a su Dios para ella sola: un Dios tan pequeño que se le puede tomar en brazos y cubrir de besos, un Dios tan cálido que sonríe y respira, un Dios que se puede tocar. Y que ríe. Y es en uno de esos momentos cuando yo pintaría a María, si supiera pintar.
Tanto se le parece Jesús a María que hasta tiene células suyas. En 1996, la doctora estadounidense Diana Bianchi descubrió el fenómeno del microquimerismo maternofetal. Durante la gestación, la madre y el hijo intercambian células a través de la placenta, y algunas de estas células permanecen en ambos organismos a lo largo de toda la vida. Estas células tienen una función importante en los procesos de regeneración y reparación de tejidos, aunque no todas tienen la misma capacidad de diferenciación que las células madre pluripotentes. Aun así, estas células quiméricas que persisten en madre e hijo pueden integrarse en varios tejidos y colaborar en su reparación.
El vínculo de Dios con la humanidad, expresado de forma sublime en María, no deja de sorprendernos. Aquí, la ciencia de nuevo entabla un diálogo con la religión, haciéndonos descubrir con qué intensidad Dios se ha fundido con la humanidad. Dios podría haberse hecho hombre sin necesidad de María (es Dios y podría haber obrado ese milagro), pero lo hace en el seno de la Virgen porque quiere hacernos ver cuánto se implica con nosotros, a través de la relación materno-filial, una de las más maravillosas y sorprendentes que existen en el mundo. El apego del hijo a la madre no es solo psicológico, que ya es muy importante; sirva como ejemplo que, durante los primeros 6-9 meses de vida, el hijo no es capaz de diferenciar su cuerpo del de su madre; cree que la madre es una prolongación de él. De modo que Jesús pensaría que María y él son un todo. Pero también en lo físico vemos que ambos llevan células el uno del otro. María llevaba células con el ADN de Jesús, con el ADN de Dios, y Jesús contenía células con el ADN de María. No me extraña que Sartre escribiera en boca de María: “Es Dios y se me parece”.