El País y los Derechos humanos

Hoy en El País una nueva ración de relativismo y Los mundos de Yupi a partes iguales. Una afirmación que se atribuye a C. S. Lewis y a Chesterton, depende del día, (a lo mejor lo dijeron los dos) reza así: si todo es igual de importante, nada lo es realmente. Esa es la pretensión del relativismo. Yo, a lo que voy. En un artículo de Tribuna titulado Derechos humanos y diálogo transcultural firmado por Ramin Jahanbegloo, filósofo iraní y catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Toronto, que, disculpen mi ignorancia, pero debe ser famosísimo y yo sin conocerlo, nos insta a “aproximarnos a las diferentes tradiciones religiosas y culturas autóctonas y reconocerlas como colaboradoras en la promoción de un mayor respeto de los derechos humanos y de su observancia”. Y lo contempla como “nuestra verdadera opción” para la convivencia en el mundo.  Hasta aquí muy bonito, y eso teniendo en cuenta que según un estudio de Pew Research Center’s Forum on Religion and Public Life, el 70% de la población mundial no goza de libertad religiosa, en su mayoría, países musulmanes y budistas. Y que, por ejemplo, los recientes asesinatos de cristianos en países musulmanes son acallados o disfrazados de “enfrentamientos religiosos”.

Continúa don Ramin con un discurso muy mono y muy de tele-tubbies, pero de pronto aterriza a donde por desgracia me temía (no son prejuicios, es pura estadística); si hay un conjunto normativo universal de principios espirituales en el que pueda hoy basarse el discurso sobre los derechos humanos, es preciso que éste trascienda las penúltimas distorsiones y las reales crueldades que comparten todas y cada una de las tradiciones religiosas del mundo. ¡Huy!, parece que al candoroso tele-tubbie le ha dado el arrechucho cotidiano y ha pasado del relativismo-catedrático al relativismo-ataque. Prosigue el buen Ramin “Este debate, que en cierto sentido subyace tras todos los otros (lo que me imaginaba), es probablemente el nudo gordiano de los derechos humanos.” A este hombre le debe traicionar el subconsciente y olvidar el origen de nuestra amada declaración de los derechos humanos es, ustedes ya lo saben, cristiano.  Y, aunque hace mucho frío en Canadá, allí nadie le va a prohibir, como en su país, que rece como quiera o que pertenezca a cualquier iglesia. Si quieren estos salvadores de la Humanidad hacer algo útil, y no mera palabrería, que denuncien como lo hizo Oriana Falacci,  por qué ningún país musulmán ha firmado jamás la declaración de derechos humanos.

O si les parece preguntémosle que le parece que en España estemos a punto de cargarnos el artículo 3: Todo individuo tiene Derecho a la vida. Aquí, desgraciadamente, casi todos los que nos oponemos somos miembros de esas “reales crueldades que comparten todas y cada una de las tradiciones religiosas del mundo”. Lo que este catedrático llama “reales crueldades” es la única esperanza que queda en la defensa de los No nacidos.

¡Feliz día de san Hilario!