Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo
[Tras haber celebrado la Pascua de Jesucristo en las semanas precedentes y haber actualizado la efusión del Espíritu Santo el pasado domingo, hoy se nos recuerda nuevamente que creemos, vivimos y celebramos nuestra fe, en un solo Dios formado por tres personas divinas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.]
Si te ayuda, puedes empezar así: -Sereno, en paz y silencio repito interiormente o con palabras audibles y lentamente: Gloria al Padre… Gloria al Hijo… Gloria al Espíritu Santo…, por los siglos de los siglos… Amén.
Del Evangelio de san Mateo 28,16-20. (Es mejor tener el texto a mano y leerlo ahora).
-Contempla despacio la escena: los discípulos, Jesús, un monte de Galilea, una cita, y tú ahí también. En tu imaginación, ¿qué ves?, ¿cómo los ves? Y a ti, ¿cómo te ves y te sientes, cómo late tu corazón? Atento aquí tú también: lo vieron, se postraron y algunos dudaron. ¿Estás ahora realizando esos mismos gestos? ¡Es muy oportuno! Tus actitudes interiores y tu fe, ¿son de duda? ¡Ya ves que todo eso puede darse! No lo dudes: Jesús Resucitado está contigo… Póstrate ante Él… Aviva tu fe… Adora y confía… Quiere decirte algo…
-Fíjate bien contemplado la escena: Jesús se acerca para hablarlos. Él es el primero que rompe las distancias: le gusta estar más cerca todavía, le gusta la intimidad, la comunión. Quiere ser conocido y amado con el corazón, como él nos conoce a nosotros. El don que da a sus discípulos requiere y exige total cercanía, no se puede perder nada, ni una palabra, ni una mirada. En mi relación con Jesús, ¿busco yo esa cercanía tan cercana que me contagie su amor, sus sentimientos, sus dones? ¡Ahora está contigo! ¿Cómo le acoges? ¿Qué te dice? ¿Qué le dices?...
-Lee las palabras del mandato de Jesús y valora su alcance: les envía con su propia autoridad, Jesús se compromete con ellos y no les regatea ayuda alguna. Si tú has sido enviado o eres enviado tendrás su ayuda, ni lo dudes, tendrás todos los dones necesarios para llevar a cabo la misión; por eso no hay que temer a Dios ni su misión. El objetivo de su envío misionero es “hacer discípulos”. Esto no se ha de entender como un mandato proselitista. De ninguna manera. Se trata de atracción y contagio: vivir como Jesús vivió y anunciar su Mensaje o Buena Nueva de salvación. Digamos que son enviados a transmitir lo mismo que han aprendido de Jesús. De su propia cosecha nada de nada. Y esto debe entenderse no tanto como doctrina teórica, sino de algo que se ha de “poner por obra”. De ahí el bautismo y la enseñanza, como indica el Señor. El bautismo, además, entendido como una “consagración”, es decir, una estrecha vinculación al Dios que se ha manifestado como Trinidad: Dios Padre que es Amor, Dios Hijo nuestro Salvador y Espíritu Santo, Señor y dado de Vida, que procede de ambos, guía, luz y defensor nuestro. Y en Él, Dios Trinidad, hemos sido bautizados y lo llevamos dentro de nosotros. ¿Cómo estás tú evangelizando hoy en tu medio? Es necesario preguntártelo y que te orientes mejor. Como cristiano, ¿tienes clara conciencia de lo que eres y de lo que tienes? ¿De verdad? ¿A qué te lleva todo esto? Sé generoso, y confía.
-Atento ahora a las últimas palabras del Resucitado, que son sumamente reconfortantes y consoladoras…Ni la resurrección ni la ascensión alejan a Jesús de los suyos. ¡Como lo oyes! Lo afirma Él mismo:”yo estaré con vosotros…” El Señor inaugura así un nuevo modo de estar con los suyos, -¡por si fuera poco!-. Es ahora, gracias a la resurrección, cuando los discípulos podrán entender de verdad que Jesús es “Dios-con-nosotros”. Sin esa presencia permanente, en la ausencia material -“hasta el final de los tiempos”-, que no es física, pero sí absolutamente real y que solo puede entenderse desde la comunión trinitaria, la Iglesia, y en cada uno de sus fieles, sin esa presencia se sentirían impotentes para llevar a cabo la misión encomendada “a todos los pueblos”. Sinceramente, ¿qué sentimientos provoca en ti esta promesa de Jesús? ¿De qué modo te ayuda a seguir construyendo el Reino cuando te desmoralizas o desanimas? ¿Crees en esa presencia en la ausencia y vives de ella? ¿A quién acudes, si no? Convérsalo con el Maestro. Pide lo que necesites. Está contigo… Estás con Él…
Celebrar la fiesta de la santísima Trinidad es celebrar el amor de Dios que nos ama entrañablemente. Celebrar que Jesús da testimonio de este amor inmenso y lo derrama en nuestros corazones. Celebrar que el Espíritu nos da la fuerza de amar. ¡Y no olvidemos nunca!, toda nuestra vida cristiana de discípulo misionero está construida sobre este misterio de amor que se despliega en la relaciones humanas, en el servicio solidario, en la creación, en el arte, la alegría de vivir y de comunicar que somos fruto del amor. Dios nos ama, nos posibilita y nos inspira para que amemos sin medida.
Como a ratos perdidos, durante la semana detente y alaba en tu corazón: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo
[Tras haber celebrado la Pascua de Jesucristo en las semanas precedentes y haber actualizado la efusión del Espíritu Santo el pasado domingo, hoy se nos recuerda nuevamente que creemos, vivimos y celebramos nuestra fe, en un solo Dios formado por tres personas divinas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.]
Si te ayuda, puedes empezar así: -Sereno, en paz y silencio repito interiormente o con palabras audibles y lentamente: Gloria al Padre… Gloria al Hijo… Gloria al Espíritu Santo…, por los siglos de los siglos… Amén.
Del Evangelio de san Mateo 28,16-20. (Es mejor tener el texto a mano y leerlo ahora).
- Los onces discípulos se fueron a Galilea al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
-Contempla despacio la escena: los discípulos, Jesús, un monte de Galilea, una cita, y tú ahí también. En tu imaginación, ¿qué ves?, ¿cómo los ves? Y a ti, ¿cómo te ves y te sientes, cómo late tu corazón? Atento aquí tú también: lo vieron, se postraron y algunos dudaron. ¿Estás ahora realizando esos mismos gestos? ¡Es muy oportuno! Tus actitudes interiores y tu fe, ¿son de duda? ¡Ya ves que todo eso puede darse! No lo dudes: Jesús Resucitado está contigo… Póstrate ante Él… Aviva tu fe… Adora y confía… Quiere decirte algo…
- Acercándose a ellos, Jesús le dijo: “Se me hado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”.
-Fíjate bien contemplado la escena: Jesús se acerca para hablarlos. Él es el primero que rompe las distancias: le gusta estar más cerca todavía, le gusta la intimidad, la comunión. Quiere ser conocido y amado con el corazón, como él nos conoce a nosotros. El don que da a sus discípulos requiere y exige total cercanía, no se puede perder nada, ni una palabra, ni una mirada. En mi relación con Jesús, ¿busco yo esa cercanía tan cercana que me contagie su amor, sus sentimientos, sus dones? ¡Ahora está contigo! ¿Cómo le acoges? ¿Qué te dice? ¿Qué le dices?...
-Lee las palabras del mandato de Jesús y valora su alcance: les envía con su propia autoridad, Jesús se compromete con ellos y no les regatea ayuda alguna. Si tú has sido enviado o eres enviado tendrás su ayuda, ni lo dudes, tendrás todos los dones necesarios para llevar a cabo la misión; por eso no hay que temer a Dios ni su misión. El objetivo de su envío misionero es “hacer discípulos”. Esto no se ha de entender como un mandato proselitista. De ninguna manera. Se trata de atracción y contagio: vivir como Jesús vivió y anunciar su Mensaje o Buena Nueva de salvación. Digamos que son enviados a transmitir lo mismo que han aprendido de Jesús. De su propia cosecha nada de nada. Y esto debe entenderse no tanto como doctrina teórica, sino de algo que se ha de “poner por obra”. De ahí el bautismo y la enseñanza, como indica el Señor. El bautismo, además, entendido como una “consagración”, es decir, una estrecha vinculación al Dios que se ha manifestado como Trinidad: Dios Padre que es Amor, Dios Hijo nuestro Salvador y Espíritu Santo, Señor y dado de Vida, que procede de ambos, guía, luz y defensor nuestro. Y en Él, Dios Trinidad, hemos sido bautizados y lo llevamos dentro de nosotros. ¿Cómo estás tú evangelizando hoy en tu medio? Es necesario preguntártelo y que te orientes mejor. Como cristiano, ¿tienes clara conciencia de lo que eres y de lo que tienes? ¿De verdad? ¿A qué te lleva todo esto? Sé generoso, y confía.
-Atento ahora a las últimas palabras del Resucitado, que son sumamente reconfortantes y consoladoras…Ni la resurrección ni la ascensión alejan a Jesús de los suyos. ¡Como lo oyes! Lo afirma Él mismo:”yo estaré con vosotros…” El Señor inaugura así un nuevo modo de estar con los suyos, -¡por si fuera poco!-. Es ahora, gracias a la resurrección, cuando los discípulos podrán entender de verdad que Jesús es “Dios-con-nosotros”. Sin esa presencia permanente, en la ausencia material -“hasta el final de los tiempos”-, que no es física, pero sí absolutamente real y que solo puede entenderse desde la comunión trinitaria, la Iglesia, y en cada uno de sus fieles, sin esa presencia se sentirían impotentes para llevar a cabo la misión encomendada “a todos los pueblos”. Sinceramente, ¿qué sentimientos provoca en ti esta promesa de Jesús? ¿De qué modo te ayuda a seguir construyendo el Reino cuando te desmoralizas o desanimas? ¿Crees en esa presencia en la ausencia y vives de ella? ¿A quién acudes, si no? Convérsalo con el Maestro. Pide lo que necesites. Está contigo… Estás con Él…
Celebrar la fiesta de la santísima Trinidad es celebrar el amor de Dios que nos ama entrañablemente. Celebrar que Jesús da testimonio de este amor inmenso y lo derrama en nuestros corazones. Celebrar que el Espíritu nos da la fuerza de amar. ¡Y no olvidemos nunca!, toda nuestra vida cristiana de discípulo misionero está construida sobre este misterio de amor que se despliega en la relaciones humanas, en el servicio solidario, en la creación, en el arte, la alegría de vivir y de comunicar que somos fruto del amor. Dios nos ama, nos posibilita y nos inspira para que amemos sin medida.
Como a ratos perdidos, durante la semana detente y alaba en tu corazón: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Comentarios