Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
Ascensión del Señor
[Seguimos en Pascua. ¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Aleluya! Ahora bien, la fiesta que hoy celebramos es, antes que nada, motivo de esperanza. Como afirma la liturgia del día, lo que ya es verdad para Cristo, Cabeza de la Iglesia, se cumplirá también un día en nosotros, miembros de su Cuerpo. Pero mientras tanto, no podemos quedarnos como los apóstoles “mirando al cielo”. Ahí fuera hay un mundo que espera la Buena Noticia y nosotros, cada uno a su manera, está llamado a tomar el relevo. ¡Aleluya!]
Si te ayuda, puedes empezar así: -Estás, Señor… -Estoy, Señor… Acojo tu Presencia y deseo y quiero tener contigo una relación personal íntima, de auténtico amigo y discípulo tuyo… Contigo, Señor, deseo vivir y actuar. Y en este ahora, encontrarte…
Del Evangelio de san Marcos 16,15-20 (Es mejor tener el texto a mano y leerlo ahora).
-Contempla cómo Jesús se aparece a los once. El evangelista Marcos no lo dice: de este modo cada lector, o quien ora y contempla la escena, se lo puede imaginar y hacerlo más cercano a él… Estás ahí presente tu también. ¿Qué ves y cómo es? ¿Qué hace Jesús? ¿Y tú, en su presencia? Oye ahora sus palabras. Es la hora del envío a proclamar el Evangelio a todo el mundo. Y las muy serias consecuencias que puede tener para cada uno en particular. Tú no estás exento. Para ti, ¿no es hora de acoger el mandado del Señor? ¿O ya lo has acogido y estás en ello? ¿No es hora de que salgas y proclames con tu vida la verdad de Jesús, la verdad del Dios de la vida y del amor, de su cercanía, de su ocupación y preocupación por los demás, por cada uno, a través de ti, de tu entrega y alegría? Hay muchas maneras de hacerlo como indican los signos que da Jesús a los suyos en ese momento. Yo he de buscar hoy los signos que hablen claramente de Jesús, a través de lo que hablo, de lo que hago, de mi compromiso concreto a favor siempre de quien me necesite y que esté a mi alcance. Todos han de ser signos de vida y liberación que te recuerden la coherencia que ha de existir entre lo que se anuncia y lo que se practica. Sin hacer comedia. Y siendo sincero con Jesús, contigo mismo, con los demás. ¡Serás dichoso! ¡Feliz! ¡Prueba, y verás!
-Contempla aquí también cómo Jesús fue llevado al cielo. ¿Cómo sería? No sabemos. ¿Puedes tú imaginarlo y verlo? La imagen utilizada por el evangelista resulta gráfica, pero está muy ligada al esquema espacio-tiempo, abajo-arriba, que puede dejarnos insatisfechos. Lo importante es que Jesús Resucitado no ocupa ya un lugar físico ni se encuentra en ninguna de las dimensiones que nosotros conocemos. Entonces, lo realmente importante es que Jesús vive la misma vida de Dios y eso es lo que el evangelista trata de decirnos utilizando una simbología muy arraigada en el lenguaje religioso de aquel tiempo y de éste.
-Sigue contemplando…. Jesús desapareció de su vista. Ya no le ven, pero está presente con una nueva Presencia: Él mismo, el Resucitado Vivo, en el corazón de cada uno de ellos y de nosotros. Su mismo Espíritu los anima e impulsa. Eso es la Ascensión: un paso de lo visible a lo invisible, pero real. Jesús Vivo no nos ha abandonado, se nos ha metido dentro, muy dentro… Por eso ya no se le ve. Pero acompaña siempre, siempre, siempre. ¿No le percibes dentro? Está. Búscale en ti y tú búscate a ti mismo en Él… Adórale… Mira sus llagas gloriosas: es el mismo, su Humanidad ahora divinizada-glorificada.
-Contempla ahora cómo se van los discípulos animados y contentos a cumplir el encargo misionero de Jesús: ellos se fueron a predicar… El Señor, desde dentro acompañaba y cooperaba confirmando cuanto decían y hacían. ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Cómo me afecta a mí este misterio y cómo me compromete?
No lo olvides: hay todo un mundo que espera la Buena Noticia y nosotros, cada uno a su manera, está llamado a tomar el relevo y llevar la antorcha que le corresponde bien encendida y en carrera, sabiendo que no estamos solos. El Señor nos acompaña y su Espíritu nos guía. Está cooperando con nosotros. ¡Aleluya!
Ascensión del Señor
[Seguimos en Pascua. ¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Aleluya! Ahora bien, la fiesta que hoy celebramos es, antes que nada, motivo de esperanza. Como afirma la liturgia del día, lo que ya es verdad para Cristo, Cabeza de la Iglesia, se cumplirá también un día en nosotros, miembros de su Cuerpo. Pero mientras tanto, no podemos quedarnos como los apóstoles “mirando al cielo”. Ahí fuera hay un mundo que espera la Buena Noticia y nosotros, cada uno a su manera, está llamado a tomar el relevo. ¡Aleluya!]
Si te ayuda, puedes empezar así: -Estás, Señor… -Estoy, Señor… Acojo tu Presencia y deseo y quiero tener contigo una relación personal íntima, de auténtico amigo y discípulo tuyo… Contigo, Señor, deseo vivir y actuar. Y en este ahora, encontrarte…
Del Evangelio de san Marcos 16,15-20 (Es mejor tener el texto a mano y leerlo ahora).
- Se apareció Jesús a los once y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea se condenará.
-Contempla cómo Jesús se aparece a los once. El evangelista Marcos no lo dice: de este modo cada lector, o quien ora y contempla la escena, se lo puede imaginar y hacerlo más cercano a él… Estás ahí presente tu también. ¿Qué ves y cómo es? ¿Qué hace Jesús? ¿Y tú, en su presencia? Oye ahora sus palabras. Es la hora del envío a proclamar el Evangelio a todo el mundo. Y las muy serias consecuencias que puede tener para cada uno en particular. Tú no estás exento. Para ti, ¿no es hora de acoger el mandado del Señor? ¿O ya lo has acogido y estás en ello? ¿No es hora de que salgas y proclames con tu vida la verdad de Jesús, la verdad del Dios de la vida y del amor, de su cercanía, de su ocupación y preocupación por los demás, por cada uno, a través de ti, de tu entrega y alegría? Hay muchas maneras de hacerlo como indican los signos que da Jesús a los suyos en ese momento. Yo he de buscar hoy los signos que hablen claramente de Jesús, a través de lo que hablo, de lo que hago, de mi compromiso concreto a favor siempre de quien me necesite y que esté a mi alcance. Todos han de ser signos de vida y liberación que te recuerden la coherencia que ha de existir entre lo que se anuncia y lo que se practica. Sin hacer comedia. Y siendo sincero con Jesús, contigo mismo, con los demás. ¡Serás dichoso! ¡Feliz! ¡Prueba, y verás!
- Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que les acompañaban…
-Contempla aquí también cómo Jesús fue llevado al cielo. ¿Cómo sería? No sabemos. ¿Puedes tú imaginarlo y verlo? La imagen utilizada por el evangelista resulta gráfica, pero está muy ligada al esquema espacio-tiempo, abajo-arriba, que puede dejarnos insatisfechos. Lo importante es que Jesús Resucitado no ocupa ya un lugar físico ni se encuentra en ninguna de las dimensiones que nosotros conocemos. Entonces, lo realmente importante es que Jesús vive la misma vida de Dios y eso es lo que el evangelista trata de decirnos utilizando una simbología muy arraigada en el lenguaje religioso de aquel tiempo y de éste.
-Sigue contemplando…. Jesús desapareció de su vista. Ya no le ven, pero está presente con una nueva Presencia: Él mismo, el Resucitado Vivo, en el corazón de cada uno de ellos y de nosotros. Su mismo Espíritu los anima e impulsa. Eso es la Ascensión: un paso de lo visible a lo invisible, pero real. Jesús Vivo no nos ha abandonado, se nos ha metido dentro, muy dentro… Por eso ya no se le ve. Pero acompaña siempre, siempre, siempre. ¿No le percibes dentro? Está. Búscale en ti y tú búscate a ti mismo en Él… Adórale… Mira sus llagas gloriosas: es el mismo, su Humanidad ahora divinizada-glorificada.
-Contempla ahora cómo se van los discípulos animados y contentos a cumplir el encargo misionero de Jesús: ellos se fueron a predicar… El Señor, desde dentro acompañaba y cooperaba confirmando cuanto decían y hacían. ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Cómo me afecta a mí este misterio y cómo me compromete?
No lo olvides: hay todo un mundo que espera la Buena Noticia y nosotros, cada uno a su manera, está llamado a tomar el relevo y llevar la antorcha que le corresponde bien encendida y en carrera, sabiendo que no estamos solos. El Señor nos acompaña y su Espíritu nos guía. Está cooperando con nosotros. ¡Aleluya!
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