Navidad cada día
Navidad cada día
La Palabra se hizo carne: intento gozarla y vivirla
Martes, 2: (Jn 1,19-28). En cristiano, seguimos celebrando la Encarnación y el Nacimiento de Dios en nuestra historia. Tenemos motivos para llenarnos de alegría y empezar el año en la confianza. El Dios-con-nosotros sigue siendo la base de nuestra fiesta; permanecerle fieles es la mejor consigna para el nuevo año. Lo sabemos: el Señor saldrá a nuestro encuentro cada día, en la vida ordinaria, en los días felices y en los tormentosos, para darnos ánimo y sentido de vivir. En estos días, leemos en el Evangelio episodios de las primeras manifestaciones públicas de Jesús. En esas escenas y entre ese público tengo que situarme yo para meditar, rumiar y contemplar un ratito el Evangelio del días. Hoy, por ejemplo, escucho aquellas palabras del bautista a quienes le preguntan quién es. Al final les dirige este flechazo: …“en medio de vosotros hay uno que vosotros no conocéis”… Hoy también Jesús está entre nosotros. ¿Lo conocemos? ¿No lo ves? Está en su Palabra, cuando la lees o meditas como ahora. En la Misa, ¿le comulgas? En el Sagrario, ¿le visitas? En el pobre, en el enfermo, en quien está solo… ¿te acercas, les miras, les ayudas,… Está en los humanos, sobre todo en sus humildes hermanos; en su cuerpo eclesial, los bautizados todos. Pervive en tu comunidad tan diversa; en la belleza de toda la creación… Hoy es el día de descubrirle, reconocerle, amarle en… ¡Y abrazarle y servirle! Señor, que te vea más claramente.
Miércoles, 3: (Jn 1,29-34). Continúa hoy el testimonio del Bautista: Yo no le conocía, pero el que me envió me dijo: ´Aquel sobre el que veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo´. Juan Bautista da testimonio de que Jesús es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, porque ha visto al Espíritu bajar sobre él, y no puede sino afirmar: este es el Hijo de Dios. Como bautizado, he sido unido a Cristo, a su mismo cuerpo. Soy miembro del mismo. Parte viva de su Iglesia. ¿Lo tengo claro? La comunión con Cristo es permanente en mí. ¿Soy consciente de ello y busco y deseo y quiero yo permanecer en él? El que permanece en mí y yo en él, ese me ama y da mucho fruto. ¿Amo y doy fruto como quiere Él? Además, en esa unión y a través de ella, como por ósmosis, Él me ha regalado su mismo Espíritu, me ungido con él desde lo más hondo de mí hasta lo más externo: estoy animado por su mismo Amor. Este Amor divino impregna todo mi ser y mi obrar. Este es el bautismo del Espíritu Santo que ha realizado Jesús en mí. ¿Me dejo llevar y guiar por su Espíritu? Ese bautismo se puede reavivar y actualizar en ciertos momentos de intensa gracia orante y comunitaria. Es siempre un nuevo y gran don de Jesús a los suyos, a su Iglesia. ¿Lo busco? Tiene que llenarme de alegría y deseo. Jesús y su Espíritu son dos elementos esenciales del vivir cristiano y que capacitan para dar testimonio de Él con la misma rotundidad que el Bautista. Son la Vida de tu vida y el Alma de tu alma. ¿No enardece tu corazón todo eso? No olvides: invoca hoy cuanto puedas al Santísimo nombre de Jesús: Jesús, Jesús…
Jueves, 4: (Jn 1,35-42). El testimonio que Juan el Bautista ha dado de Jesús hace que algunos de sus discípulos pasen a seguir al Mesías. Que era lo que Juan quería. Andrés y otro discípulo le siguen. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían. Les pregunta: “¿Qué buscáis”? Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿dónde vives?”. Él le dijo: “Venid y veréis”. Convivieron con Él aquel día. ¿Qué pasaría entre ellos y Jesús? Cuando seguimos a Jesús, él se interesa por nosotros: qué buscáis, qué queréis. Ha venido por nosotros y para nuestra salvación: nos lleva en el corazón y nos ama. Se alegra cuando nos ve acercarnos, piensa y desea lo mejor de nosotros. Ahora hace lo mismo. Y más, si nos acercamos porque queremos saber dónde vive. Eso está indicando deseos de compartir con él sus ideas y proyectos, y buscar confrontar los nuestros con los suyos. “Venid y veréis”: Jesús no solo les abre su casa, sino la posibilidad de convivir con Él: les abre sobre todo el corazón para comunicarles sus proyectos de amor y salvación, y les invita a que ellos le abran el suyo, acojan esos proyectos, los hagan suyos y se comprometan a hacer de ellos vida y misión propias. Siempre con Jesús, nunca solos. Así es hoy para ti y para mí. Veo a Jesús que me mira, me habla, me pregunta, le respondo… ¿qué le respondo? ¿Me animo a ir con Él? ¿A compartir el día con Él? ¿A ofrecerme a Él? ¿O qué?...
Viernes, 5: (Jn 1,43-51). El grupo de Jesús aumenta. Hoy también puede aumentar conmigo. Otros dos discípulos siguen a Jesús. Primero es Felipe, del mismo pueblo que Andrés y Pedro. Y Felipe se lo va a decir a su amigo Natanael. Se va extendiendo la buena noticia. Los familiares y los amigos se comunican e intercomunican la llamada. Esta manera de evangelizar, tan simple y connatural, nos parece cosa de otros tiempos que hoy ya no sabemos practicar. ¡Con las posibilidades increíbles que hoy tenemos! Empezando con el móvil, por ejemplo: mensajes, imágenes, conversaciones, etc. Para qué si no, el twiter y el wassap, el Youtuber…, por citar solo algunas posibilidades. De ese modo, hay quienes están llenando el mundo de mentiras y ¡otras cosas! Por qué no las llenamos nosotros de Verdad, de Buena Noticia, Y si alguien se extraña, podemos decirle lo que Natanael a Felipe: “Ven y verás”. Invitando de ese modo a tal o cual Encuentro, Grupo, Celebración, compromiso con los pobres… Es seguro que muchos terminarán diciendo: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios”. Y su vida habrá dado un giro hacia la Felicidad. Y ellos sentirán en su corazón a Jesús que les responde: “¿Crees? Pues has de ver cosas mayores”. ¿Cosas…, mayores?... Pues sí. ¿Me animo? Entonces habré empezado a ser amigo de Jesús y de muchos otros. Me evangelizo y estoy evangelizando.
La Palabra se hizo carne: intento gozarla y vivirla
Martes, 2: (Jn 1,19-28). En cristiano, seguimos celebrando la Encarnación y el Nacimiento de Dios en nuestra historia. Tenemos motivos para llenarnos de alegría y empezar el año en la confianza. El Dios-con-nosotros sigue siendo la base de nuestra fiesta; permanecerle fieles es la mejor consigna para el nuevo año. Lo sabemos: el Señor saldrá a nuestro encuentro cada día, en la vida ordinaria, en los días felices y en los tormentosos, para darnos ánimo y sentido de vivir. En estos días, leemos en el Evangelio episodios de las primeras manifestaciones públicas de Jesús. En esas escenas y entre ese público tengo que situarme yo para meditar, rumiar y contemplar un ratito el Evangelio del días. Hoy, por ejemplo, escucho aquellas palabras del bautista a quienes le preguntan quién es. Al final les dirige este flechazo: …“en medio de vosotros hay uno que vosotros no conocéis”… Hoy también Jesús está entre nosotros. ¿Lo conocemos? ¿No lo ves? Está en su Palabra, cuando la lees o meditas como ahora. En la Misa, ¿le comulgas? En el Sagrario, ¿le visitas? En el pobre, en el enfermo, en quien está solo… ¿te acercas, les miras, les ayudas,… Está en los humanos, sobre todo en sus humildes hermanos; en su cuerpo eclesial, los bautizados todos. Pervive en tu comunidad tan diversa; en la belleza de toda la creación… Hoy es el día de descubrirle, reconocerle, amarle en… ¡Y abrazarle y servirle! Señor, que te vea más claramente.
Miércoles, 3: (Jn 1,29-34). Continúa hoy el testimonio del Bautista: Yo no le conocía, pero el que me envió me dijo: ´Aquel sobre el que veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo´. Juan Bautista da testimonio de que Jesús es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, porque ha visto al Espíritu bajar sobre él, y no puede sino afirmar: este es el Hijo de Dios. Como bautizado, he sido unido a Cristo, a su mismo cuerpo. Soy miembro del mismo. Parte viva de su Iglesia. ¿Lo tengo claro? La comunión con Cristo es permanente en mí. ¿Soy consciente de ello y busco y deseo y quiero yo permanecer en él? El que permanece en mí y yo en él, ese me ama y da mucho fruto. ¿Amo y doy fruto como quiere Él? Además, en esa unión y a través de ella, como por ósmosis, Él me ha regalado su mismo Espíritu, me ungido con él desde lo más hondo de mí hasta lo más externo: estoy animado por su mismo Amor. Este Amor divino impregna todo mi ser y mi obrar. Este es el bautismo del Espíritu Santo que ha realizado Jesús en mí. ¿Me dejo llevar y guiar por su Espíritu? Ese bautismo se puede reavivar y actualizar en ciertos momentos de intensa gracia orante y comunitaria. Es siempre un nuevo y gran don de Jesús a los suyos, a su Iglesia. ¿Lo busco? Tiene que llenarme de alegría y deseo. Jesús y su Espíritu son dos elementos esenciales del vivir cristiano y que capacitan para dar testimonio de Él con la misma rotundidad que el Bautista. Son la Vida de tu vida y el Alma de tu alma. ¿No enardece tu corazón todo eso? No olvides: invoca hoy cuanto puedas al Santísimo nombre de Jesús: Jesús, Jesús…
Jueves, 4: (Jn 1,35-42). El testimonio que Juan el Bautista ha dado de Jesús hace que algunos de sus discípulos pasen a seguir al Mesías. Que era lo que Juan quería. Andrés y otro discípulo le siguen. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían. Les pregunta: “¿Qué buscáis”? Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿dónde vives?”. Él le dijo: “Venid y veréis”. Convivieron con Él aquel día. ¿Qué pasaría entre ellos y Jesús? Cuando seguimos a Jesús, él se interesa por nosotros: qué buscáis, qué queréis. Ha venido por nosotros y para nuestra salvación: nos lleva en el corazón y nos ama. Se alegra cuando nos ve acercarnos, piensa y desea lo mejor de nosotros. Ahora hace lo mismo. Y más, si nos acercamos porque queremos saber dónde vive. Eso está indicando deseos de compartir con él sus ideas y proyectos, y buscar confrontar los nuestros con los suyos. “Venid y veréis”: Jesús no solo les abre su casa, sino la posibilidad de convivir con Él: les abre sobre todo el corazón para comunicarles sus proyectos de amor y salvación, y les invita a que ellos le abran el suyo, acojan esos proyectos, los hagan suyos y se comprometan a hacer de ellos vida y misión propias. Siempre con Jesús, nunca solos. Así es hoy para ti y para mí. Veo a Jesús que me mira, me habla, me pregunta, le respondo… ¿qué le respondo? ¿Me animo a ir con Él? ¿A compartir el día con Él? ¿A ofrecerme a Él? ¿O qué?...
Viernes, 5: (Jn 1,43-51). El grupo de Jesús aumenta. Hoy también puede aumentar conmigo. Otros dos discípulos siguen a Jesús. Primero es Felipe, del mismo pueblo que Andrés y Pedro. Y Felipe se lo va a decir a su amigo Natanael. Se va extendiendo la buena noticia. Los familiares y los amigos se comunican e intercomunican la llamada. Esta manera de evangelizar, tan simple y connatural, nos parece cosa de otros tiempos que hoy ya no sabemos practicar. ¡Con las posibilidades increíbles que hoy tenemos! Empezando con el móvil, por ejemplo: mensajes, imágenes, conversaciones, etc. Para qué si no, el twiter y el wassap, el Youtuber…, por citar solo algunas posibilidades. De ese modo, hay quienes están llenando el mundo de mentiras y ¡otras cosas! Por qué no las llenamos nosotros de Verdad, de Buena Noticia, Y si alguien se extraña, podemos decirle lo que Natanael a Felipe: “Ven y verás”. Invitando de ese modo a tal o cual Encuentro, Grupo, Celebración, compromiso con los pobres… Es seguro que muchos terminarán diciendo: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios”. Y su vida habrá dado un giro hacia la Felicidad. Y ellos sentirán en su corazón a Jesús que les responde: “¿Crees? Pues has de ver cosas mayores”. ¿Cosas…, mayores?... Pues sí. ¿Me animo? Entonces habré empezado a ser amigo de Jesús y de muchos otros. Me evangelizo y estoy evangelizando.
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