Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
B23-Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
2º Domingo de Pascua
[¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Aleluya! Es tiempo de Presencia Viva del Crucificado-Resucitado: tiempo de Consolación, de Alegría y de Paz. Lo pedimos con nuestro reiterado canto gozoso del Aleluya.]
Si te ayuda, puedes empezar así: -Estás, Señor… -Estoy, Señor… Tu Presencia de Resucitado me invade, lo sé porque lo creo aún sin verlo: la Vida Nueva, que eres Tú mismo me envuelve y me llena… Hazme gozar, Señor, de tu mismo e intenso gozo…
Del Evangelio de san Juan 20, 19-31 (Es mejor tener el texto a mano y leerlo ahora).
Tenemos aquí, un mismo texto y dos apariciones de Jesús a los suyos. Cuántas cosas para contemplar. Quédate con una de ellas y goza con el Señor resucitado, dejándote llenar de su Presencia Viva.
-Contempla despacio: los discípulos estaban encerrados y atemorizados. De pronto, Jesús está ahí con ellos. Dos saludos y un gesto magnífico: Paz a vosotros y les enseñó las manos y el costado. Jesús es siempre una Presencia real que expulsa todo miedo: el miedo no es patrimonio suyo ni quiere que lo sea de los suyos. ¿Por qué estas triste? ¿Cuántas veces me sorprendo triste, y por qué? Si lo piensas, no hay razones tantas veces para ello. ¿Acaso no está siempre Jesús contigo? ¡Es que las dificultades! ¡Es que los límites! ¿Es que el pecado! Nada de eso impide su Presencia. Ahí y así está contigo con los brazos abiertos para darte el abrazo. Es más, está ahí contigo mostrándote sus santas llagas, signo elocuente de cuanto te ha amado y seguirá haciéndolo porque esas llagas por ti, por mí, siguen resucitadas y gloriosas, gritando silenciosamente: Soy el Crucificado-Resucitado por ti y para ti. Aquí me tienes siempre…, siempre…, siempre… ¿No es para llorar de alegría? Pues hazlo si viene el llanto… Y si puedes, mira, mírale…
-Contempla y escucha atento y despacio… Palabras importantes y gesto sorprendente.
Como el Padre envió a Jesús, éste ahora envía a sus discípulos. Así es Jesús: se ha olvidado del pasado de sus discípulos, Él ahora les envía para hacer lo mismo que él hizo: lo que le oyeron, lo que le vieron hacer, cómo vivió y con quien anduvo. Así de simple. Y eso será extender el Reino de Dios. ¿Pero serán capaces? Por sí mismos no. De ahí, el soplo sobre ellos que les infunde el Espíritu Santo: es el Pentecostés de los discípulos. Ahora sí podrán, dejando obrar en ellos al mismo Espíritu del Maestro. Nadie puede nada si no es en el poder del Espíritu Santo. Por eso se nos ha dado a todos los bautizados hasta el punto de ser templos suyos. Este es el poder de la Iglesia y de cada uno de sus miembros también. Pues todos, unos de una manera y otros de otra, estamos llamados a perdonar a los demás: siempre, los primeros y de todo corazón. ¿Cómo lo vives? ¿Cómo lo vivo? En el orden de la fe, cuando no podemos ni llegamos a algo es porque nos falta el Espíritu Santo. Es tan grande este poder, que llega a lo que solo Dios puede y sabe hacer: perdonar pecados. ¡Inaudito! Sí, pero real. Para ellos y para los sacerdotes, por voluntad divina, es el sacramento de la reconciliación, el perdón de los pecados. Ese poder lo tiene la Iglesia y de él hace partícipes a sus sacerdotes. Ante esa promesa los discípulos han de estar asombrados; no es para menos. ¿Y nosotros? Hemos de estar inmensamente alegres, porque tenemos ese mismo don tan al alcance de la mano. Un don liberador, sanador, transformante a lo divino. ¡Y nos parece ridículo o anticuado o inadecuado! Los que fallamos aquí somos nosotros. No Jesús. Ni su Iglesia. Digámoslo: nos falta fe. Por eso ni pedimos perdón, ni lo damos ni nos confesamos.
-Contempla despacio: Están todos, también Tomás que faltaba el domingo anterior. (No había ido a Misa, diríamos hoy).Y además no creía lo que sus compañeros le aseguraban: Hemos visto al Señor. Y se mantenía en sus trece, el muy tozudo, asegurando: Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo. Y de pronto, Jesús se hace presente y les da la paz. Y Tomás que no sabe dónde meterse ni esconderse. Está lleno de vergüenza y no levanta la cabeza. Los demás ni se mueven y ni siquiera pestañean. Jesús le mira fijamente y le llama por su nombre. Es directo, cercano, amigo, hermano… Simplemente es Jesús. Contempla despacio, recorre la mirada y sobre todo el corazón por el ambiente y los rostros… Con más razón si tú eres hoy Tomás; no es nada imposible. ¿O no? ¡O sí! Y se oye: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. ¿Qué pasa por la mente y el corazón de Tomás? Un terremoto que destruye todos sus prejuicios, tozudeces e incredulidades. Es mejor que tú mismo se lo preguntes ahora a Tomás en un diálogo fraterno. ¡Anímate! Por sus cinco palabras, -que no son una respuesta sino una honda y muy honda afirmación de fe pascual-, está claro que la mirada de Jesús le ha tocado el corazón: ¡Señor mío y Dios mío!, son una adoración, un abandono y una disposición reales de su corazón y de su vida: en un instante ha hecho de Jesús su Señor, él su esclavo, y su Dios, él su creatura humilde. Ahora será y vivirá sólo y del todo por Él y para Él para extender su Reino. Esta es la fe pascual: cree que Jesús está Vivo, se fía de Él, le declara su amor y fidelidad, se une a la comunidad y se realiza con ella. Por eso la respuesta de Jesús es contundente y consoladora por los siglos de los siglos, hoy para ti y para mí, para todos: ¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto. Aquí nada hay que aclarar o interpretar de estas palabras, son muy claras: lo que dicen eso significan y hacen; eso acontece en aquel que vive una fe pascual dentro de la comunidad de la Iglesia: vive con Jesús Resucitado y como miembro de su Cuerpo Vivo misterioso y real, hoy, mañana, siempre. ¿Puede haber algo más gozoso y fecundo en santidad y misión. ¡No lo dejes para más tarde! El Resucitado Vive en ti.
Exclamación contemplativa. (Para repetirla a lo largo de la semana): Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
2º Domingo de Pascua
[¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Aleluya! Es tiempo de Presencia Viva del Crucificado-Resucitado: tiempo de Consolación, de Alegría y de Paz. Lo pedimos con nuestro reiterado canto gozoso del Aleluya.]
Si te ayuda, puedes empezar así: -Estás, Señor… -Estoy, Señor… Tu Presencia de Resucitado me invade, lo sé porque lo creo aún sin verlo: la Vida Nueva, que eres Tú mismo me envuelve y me llena… Hazme gozar, Señor, de tu mismo e intenso gozo…
Del Evangelio de san Juan 20, 19-31 (Es mejor tener el texto a mano y leerlo ahora).
Tenemos aquí, un mismo texto y dos apariciones de Jesús a los suyos. Cuántas cosas para contemplar. Quédate con una de ellas y goza con el Señor resucitado, dejándote llenar de su Presencia Viva.
- Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
-Contempla despacio: los discípulos estaban encerrados y atemorizados. De pronto, Jesús está ahí con ellos. Dos saludos y un gesto magnífico: Paz a vosotros y les enseñó las manos y el costado. Jesús es siempre una Presencia real que expulsa todo miedo: el miedo no es patrimonio suyo ni quiere que lo sea de los suyos. ¿Por qué estas triste? ¿Cuántas veces me sorprendo triste, y por qué? Si lo piensas, no hay razones tantas veces para ello. ¿Acaso no está siempre Jesús contigo? ¡Es que las dificultades! ¡Es que los límites! ¿Es que el pecado! Nada de eso impide su Presencia. Ahí y así está contigo con los brazos abiertos para darte el abrazo. Es más, está ahí contigo mostrándote sus santas llagas, signo elocuente de cuanto te ha amado y seguirá haciéndolo porque esas llagas por ti, por mí, siguen resucitadas y gloriosas, gritando silenciosamente: Soy el Crucificado-Resucitado por ti y para ti. Aquí me tienes siempre…, siempre…, siempre… ¿No es para llorar de alegría? Pues hazlo si viene el llanto… Y si puedes, mira, mírale…
- Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
-Contempla y escucha atento y despacio… Palabras importantes y gesto sorprendente.
Como el Padre envió a Jesús, éste ahora envía a sus discípulos. Así es Jesús: se ha olvidado del pasado de sus discípulos, Él ahora les envía para hacer lo mismo que él hizo: lo que le oyeron, lo que le vieron hacer, cómo vivió y con quien anduvo. Así de simple. Y eso será extender el Reino de Dios. ¿Pero serán capaces? Por sí mismos no. De ahí, el soplo sobre ellos que les infunde el Espíritu Santo: es el Pentecostés de los discípulos. Ahora sí podrán, dejando obrar en ellos al mismo Espíritu del Maestro. Nadie puede nada si no es en el poder del Espíritu Santo. Por eso se nos ha dado a todos los bautizados hasta el punto de ser templos suyos. Este es el poder de la Iglesia y de cada uno de sus miembros también. Pues todos, unos de una manera y otros de otra, estamos llamados a perdonar a los demás: siempre, los primeros y de todo corazón. ¿Cómo lo vives? ¿Cómo lo vivo? En el orden de la fe, cuando no podemos ni llegamos a algo es porque nos falta el Espíritu Santo. Es tan grande este poder, que llega a lo que solo Dios puede y sabe hacer: perdonar pecados. ¡Inaudito! Sí, pero real. Para ellos y para los sacerdotes, por voluntad divina, es el sacramento de la reconciliación, el perdón de los pecados. Ese poder lo tiene la Iglesia y de él hace partícipes a sus sacerdotes. Ante esa promesa los discípulos han de estar asombrados; no es para menos. ¿Y nosotros? Hemos de estar inmensamente alegres, porque tenemos ese mismo don tan al alcance de la mano. Un don liberador, sanador, transformante a lo divino. ¡Y nos parece ridículo o anticuado o inadecuado! Los que fallamos aquí somos nosotros. No Jesús. Ni su Iglesia. Digámoslo: nos falta fe. Por eso ni pedimos perdón, ni lo damos ni nos confesamos.
- A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.
-Contempla despacio: Están todos, también Tomás que faltaba el domingo anterior. (No había ido a Misa, diríamos hoy).Y además no creía lo que sus compañeros le aseguraban: Hemos visto al Señor. Y se mantenía en sus trece, el muy tozudo, asegurando: Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo. Y de pronto, Jesús se hace presente y les da la paz. Y Tomás que no sabe dónde meterse ni esconderse. Está lleno de vergüenza y no levanta la cabeza. Los demás ni se mueven y ni siquiera pestañean. Jesús le mira fijamente y le llama por su nombre. Es directo, cercano, amigo, hermano… Simplemente es Jesús. Contempla despacio, recorre la mirada y sobre todo el corazón por el ambiente y los rostros… Con más razón si tú eres hoy Tomás; no es nada imposible. ¿O no? ¡O sí! Y se oye: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. ¿Qué pasa por la mente y el corazón de Tomás? Un terremoto que destruye todos sus prejuicios, tozudeces e incredulidades. Es mejor que tú mismo se lo preguntes ahora a Tomás en un diálogo fraterno. ¡Anímate! Por sus cinco palabras, -que no son una respuesta sino una honda y muy honda afirmación de fe pascual-, está claro que la mirada de Jesús le ha tocado el corazón: ¡Señor mío y Dios mío!, son una adoración, un abandono y una disposición reales de su corazón y de su vida: en un instante ha hecho de Jesús su Señor, él su esclavo, y su Dios, él su creatura humilde. Ahora será y vivirá sólo y del todo por Él y para Él para extender su Reino. Esta es la fe pascual: cree que Jesús está Vivo, se fía de Él, le declara su amor y fidelidad, se une a la comunidad y se realiza con ella. Por eso la respuesta de Jesús es contundente y consoladora por los siglos de los siglos, hoy para ti y para mí, para todos: ¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto. Aquí nada hay que aclarar o interpretar de estas palabras, son muy claras: lo que dicen eso significan y hacen; eso acontece en aquel que vive una fe pascual dentro de la comunidad de la Iglesia: vive con Jesús Resucitado y como miembro de su Cuerpo Vivo misterioso y real, hoy, mañana, siempre. ¿Puede haber algo más gozoso y fecundo en santidad y misión. ¡No lo dejes para más tarde! El Resucitado Vive en ti.
Exclamación contemplativa. (Para repetirla a lo largo de la semana): Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Comentarios