Adviento cada día
Adviento cada día.
Desde la Palabra: Preparo y vivo su Venida
Lunes: (Lc 5,27-26). Un día estaba Jesús enseñando y curando… Unos hombres le traen en camilla a un paralítico. Hay mucha gente, y le descuelgan con la camilla hasta donde estaba Jesús. Es una hazaña lo que hacen estos hombres. No sé si hoy somos capaces de hacer algo así por las parálisis del cuerpo y del alma de los demás. Mientras no lo hagamos, podemos decir que somos incapaces de arriesgar por el otro, quizás porque estamos también nosotros paralíticos del alma, del corazón. Entonces no somos libres. ¡Qué humanidad la nuestra! Jesús es quien desata en nosotros toda parálisis. Quien nos libera de todo obstáculo. Ojala alguien nos ponga ante Jesús y podamos escuchar sus liberadoras palabras: “Para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados, dijo al paralítico: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”. El pecado es la raíz de toda parálisis, el que neutraliza nuestra vida y la deja sin sentido e incapaz de hacer el bien. Jesús sanó esa raíz perdonando los pecados de aquel hombre: y hoy también los míos, si acudo a Él y se lo pido. Hoy es el día para repetir en oración y fuera de ella: Señor, te presento mis parálisis…, libérame…, ten misericordia de mí… Y hacer el bien.
Martes: (Mt 18,1214). Mira cómo Jesús sale a buscar a los perdidos. Por eso salió de su casa, de su cielo y se vino a esta tierra, a este “infierno”. El Evangelio de hoy nos muestra a Jesús en permanente salida hacia otros lugares o caminos: donde están los que hemos tirado, los que no cuentan, los descarriados, los pobres, las personas descartadas por la sociedad… No es voluntad del Padre que se pierda ninguno de estos sus hijos pequeños. ¿Y la nuestra, sí? ¡Cuántos pecados cometemos al respecto! Mira cómo Jesús sale a buscar a los perdidos… Aunque sea uno solo, sale. Sea de día o de noche. Haga sol, llueva o haga frio. Y no descansa hasta encontrarlo. El amor puede más que su cansancio, preocupación y vida. ¡Y como se alegra! Tengo que pensar si soy de los que salen como Jesús a buscar a los perdidos o soy de los perdidos que no se dejan encontrar. En ningún caso doy una alegría al Corazón de Jesús. Mi vivencia de este día de Adviento: salir a buscar y también dejarme alcanzar por el Amor de Dios.
Miércoles: (Mt 11,28-30). Venid a mí…, cansados y agobiados…, os aliviaré… Tomad mi yugo… Aprended de mí… Soy manso y humilde de corazón… Palabras simples y llenas de una seguridad que relaja y del todo descansa. Y hacen arder el corazón y la vida si las meditamos y consideramos. ¡No sé si las creemos de verdad! Hoy es el día de vivirlas y arriesgar a vivir en amistad con Él. “¡Oh Señor, Dios mío, y como tenéis palabras de vida, adonde todos los mortales hallarán lo que desean, si lo quisiéremos buscar! Haced, Señor, que no se aparten de mi pensamiento vuestras palabras… Mirad que no nos entendemos, ni sabemos lo que deseamos, ni atinamos lo que pedimos… Mirad, Señor, que somos hechura vuestra. Váganos vuestra bondad y misericordia” (Santa Teresa de Jesús.
Exclamación 8). Ven, Señor y da descanso a quienes están hoy, -¿quién no?-, cansado y afligido. Yo el primero. Ven. Te espero… Sé que vienes.
Jueves: (Mt 11,1115). Dijo Jesús a la gente: os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista… El que tenga oídos que escuche, Aparece Juan: el más grande de los nacidos. Ese es el sentido verdadero de su nombre. Así lo enseña Jesús. ¿Por qué el más grande, Señor? Esa es la pregunta que hacer hoy a Jesús y rumiar en nuestro interior? Lo cierto es que vive haciéndose violencia con su austera y desértica vida, es decir, viviendo contra corriente, contra la mundanidad, para aceptar plenamente a Jesús con el Mesías Salvador, o sea, para aceptar la Buena Nueva profetizada. Bueno será hoy preguntarse y volverse a preguntar si mi vida va contra corriente de esa desértica secularización e indiferencia apática que nos envuelve y quiere tragarnos como león rugiente buscando a quien devorar. Bueno será escuchar bien este mensaje de Jesús, que añade que el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que Juan. Seré grande porque hago todo para acoger a Jesús en mí… y pequeño porque sirvo en todo como Jesús. Es mi Adviento de hoy.
Viernes: (Mt 11,1619). Dijo Jesús: ¿A quién se parece esta generación? Se trata de esta generación nuestra, la de hoy. ¿Cuál es nuestra respuesta? ¿Somos capaces de responder?... Meditamos. Reflexionamos. Intentamos. El reproche un tanto duro de Jesús nos puede ayudar: Vino Juan, ni comía ni bebía, y dicen: tiene un demonio. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ahí tenéis un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores… Nos quedamos en lo externo, en lo superficial y no vamos a la persona y a sus porqués hondos y esenciales. ¡Y nos equivocamos de cabo a rabo! Totalmente. Fijémonos bien en esto: “Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida” (Papa Francisco). He aquí un ejemplo excelente y una manera concreta y óptima, -ésta de Jesús-, de ser, de pensar, de juzgar, de hablar, de los demás y de las circunstancias que nos rodean y de cuanto nos acontece. En este hoy de Adviento, ver a Dios en todas las cosas será una buena lección que aprender.
Sábado: (Mt 17,10113). Los judíos esperaban a Elías y cuando éste vino, pero no en primera persona, sino en la de Juan Bautista, ni le reconocen, ni le hacen caso; le ningunean, peor aún, le trataron a su antojo… Cuando se tiene una idea fija, un modo de ver y pensar ya predeterminado y definitivo sobre alguien o algo, no nos lo cambia ni el mismo Dios. Eso es lo que hicieron con Jesús, quienes le conocían muy bien conforme a la ley y los profetas. ¡Y los hombres se equivocaron solemnemente! ¡Y así nos seguimos equivocando! Hemos de estar más abiertos a Dios, a Jesús, a su Evangelio. Su Persona, su Corazón y sus Palabras son inagotables y nunca del todo conocidas: siempre tienen algo que enseñarnos, tienen unos sentires y “vivires” todavía no del todo descubiertos ni extraídos. En todo y para todo tenemos que volver más a Él: “No es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo contemplarlo, adorarlo, descasar en él, que no poder hacerlo” (Papa Francisco). En este día de Adviento, sería muy bueno intentar llevar a cabo esta experiencia.
Desde la Palabra: Preparo y vivo su Venida
Lunes: (Lc 5,27-26). Un día estaba Jesús enseñando y curando… Unos hombres le traen en camilla a un paralítico. Hay mucha gente, y le descuelgan con la camilla hasta donde estaba Jesús. Es una hazaña lo que hacen estos hombres. No sé si hoy somos capaces de hacer algo así por las parálisis del cuerpo y del alma de los demás. Mientras no lo hagamos, podemos decir que somos incapaces de arriesgar por el otro, quizás porque estamos también nosotros paralíticos del alma, del corazón. Entonces no somos libres. ¡Qué humanidad la nuestra! Jesús es quien desata en nosotros toda parálisis. Quien nos libera de todo obstáculo. Ojala alguien nos ponga ante Jesús y podamos escuchar sus liberadoras palabras: “Para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados, dijo al paralítico: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”. El pecado es la raíz de toda parálisis, el que neutraliza nuestra vida y la deja sin sentido e incapaz de hacer el bien. Jesús sanó esa raíz perdonando los pecados de aquel hombre: y hoy también los míos, si acudo a Él y se lo pido. Hoy es el día para repetir en oración y fuera de ella: Señor, te presento mis parálisis…, libérame…, ten misericordia de mí… Y hacer el bien.
Martes: (Mt 18,1214). Mira cómo Jesús sale a buscar a los perdidos. Por eso salió de su casa, de su cielo y se vino a esta tierra, a este “infierno”. El Evangelio de hoy nos muestra a Jesús en permanente salida hacia otros lugares o caminos: donde están los que hemos tirado, los que no cuentan, los descarriados, los pobres, las personas descartadas por la sociedad… No es voluntad del Padre que se pierda ninguno de estos sus hijos pequeños. ¿Y la nuestra, sí? ¡Cuántos pecados cometemos al respecto! Mira cómo Jesús sale a buscar a los perdidos… Aunque sea uno solo, sale. Sea de día o de noche. Haga sol, llueva o haga frio. Y no descansa hasta encontrarlo. El amor puede más que su cansancio, preocupación y vida. ¡Y como se alegra! Tengo que pensar si soy de los que salen como Jesús a buscar a los perdidos o soy de los perdidos que no se dejan encontrar. En ningún caso doy una alegría al Corazón de Jesús. Mi vivencia de este día de Adviento: salir a buscar y también dejarme alcanzar por el Amor de Dios.
Miércoles: (Mt 11,28-30). Venid a mí…, cansados y agobiados…, os aliviaré… Tomad mi yugo… Aprended de mí… Soy manso y humilde de corazón… Palabras simples y llenas de una seguridad que relaja y del todo descansa. Y hacen arder el corazón y la vida si las meditamos y consideramos. ¡No sé si las creemos de verdad! Hoy es el día de vivirlas y arriesgar a vivir en amistad con Él. “¡Oh Señor, Dios mío, y como tenéis palabras de vida, adonde todos los mortales hallarán lo que desean, si lo quisiéremos buscar! Haced, Señor, que no se aparten de mi pensamiento vuestras palabras… Mirad que no nos entendemos, ni sabemos lo que deseamos, ni atinamos lo que pedimos… Mirad, Señor, que somos hechura vuestra. Váganos vuestra bondad y misericordia” (Santa Teresa de Jesús.
Exclamación 8). Ven, Señor y da descanso a quienes están hoy, -¿quién no?-, cansado y afligido. Yo el primero. Ven. Te espero… Sé que vienes.
Jueves: (Mt 11,1115). Dijo Jesús a la gente: os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista… El que tenga oídos que escuche, Aparece Juan: el más grande de los nacidos. Ese es el sentido verdadero de su nombre. Así lo enseña Jesús. ¿Por qué el más grande, Señor? Esa es la pregunta que hacer hoy a Jesús y rumiar en nuestro interior? Lo cierto es que vive haciéndose violencia con su austera y desértica vida, es decir, viviendo contra corriente, contra la mundanidad, para aceptar plenamente a Jesús con el Mesías Salvador, o sea, para aceptar la Buena Nueva profetizada. Bueno será hoy preguntarse y volverse a preguntar si mi vida va contra corriente de esa desértica secularización e indiferencia apática que nos envuelve y quiere tragarnos como león rugiente buscando a quien devorar. Bueno será escuchar bien este mensaje de Jesús, que añade que el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que Juan. Seré grande porque hago todo para acoger a Jesús en mí… y pequeño porque sirvo en todo como Jesús. Es mi Adviento de hoy.
Viernes: (Mt 11,1619). Dijo Jesús: ¿A quién se parece esta generación? Se trata de esta generación nuestra, la de hoy. ¿Cuál es nuestra respuesta? ¿Somos capaces de responder?... Meditamos. Reflexionamos. Intentamos. El reproche un tanto duro de Jesús nos puede ayudar: Vino Juan, ni comía ni bebía, y dicen: tiene un demonio. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ahí tenéis un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores… Nos quedamos en lo externo, en lo superficial y no vamos a la persona y a sus porqués hondos y esenciales. ¡Y nos equivocamos de cabo a rabo! Totalmente. Fijémonos bien en esto: “Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida” (Papa Francisco). He aquí un ejemplo excelente y una manera concreta y óptima, -ésta de Jesús-, de ser, de pensar, de juzgar, de hablar, de los demás y de las circunstancias que nos rodean y de cuanto nos acontece. En este hoy de Adviento, ver a Dios en todas las cosas será una buena lección que aprender.
Sábado: (Mt 17,10113). Los judíos esperaban a Elías y cuando éste vino, pero no en primera persona, sino en la de Juan Bautista, ni le reconocen, ni le hacen caso; le ningunean, peor aún, le trataron a su antojo… Cuando se tiene una idea fija, un modo de ver y pensar ya predeterminado y definitivo sobre alguien o algo, no nos lo cambia ni el mismo Dios. Eso es lo que hicieron con Jesús, quienes le conocían muy bien conforme a la ley y los profetas. ¡Y los hombres se equivocaron solemnemente! ¡Y así nos seguimos equivocando! Hemos de estar más abiertos a Dios, a Jesús, a su Evangelio. Su Persona, su Corazón y sus Palabras son inagotables y nunca del todo conocidas: siempre tienen algo que enseñarnos, tienen unos sentires y “vivires” todavía no del todo descubiertos ni extraídos. En todo y para todo tenemos que volver más a Él: “No es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo contemplarlo, adorarlo, descasar en él, que no poder hacerlo” (Papa Francisco). En este día de Adviento, sería muy bueno intentar llevar a cabo esta experiencia.
Comentarios