Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
29º domingo del Tiempo Ordinario
Para empezar: Retírate… Recógete… Silénciate… Oh mi Dios, Trinidad que vive en mí, te adoro… Gloria al Padre…, al Hijo y al Espíritu Santo… Oh Tú, que vives en ti en lo más hondo de mí, que resuene tu voz en lo más hondo de mí… Oh Tú…, que yo acoja tu voz y la siga desde lo más hondo de mí… Oh Santo Espíritu, sé tú mi Luz y Guía…
Leer despacio el texto del Evangelio: Mateo 22,15-21
Entonces se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al Cesar o no?”. Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “”Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto”. Le presentaron un denario. Él les preguntó: “¿De quién son esta imagen y esta inscripción?”. Le respondieron: “Del César”. Entonces les replicó: “Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Al oírlo se maravillaron y dejándolo se fueron.
Contemplar…, y Vivir…
[Jesús está enseñando a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo que se habían acercado a Él estando en el templo. Y lo hace en parábolas como hemos venido contemplando en estos últimos domingos, para hacerles comprender lo que es el reino de Dios que Él ha venido a traer y enseñar. De pronto se retiran y se reúnen para llegar a un acuerdo, y poder comprometerle haciéndole una pregunta a través de algunos de los propios discípulos].
Contempla el grupo, las miradas…; tú eres uno de los que están ahí: oye bien, escucha y contempla para situarte donde te corresponda. ¿De qué lado estás? Pero antes de la pregunta, escucha las palabras de alabanza que hacen de Jesús:
>Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Es una presentación hipócrita, porque no creen en lo que dicen. Su corazón está muy lejos de esa verdad. Es una trampa. Pero llama la atención el retrato que hacen de Jesús. Mirando tú al Maestro, ¿eres capaz de hacer una presentación así de Jesús, de decirle unas palabras semejantes, precisas y preciosas y tan verdaderas? ¡Sé sincero contigo mismo y con Él!... Jesús es sincero y enseña el camino de Dios según la verdad y no depende de nadie. Él mismo es el “camino de Dios”, que nosotros estamos llamados a recorrer para llegar a la verdad y a la vida. ¿Es mi camino? ¿Busco con Él la Verdad y la Vida? En su momento, Jesús afirmó: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14,6). Y comenta san Agustín: “era necesario que Jesús dijera: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, porque una vez conocido el camino, faltaba conocer la meta. El camino conducía a la verdad, conducía a la vida… y nosotros ¿a dónde vamos sino a Él? Y ¿por qué camino vamos sino por Él?” Ahora me toca a mí responder. Es más, Jesús es el retrato y el camino que yo tengo que imitar y seguir si quiero ser sincero y no equivocarme en la vida de discípulo y misionero. ¿O tengo otros modelos y voy por otros caminos? Es hora de sincerarme conmigo mismo y con Él.
>Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al Cesar o no?”. (Esta es la cuestión central y tramposa: el tributo al César). Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “”Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto”. Le presentaron un denario. Él les preguntó: “¿De quién son esta imagen y esta inscripción?”. Le respondieron: “Del César”. Entonces les replicó: “Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Ya ves, Jesús responde con un sorprendente realismo político. El tributo al César se ha de pagar, porque la imagen de la moneda es suya. De este modo, Jesús, y la Iglesia, nos recuerdan, la justa distinción entre la esfera de autoridad del César y la de Dios, entre el ámbito político y el religioso. No se han de confundir y menos identificar. Cada una tiene sus leyes y exigencias, su justa autonomía, sus deberes y derechos. Todo lo cual se ha de cumplir, con tal de que los de la esfera social y política no sean injustos y se opongan o rechacen los derechos de Dios y el bien común de los hombres. En ello, estamos todos corresponsablemente implicados. ¿Es así para mí de verdad?
>¡Ojo! Que la respuesta de Jesús va más allá. Y eso lo captaron bien los Padres de la Iglesia, interpretando este paso a la luz de la idea fundamental del hombre creado a imagen de Dios, que se encuentra en el capítulo primero del Génesis. Entonces: El hombre, todo hombre, lleva en sí mismo grabada otra imagen, la de Dios. ¿O no es verdad? Por tanto, a Dios, y solo a Él, cada uno debe su existencia. He aquí el texto de un autor anónimo en una homilía: “La imagen de Dios no está impresa en el oro, sino en el género humano. La moneda del César es el metal, la de Dios es la humanidad… Por tanto, da tu riqueza material al César, pero reserva a Dios la inocencia única de tu conciencia, donde se contempla a Dios… El César, en efecto, ha impreso su imagen en cada moneda, pero Dios ha escogido al hombre, que él ha creado, para reflejar su gloria”. ¡Belleza y verdad profundas! Te debes todo a Dios. Relee, medita, contempla… San Agustín dice también: “Si el César reclama su propia imagen impresa en la moneda, ¿no exigirá Dios del hombre la imagen divina esculpida en él?” Y también: “Del mismo modo que se devuelve al César la moneda, así se devuelve a Dios el alma iluminada e impresa por la luz de su rostro… En efecto, Cristo habita en el interior del hombre”. En tu personal interior. ¿Es así? Relee, medita, contempla… ¡Vale mucho la pena! ¡Y más ser consecuente!
>Al oírlo se maravillaron y dejándolo se fueron. ¿A qué les llevó su maravilla interior? A dejarlo e irse… ¡Qué extraña maravilla! Que no te ocurra a ti ahora ni nunca ante Jesús y sus enseñanzas, su Evangelio y tu camino evangelizador, por tu santidad y el bien de toda la humanidad. ¿Te animas? ¿Te decides? Jesús está contigo ahora y siempre. ¿No te maravilla?
Para terminar: Recoge alguno de los sentimientos más hondos que se han podido despertar en ti a lo largo de esta contemplación… Da gracias a Dios… Ponte a su disposición… ¿Qué voy a hacer con Cristo y por Cristo?... Y eso dalo vueltas en tu corazón durante la semana; cualquier momento puede ser bueno. No lo desaproveches. Reza despacio un Padrenuestro.
29º domingo del Tiempo Ordinario
Para empezar: Retírate… Recógete… Silénciate… Oh mi Dios, Trinidad que vive en mí, te adoro… Gloria al Padre…, al Hijo y al Espíritu Santo… Oh Tú, que vives en ti en lo más hondo de mí, que resuene tu voz en lo más hondo de mí… Oh Tú…, que yo acoja tu voz y la siga desde lo más hondo de mí… Oh Santo Espíritu, sé tú mi Luz y Guía…
Leer despacio el texto del Evangelio: Mateo 22,15-21
Entonces se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al Cesar o no?”. Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “”Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto”. Le presentaron un denario. Él les preguntó: “¿De quién son esta imagen y esta inscripción?”. Le respondieron: “Del César”. Entonces les replicó: “Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Al oírlo se maravillaron y dejándolo se fueron.
Contemplar…, y Vivir…
[Jesús está enseñando a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo que se habían acercado a Él estando en el templo. Y lo hace en parábolas como hemos venido contemplando en estos últimos domingos, para hacerles comprender lo que es el reino de Dios que Él ha venido a traer y enseñar. De pronto se retiran y se reúnen para llegar a un acuerdo, y poder comprometerle haciéndole una pregunta a través de algunos de los propios discípulos].
Contempla el grupo, las miradas…; tú eres uno de los que están ahí: oye bien, escucha y contempla para situarte donde te corresponda. ¿De qué lado estás? Pero antes de la pregunta, escucha las palabras de alabanza que hacen de Jesús:
>Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Es una presentación hipócrita, porque no creen en lo que dicen. Su corazón está muy lejos de esa verdad. Es una trampa. Pero llama la atención el retrato que hacen de Jesús. Mirando tú al Maestro, ¿eres capaz de hacer una presentación así de Jesús, de decirle unas palabras semejantes, precisas y preciosas y tan verdaderas? ¡Sé sincero contigo mismo y con Él!... Jesús es sincero y enseña el camino de Dios según la verdad y no depende de nadie. Él mismo es el “camino de Dios”, que nosotros estamos llamados a recorrer para llegar a la verdad y a la vida. ¿Es mi camino? ¿Busco con Él la Verdad y la Vida? En su momento, Jesús afirmó: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14,6). Y comenta san Agustín: “era necesario que Jesús dijera: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, porque una vez conocido el camino, faltaba conocer la meta. El camino conducía a la verdad, conducía a la vida… y nosotros ¿a dónde vamos sino a Él? Y ¿por qué camino vamos sino por Él?” Ahora me toca a mí responder. Es más, Jesús es el retrato y el camino que yo tengo que imitar y seguir si quiero ser sincero y no equivocarme en la vida de discípulo y misionero. ¿O tengo otros modelos y voy por otros caminos? Es hora de sincerarme conmigo mismo y con Él.
>Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al Cesar o no?”. (Esta es la cuestión central y tramposa: el tributo al César). Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “”Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto”. Le presentaron un denario. Él les preguntó: “¿De quién son esta imagen y esta inscripción?”. Le respondieron: “Del César”. Entonces les replicó: “Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Ya ves, Jesús responde con un sorprendente realismo político. El tributo al César se ha de pagar, porque la imagen de la moneda es suya. De este modo, Jesús, y la Iglesia, nos recuerdan, la justa distinción entre la esfera de autoridad del César y la de Dios, entre el ámbito político y el religioso. No se han de confundir y menos identificar. Cada una tiene sus leyes y exigencias, su justa autonomía, sus deberes y derechos. Todo lo cual se ha de cumplir, con tal de que los de la esfera social y política no sean injustos y se opongan o rechacen los derechos de Dios y el bien común de los hombres. En ello, estamos todos corresponsablemente implicados. ¿Es así para mí de verdad?
>¡Ojo! Que la respuesta de Jesús va más allá. Y eso lo captaron bien los Padres de la Iglesia, interpretando este paso a la luz de la idea fundamental del hombre creado a imagen de Dios, que se encuentra en el capítulo primero del Génesis. Entonces: El hombre, todo hombre, lleva en sí mismo grabada otra imagen, la de Dios. ¿O no es verdad? Por tanto, a Dios, y solo a Él, cada uno debe su existencia. He aquí el texto de un autor anónimo en una homilía: “La imagen de Dios no está impresa en el oro, sino en el género humano. La moneda del César es el metal, la de Dios es la humanidad… Por tanto, da tu riqueza material al César, pero reserva a Dios la inocencia única de tu conciencia, donde se contempla a Dios… El César, en efecto, ha impreso su imagen en cada moneda, pero Dios ha escogido al hombre, que él ha creado, para reflejar su gloria”. ¡Belleza y verdad profundas! Te debes todo a Dios. Relee, medita, contempla… San Agustín dice también: “Si el César reclama su propia imagen impresa en la moneda, ¿no exigirá Dios del hombre la imagen divina esculpida en él?” Y también: “Del mismo modo que se devuelve al César la moneda, así se devuelve a Dios el alma iluminada e impresa por la luz de su rostro… En efecto, Cristo habita en el interior del hombre”. En tu personal interior. ¿Es así? Relee, medita, contempla… ¡Vale mucho la pena! ¡Y más ser consecuente!
>Al oírlo se maravillaron y dejándolo se fueron. ¿A qué les llevó su maravilla interior? A dejarlo e irse… ¡Qué extraña maravilla! Que no te ocurra a ti ahora ni nunca ante Jesús y sus enseñanzas, su Evangelio y tu camino evangelizador, por tu santidad y el bien de toda la humanidad. ¿Te animas? ¿Te decides? Jesús está contigo ahora y siempre. ¿No te maravilla?
Para terminar: Recoge alguno de los sentimientos más hondos que se han podido despertar en ti a lo largo de esta contemplación… Da gracias a Dios… Ponte a su disposición… ¿Qué voy a hacer con Cristo y por Cristo?... Y eso dalo vueltas en tu corazón durante la semana; cualquier momento puede ser bueno. No lo desaproveches. Reza despacio un Padrenuestro.
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