¿Qué hacía Don Orione en 1936?
San Luis Orione nació en Pontecurone, diócesis de Tortona, el 23 de junio de 1872. A los 13 años fue recibido en el convento franciscano de Voghera (Pavía) que abandonó después de un año por motivos de salud. De 1886 a 1889 fue alumno de San Juan Bosco en el Oratorio de Valdocco de Turín.
El 16 de octubre de 1889 entró en el seminario de Tortona. Siendo todavía un joven clérigo, se dedicó a vivir la solidaridad con el prójimo en la Sociedad de Mutuo Socorro San Marciano y en la Conferencia de San Vicente. El 3 de julio de 1892, abrió en Tortona el primer Oratorio para cuidar la educación cristiana de los jóvenes. Al año siguiente, el 15 de octubre de 1893, Luis Orione, un clérigo de 21 años, abrió un colegio para chicos pobres en el barrio de San Bernardino.
El 13 de abril de 1895, Luis fue ordenado sacerdote y, al mismo tiempo, el obispo impuso el hábito clerical a seis alumnos de su colegio. En poco tiempo, Don Orione abrió nuevas casas en Mornico Losana (Pavía), en Noto (Sicilia), en San Remo, en Roma.
Alrededor del joven fundador crecieron clérigos y sacerdotes que formaron el primer núcleo de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. En 1899 inició la rama de los ermitaños de la Divina Providencia. El Obispo de Tortona reconoció en 1903 canónicamente a los Hijos de la Divina Providencia (sacerdotes, hermanos coadjutores y ermitaños), congregación religiosa masculina de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, dedicada a «colaborar para llevar a los pequeños, los pobres y el pueblo a la Iglesia y al Papa, mediante las obras de caridad», profesando un cuarto voto de especial «fidelidad al Papa». En las primeras Constituciones de 1904, entre los fines de la nueva Congregación aparece el de trabajar «para alcanzar la unión de las Iglesias separadas».
Animado por una gran pasión por la Iglesia y por la salvación de las almas, se interesó activamente por los problemas emergentes en aquel tiempo, como la libertad y la unidad de la Iglesia, la «cuestión romana», el modernismo, el socialismo, la cristianización de las masas obreras.
Socorrió heroicamente a las poblaciones damnificadas por los terremotos de Reggio y de Messina (1908) y por el de la Marsica (1915). Por deseo de San Pío X fue Vicario General de la diócesis de Messina durante tres años.
A los veinte años de la fundación de los Hijos de la Divina Providencia, como en «una única planta con muchas ramas», el 29 de junio de 1915 dio inicio a la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, animadas por el mismo carisma fundacional y, en el 1927, las Hermanas adoratrices Sacramentinas invidentes, a las que se añadirán después las Contemplativas de Jesús Crucificado.
Organizó a los laicos en las asociaciones de las «Damas de la Divina Providencia», los «ex Alumnos» y los «Amigos». Después tomará cuerpo el Instituto Secular Orionino y el Movimiento Laical Orionino.
Después de la primera guerra mundial (19141918) se multiplicaron las escuelas, colegios, colonias agrícolas, obras caritativas y asistenciales. Entre las obras más características, creó los «Pequeños Cottolengos», para los que sufren y los abandonados, surgidos en la periferia de las grandes ciudades como «nuevos púlpitos» desde los que hablar de Cristo y de la Iglesia, «faros de fe y de humanidad».
El celo misionero de Don Orione, que ya se había manifestado con el envío a Brasil en 1913 de sus primeros religiosos, se extendió después a Argentina y Uruguay (1921), Inglaterra (1935) y Albania (1936). En 19211922 y en 19341937, él mismo realizó dos viajes a Hispanoamérica, Argentina, Brasil y Uruguay, llegando hasta Chile.
Don Orione estaba en Argentina (19341937) durante la persecución religiosa en España. Conocedor de primera mano de la evolución de la tormenta que arrojaba sombras ominosas incluso en el extranjero. La Obra cuenta entre los miles de mártires de la persecución religiosa con el padre Ricardo Gil Barcelón y el aspirante Antonio Arrué Peiró.
El beato Ricardo Gil Barcelón, nació en Manzanera (Teruel) el 27 de octubre de 1873. Se había ordenado sacerdote en Manila en 1904, tras dejar el ejército. En 1910 conoció a San Luis Orione y se incorporó a la congregación. En 1930 Don Orione lo envió a Valencia, para comenzar su obra en España. Fue respetado al comienzo de la guerra, porque se ocupaba de los más pobres. Dos veces fueron a su casa los milicianos para eliminarlo, pero se interpuso la gente del vecindario diciendo: “¡Es bueno, ayuda a los pobres, nuestros hijos comen porque está Él!”. Pero la tercera vez, el 1 de agosto de 1936, según la documentación del proceso, lo arrestaron.
El beato Antonio Isidoro Arrué Peiró, aspirante de la congregación de Don Orione, había nacido en Calatayud (Zaragoza) el 4 de abril de 1908, y no estaba en la casa cuando se produjo el arresto, pero vio el camión en el que habían hecho subir al padre Gil. No lo dudó un momento: corrió a su encuentro y quiso a toda costa permanecer con él.
El 3 de agosto los condujeron a la playa de El Saler, en las afueras de Valencia. Cuando fusilaron al Padre Gil sus últimas palabras fueron “¡Viva Cristo Rey!”. Antonio -según el relato de un guardia- al ver caer al padre se arrojó a su lado para sostenerlo. Los guardias lo asesinaron fracturándole el cráneo con la culata de un fusil. Bajo estas líneas, el monumento que se levantó en el lugar del martirio.
El 13 de octubre de 2013 en Tarragona, fueron beatificados 522 mártires de la persecución religiosa y entre ellos se encontraban también estos dos orionitas.
Don Orione propone en 1939 la creación de una fiesta para celebrar la fe y el martirio de la España católica.
Conocía los hechos de sangre de España, por la información directa que recibía y por la resonancia que la guerra española tenía en Argentina, donde se encontró casi sin interrupción desde 1934 hasta 1937, es decir, en el punto culminante de la persecución religiosa. Después del Congreso Eucarístico Internacional en Buenos Aires, en 1934, Don Orione había llegado a ser muy popular en Argentina. Entró en contacto con el filósofo Jacques Maritain durante la estancia de dos meses en Argentina, en 1936, y lo invitó a llevar a cabo cursos de filosofía y cultura católica.
Don Orione, entonces, pensó en el padre Ricardo Gil Barcelón, su español que había abierto un puesto de avanzada de la caridad en la ciudad de Valencia. Él sabía que con el joven aspirante Antonio Arrué Peiró, todo estaba comenzando. Pero no tenía noticias de ellos. Solo más tarde se supo que fueron asesinados por odio a la fe, el 3 de agosto de 1936.
Los documentos de archivo, en su mayoría inéditos, que aquí son presentados con breves comentarios, nos permiten reconstruir cómo San Luis Orione vivió los terribles acontecimientos de España.
En varias de las cartas que se conservan o alude o están dirigidas al cardenal Pedro Segura, con el que don Orione ha tenido tiempo de tratar en Roma.
El 10 de noviembre de 1936 se puede leer: Pienso mucho en el santo cardenal Segura, y rezo por España.
El 14 de diciembre le escribe: “tomo el dolor de la España católica, pero hoy me gustaría traer al alma de V. Eminencia un poco de consuelo al asegurarle, Eminencia, que sobre todo en la santa Noche de Navidad, rogaré al Señor, para que después de tanto fuego y prueba de sangre dé a España hermosos días de fe, paz y prosperidad”.
Pero, sin duda, es una carta dirigida al Secretario de Estado la que más nos sobrecoge. Va sin fecha, pero el autor del artículo Flavio Peloso afirma: “este texto se colocará entre el 2 de marzo de 1939 (día de la elección del Papa Pío XII) y el 12 de marzo de 1940 (fecha de la muerte de Don Orione)”.
Durante el período, tan anticristiano e inhumano de la guerra española, en todas partes se rezaba por los obispos, sacerdotes, religiosos y católicos que fueron bárbaramente asesinados. Muchos de ellos, que eran pacíficos, fueron condenados a muerte por odio a la Fe. Y la Iglesia Madre, cuando plazca a Nuestro Señor, y sea tiempo de ello, permitirá glorificar a varios. Habrá necesidad, aunque vaya para largo por tantos como son, para que caídos como héroes cristianos y por la fe, no caigan en el olvido.
En estos días lo he pensado muchas: qué bueno sería -ahora que el calvario de España, al menos en cierto aspecto, ha terminado-, qué bueno sería si el Sumo Pontífice instituyese en esta nación aún turbulenta una fiesta para celebrar juntamente la fe, las virtudes cristianas, el heroísmo de todas las víctimas masacradas en casi tres años de guerra, por odio a Jesucristo y a su Iglesia.
No sería esto -cuando el pueblo español exalta en este momento a sus caídos y libertadores, con grandes celebraciones cívicas; mientras todos deseamos un verdadero resurgimiento católico de aquella España que ha dado tantos santos, el sello, diré yo, del triunfo de la Iglesia sobre el bolchevismo, de la civilización cristiana sobre tanta barbarie.
Sería beneficioso para esta celebración no solo hacer desaparecer las funestas divisiones y cimentar en la Fe y la Caridad, que siempre unifican y confraternizan en Cristo […]
Añadido en la parte de atrás de la primera hoja puede leerse: ¡Un día establecido por el Papa para este propósito qué gran repercusión tendría y cómo haría levantar el espíritu!
En esta página web podemos leer, en italiano, el artículo y las cartas del santo:
http://www.messaggidonorione.it/articolo.asp?ID=261
San Luis Orione deja claro que habla de los mártires españoles…
Gozó de la estima personal de los Papas y de las autoridades de la Santa Sede, que le confiaron numerosos y delicados encargos para resolver problemas y curar heridas tanto dentro de la Iglesia como en las relaciones con el mundo civil. Fue predicador, confesor y organizador infatigable de peregrinaciones, misiones, procesiones, «belenes vivientes» y otras manifestaciones populares de la fe. Muy devoto de la Virgen, promovió su devoción por todos los medios y, con el trabajo manual de sus clérigos, construyó los santuarios de la Virgen de la Guardia en Tortona y de la Virgen de Caravaggio en Fumo.
En el invierno de 1940, intentando aliviar los problemas de corazón y pulmones que sufría, fue a la casa de San Remo, aunque, como decía, «no es entre las palmeras donde deseo vivir y morir, sino entre los pobres que son Jesucristo». Después de tan sólo tres días, rodeado del afecto de sus hermanos, Don Orione falleció el 12 de marzo de 1940, suspirando «¡Jesús! ¡Jesús! Voy».
Fue beatificado por San Juan Pablo II el 26 de octubre de 1980 y canonizado, por este mismo papa, el 16 de mayo de 2004. Su cuerpo permanece en el Santuario Nuestra Señora de la Guardia en Tortona (Italia), con excepción de su corazón que se expone en el Cottolengo del barrio que lleva su nombre, en la ciudad de Claypole, Argentina.