Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
 
21º domingo del Tiempo Ordinario
 
Para empezar: Retírate… Recógete… Silénciate… Pon en marcha tu fe, esperanza y amor, para que el Encuentro con el Señor sea vivo y eficaz… Fíate de Él…
 
Leer despacio el texto del Evangelio: Mateo 16,13-20
 
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Ellos contestaron: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas”. Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Simón Pedro tomó la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le respondió: “¡Bienaventurado tú Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”. Y les mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
 
Contemplar…, y Vivir…
 
Contempla la escena: Jesús y los discípulos solos y retirados en intimidad, como tú ahora para contemplarlos, verlos y escucharlos. Tú ahora eres también uno de ellos. Jesús pregunta y te pregunta:
>“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. ¿Qué respondes tú? ¿Sabes lo que dice la gente que conoces, la de tu entorno, tus familiares y amigos, etc.? Y lo que dicen: ¿te convence? ¿Es acertado o desacertado? Dile a Jesús lo que dicen de Él quienes tú conoces. Díselo. No temas…
>“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. O sea: “Tú que estas aquí conmigo, ¿quién  dices que soy yo? Te toca ahora responder en primera persona: lo que Jesús es para ti, quién es para ti… ¿Lo sabes? ¿Lo tienes claro? ¿Dices lo mismo que Pedro? No te precipites, para ello has de tener la luz de lo alto, una gracia especial venida del cielo. Has de responder con el corazón no con lo que has aprendido en el catecismo. ¿Qué te grita el corazón sobre Jesús para ti en tu vida de fe? ¿Cómo le vives? ¿Cómo vive Él dentro de ti? ¡Ánimo! No te acobardes, sé valiente...
>“¡Bienaventurado tú Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Bienaventurado tú, Simón… Bienaventurado, dichoso, feliz tú, que ahora escuchas estas palabras de Jesús como confirmación a tu propia respuesta. ¿Ves cómo Jesús responde? Sin hacer esperar. Y todo, porque Pedro ha sido fiel a Dios acogiendo su revelación, su toque de gracia, en el propio corazón y en su respuesta. ¿Acoges tú las inspiraciones divinas? En esa acogida se juega tu santidad y tu obrar conforme a la voluntad de Dios.
> Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará, etc…
Jesús el Señor va todavía más lejos y declara a Pedro, ante los demás discípulos, como la piedra en la que queda fundamentada la nueva obra de Jesús que es el Iglesia. Pedro será la roca que sustentará todo el peso y toda la responsabilidad para mantener, en primer lugar, la fidelidad a la persona de Jesús y, en segundo lugar, la unidad entre los miembros de la nueva comunidad. ¿Me doy cuenta? Jesús, Pedro, (hoy Francisco), Iglesia, comunidad es la nueva obra de Jesús en la tierra. Nada de eso se puede separar, ni dividir: romperíamos el proyecto salvador de Jesús en la Historia y para la Humanidad. ¡Y eso es grave! ¿Favorezco la unidad o soy causa de crítica y división? ¿O desobediencia, tal vez?  Pero hay más: Pedro tendrá las “llaves”, el poder de gobernar, regir y santificar la Iglesia, obra de Jesús. Le da también el poder de “atar y desatar”, de manera que “lo que ate en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desate en la tierra quedará desatado en los cielos”. Es el poder de perdonar a los que han pecado y reintegrarlos a la Iglesia. ¿Me alegro yo de dones tan grandes como estos que Jesús ha dado a su Iglesia o soy de los que fastidian y malhumoran por ello? Este es un criterio de la autenticidad del verdadero discípulo de Jesús? ¿Lo soy yo? Jesús ha hecho todo de tal manera que podamos tenerlo a Él y sus dones salvíficos al alcance de la mano. ¿Cómo no dar gracias y sentirme realmente amado por Dios que tanto me cuida y regala?
 
Para terminar: Recoge alguno de los elementos más salientes porque han resonado más fuertemente en tu corazón, en tu mente, en tus sentimientos. Pídele a Jesús lo que necesites. Confía en Él y ponte en sus manos y, desde ahí, trata de tener muy mucha amistad con Él a lo largo de la semana. Recita un Padre nuestro… ¡y adelante con paz!
 
 
 
 
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