Miércoles, 06 de noviembre de 2024

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Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
 
1er domingo de Cuaresma
 
Para empezar: Retírate… Serénate… Silénciate… Adora a tu Dios y Señor que está contigo…, dentro de ti… Déjate amar por Él… Y empieza despacio la lectura y contemplación…
 
Leer despacio el texto del Evangelio: Mateo 4,111
 
En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo:
 -Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.
Pero él le contestó diciendo:
 -Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Entonces el diablo lo llevó a la Ciudad Santa, lo puso en el alero del templo y le dijo:
-Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras.
Jesús le dijo:

-También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.
De nuevo el diablo lo lleva a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo:
-Todo esto te daré, si te postras y me adoras.
Entonces le dijo Jesús:
-Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.
Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían.
 
Contemplar…, y Vivir…
 
Con el míércoles de ceniza, hemos entrado en la Cuaresma. Hemos iniciado, pues, el camino hacia la Pascua. Tiempo importante en nuestro vivir cristiano: para más contemplar a Jesús y asumir sus Palabras. Todo lo cual nos llevará a ser más semejantes al Maestro, cuyo discípulo y misionero somos y/o queremos ser.
-Ante todo contempla a Jesús llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo… Va decidido a encarar su nueva vida, aunque sea dura como el desierto,  porque fue lleno del Espíritu en el Bautismo. Como tú, y yo, lo fuimos también en el bautismo: llenos del Espíritu… ¿Y cómo estoy viviendo la vida con su dureza y sus tentaciones? ¿Con desaliento o desesperanza? En la vida, la dureza existe, las pruebas se dan, las tentaciones ¡no digamos! ¿Te tiran abajo o el Espíritu es tu fuerza y capacidad de lucha? Él tendría que hacerte ver, además, que en medio de esas dificultades anda Dios. ¡Animo. Puedes, pese a todo, vivir la vida al modo de Jesús! No lo dudes. Inténtalo. Para eso es la Cuaresma. Esta es la primera conversión.
-Contempla ahora a Jesús tentado: debilitado en el cuerpo por el ayuno, tiene hambre…, y el tentador que se le acerca… ¡Es fuerte la escena! Débil y frágil en su carne y rodeado por el “poderoso tentador” ¡Qué horror! ¿Tienes alguna experiencia de ello? Qué fácil es entonces caer y fallarle a quien sea: a Dios, a los míos, a los demás…, a mi mismo… ¡Y yo que me creía y me creo alguien! ¿Me toca algo a mí todo esto? ¿Cuál es mi reacción? ¿Me hago muy humilde y fuerte en el Espíritu o acaso dejo acercar al tentador, juego con él, entro a dialogar con él? ¡Jamás! ¿Nada de todo ello, jamás! Eso me debilita y me pierde hasta quedar enfangado en el mal, en el pecado.
-Contempla también a Jesús, y escucha con atención las palabras del Maligno y sobre todos las respuestas de Jesús… El tentador le dice palabras buenas, palabras de la Biblia. ¡Cuánta astucia! Es propio de él y de la tentación: la astucia, la apariencia de bien y de bueno. ¡Ojo ahí! Le tienta, además, con palabras de Dios para que haga cosas grandes: milagros, tentar al mismo Dios e incluso abandonar a su Padre Dios, adorando al Maligno. Tentaciones de poderío, de prepotencia, de riquezas. La seducción de tener más, más que los otros; de ser más, más poder que los otros y sobre los otros; aunque éstos sean solo los míos: familia, amigos, compañeros… Son, además, tentaciones dirigidas netamente al egoísmo-soberbia: (Di que estas piedras…); al aparentar-vanidad: (Tírate abajo…). y al afán de poder-riqueza: (Todo esto te daré…). Estas, tentaciones son claramente diabólicas y muy frecuentes. Pueden ser las tentaciones que a mí me rondan todos los días. ¡He de ser sincero! Digámoslo: las tentaciones humanas, las mías, las de cada día, tienen estas mismas raíces. Las que se dan a nivel de la mente, del cuerpo o del espíritu tienen estás mismas raíces. Las más terribles e insidiosas, que se dan a nivel del alma: la debilitan y oscurecen, la entristecen y desaniman, atentan a la fe, la esperanza y el amor…, tienen estas mismas raíces. Incluso hacen parte de la vida cristiana. ¿Qué hacer entonces?  “Cada día el cristiano debe librar un combate que se asemeja al que Cristo libró en el desierto de Judea, durante cuarenta días fue tentado por el diablo […]. Se trata de un combate espiritual, dirigido contra el pecado y en definitiva contra Satanás. Es un combate que implica a toda la persona y que exige una vigilancia atenta y constantes” (Benedicto XVI). El prototipo de este combate es el mismo Jesucristo que resiste, frente a las insidias del tentador en el desierto. ¿Cómo combato yo? ¿O ya he arrojado la toalla? ¡Dios no lo quiera!
-Jesús, el Verbo de Dios, rechaza al seductor con las mismas Palabras de Dios: palabras que hace suyas y las vive. ¿Cómo? Queriendo lo que Dios quiere. Haciendo lo que Dios quiere. Adorando solo a Dios, es decir, siendo hijo fiel en todo obediente a Dios su Padre. Su alimento es la voluntad del Padre. Para mí, ¿es la Palabra de Dios meditada y poco a poco asimilada, el arma potente de combate y de victoria de la tentación? No puedo olvidarlo: tengo la Gracia, el Espíritu, y a Dios Presente en mí y en todas las circunstancias de mi vida, ¿Quiero más? No siempre todos esos dones liberan a mi naturaleza de su debilidad y de la inclinación al mal, ¡es verdad! Pero es más verdad que Dios está, que no me falla, que su amor me llena y me envuelve. Esto he de tenerlo muy en cuenta en las tentaciones. He aquí una manera muy concreta y sencilla de enfrentarlas: en esos momentos, una sola palabra me basta y he de repetirla con calma, fe y humidad: ¡Jesús! Repítela cuanto sea necesario. Esa Divina Palabra, ¡Jesús!, esa Divina Persona, en la que he sido hecho Hijo de Dios, ahuyenta al enemigo, va diluyendo la tentación, y triunfa en mí contra todo mal. Como Él en el desierto. ¡Inténtalo porque vale la pena! 
 
Para terminar: Da gracias a Dios, recoge lo más provechoso que has vivido en la contemplación y vete a tus tareas. Dos cosas importantes para la semana. Una: has entrado en la Cuaresmas, ¿Qué significa eso? Significa iniciar un tiempo de particular empeño en el combate espiritual que nos opone al mal presente en el mundo, en cada uno de nosotros y en tornos a nosotros. Quiere decir mirar al mal cara a cara y disponerse a luchar contra sus efectos, sobre todo contra sus causas, hasta la causa última que es Satanás. Significa no descargar el problema del mal en los demás, en la sociedad o en Dios, sino reconocer las propias responsabilidades y afrontarlo conscientemente. ¿Entiendes? Dos: Intenta luchar contra toda tentación, aunque sea pequeña, a través de la invocación: ¡Jesús! Repitiéndola cuanto sea necesario.
 
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