Miércoles, 06 de noviembre de 2024

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Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
 
8º Domingo del Tiempo Ordinario
 
Para empezar: Retírate… Deja tus tareas…, es el momento de encontrarte con el Señor a solas… Te espera… Quiere estar contigo… ¡Deseas tú estar con Él solo y a solas?… En fe, en esperanza, en amor: Señor, quiero estar contigo aquí… Háblame al corazón… Que sepa escuchar incluso tus silencios…
 
Leer despacio el texto del Evangelio: Mateo 6,24-34
 
Jesús dijo a sus discípulos:
“Nadie puede estar al servicio de dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
Por eso os digo: no estéis agobiados por vuestra vida, pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad los pájaros del cielo: no siembran, ni siegan, ni almacenan  y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?
¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?
¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus desgracias.”

Contemplar…, y Vivir…
 
Jesús sigue hablando a sus discípulos en el monte de las bienaventuranzas. En el Evangelio de hoy, con una enseñanza tan sencilla como concreta y bonita, Jesús se centra en la paternidad providente y amorosa de Dios. Contempla a Jesús… Oye bien sus palabras porque hoy son también para ti y para mí. No tienen desperdicio y quieren afectar a tu modo cotidiano de vivir, propio del discípulo misionero que tú eres o quieres ser. ¿No es así? Entonces, ¿creo de verdad en la paternidad providente y amorosa de mi Padre-Dios? ¿Estoy seguro? ¿Cómo estoy viviendo esta paternidad en mi  vida de fe?
<>Nadie puede estar al servicio de dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
Esta frase es el pórtico de entrada al texto evangélico. Jesús quiere darte a entender con meridiana claridad que no es posible servir a Dios y a la riqueza. Son incompatibles. Quien cree en Dios, Padre lleno de amor providente por sus hijos, y además sigue a Jesús, el Hijo Primogénito entre muchos hermanos, pone en primer lugar la búsqueda de su Reino, de su voluntad, e intenta despojarse, día a día, de aquello que lo impide. Si crees en Dios, empieza por liberarte de la preocupación de las cosas. ¡Y no es fácil! Porque el dinero, los bienes materiales, lo puede todo, lo compra todo: incluso la vida y las personas. ¡Qué horror! Con facilidad se convierte en el Dios de la vida en vez de servir para ayudarte a vivir a ti y a los demás. Ahora, pon tu corazón en la balanza: en un platillo Dios y en el otro tus bienes, tus dinerillos: ¿hacia dónde se inclina la balanza? ¿Qué pesa más en la balanza de tu corazón? El cristiano se caracteriza en el mundo por servir al único Dios verdadero y rechazar al señor dinero. ¡Háblalo con quien quiere ser Señor de tu vida!
<>Por eso os digo: No estéis agobiados…, a fuerza de agobiarse…, por qué os agobiáis… No andéis agobiados…, no os agobiéis…, agobio…
Ya lo oyes: Jesús insiste, y usa 6 veces el verbo agobiar, ¡cuánto será su peso; no quiere que nos agobiemos. ¿Por qué? Porque el núcleo del mensaje que hoy nos está inculcando Jesús, es una clara y contundente invitación a la confianza en el amor indefectible de Dios; una invitación a los discípulos, a mí ahora también, a confiar en la providencia amorosa, paternal y esmerada del Padre celestial. Y lo dice y repite en el contexto personal del vivir cotidiano: el dinero, el cuerpo, el vestir, el comer, el beber, que serán siempre necesarios. Jesús no quiere que vivamos agobiados, sino confiados que es muy distinto. Fiados y confiados en el Padre celestial, al tiempo que ocupados de lo indispensable para bien vivir. No tiene sentido angustiarse por cosas que no corresponden a nuestra dignidad ni pueden resolver nuestra debilidad. O por las cosas del mañana. ¿Acaso sé que voy a vivir mañana? Ahora me pregunto con serenidad: ¿Cómo ando yo de agobio? ¿Me agobian las cosas materiales que hacen a mi persona y a mi familia? ¿No será que me apoyo demasiado en mí y no confío debidamente en el Padre celestial?
<>Más que darnos la definición de la confianza, Jesús nos da razones para no vivir agobiados y confiar de verdad. Por eso añade:
Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso… Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?
-Primera e importante razón: el Padre-Dios sabe nuestras necesidades y nos cuida con esmero exquisito. ¿No será que nos falte fe en Él? Jesús, además, nos mostró y demostró lo que significa vivir con los pies bien plantados en la tierra, atentos a las situaciones concretas propias y del prójimo y, al mismo tiempo, tener siempre el corazón en el cielo, o sea, sumergido siempre en la voluntad y en la misericordia de Dios y en su amor personalísimo hacia nosotros. Una de las palabras más conmovedoras de la Biblia reza así: “¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidará, yo no te olvidaré!” (Isaías 49,15). Esa madre es el Padre celestial. El niño soy yo mismo. ¿Lo creo de verdad? Es más. El amor y cuidado del Padre-Dios supera al de esa madre por su hijo. ¿Lo creo de verdad? Él nos ama a cada uno personalmente como a hijo único, y está presente en todos los momentos de nuestra vida. Y lo está no de una manera genérica rutinaria e indiferente, sino personal e interesada en mi bien, cuidadoso de mí. ¿Lo creo de verdad? Ahora mismo, confiando absolutamente en Él, déjate acariciar por Él…
<>¿No vale más la vida que el alimento…, el cuerpo que el vestido…, vosotros más que los pájaros?
-Un segundo motivo para no vivir agobiado es la valoración de lo que realmente somos, de lo que valemos para el Padre celestial. Por un lado nuestra grandeza: ¿No vale más la vida que el alimento…? ¿No valéis más que los pájaros? Sí, valemos mucho, mucho, mucho más, infinitamente más. Esto tengo que rumiarlo despacio en la presencia del Padre que está conmigo aquí… Y por otro lado, nuestra debilidad: ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? Ni añadir una hora ni un minuto. Nada. Somos débiles, muy frágiles y mortales. ¿Me voy a agobiar por eso? Esto también es oportuno dedicar un tiempo a rumiarlo, acurrucado en los brazos del Padre, y de Jesús, que están conmigo aquí…
<>¿No hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?
-Tercer motivo no menor, para no vivir agobiado: la fe, la mucha o poca fe. Este es tal vez el dilema y el problema: Dios sí, lo puede todo, está con nosotros y a nuestro favor; pero ¿no será que nosotros somos gente de poca fe? He de pensármelo bien. ¿Será que estamos llenos de razones, pero escasitos o casi vacíos de fe, fe vivida, hecha vida por la caridad? Este don de la fe me fue regalado en el Bautismo, ¿Qué he hecho o estoy haciendo con él? ¿Lo he intensificado o no? ¿Lo he dejado entibiar o morir? ¡Dios no lo quiera!
<>Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus desgracias.
No hay duda: quien cree en Dios, Padre lleno de amor cuidadoso y tierno, real, por sus hijos, pone en primer lugar la búsqueda de su reino, de su voluntad, como hizo Jesús. Y vive apoyado en Él, porque sabe que su presencia y amor jamás le fallará, ni se romperá ni tan siquiera, quebrará: esto en confiar en Dios. Pero que quede claro: esto no exime de la ardua lucha por una vida digna, sino que desata, desapega, libera de la preocupación por las cosas y del miedo de mañana. ¡Causas del agobio! No lo olvides: toda nuestra vida es un aprendizaje a “no agobiarnos” por las cosas que nos ocupan; y” sobre todo”, un buscar y mantener la fe viva en Dios-Padre amoroso y providente, y el amor generoso y eficaz a los hermanos.
 
Para terminar: recoge ahora algunos de los sentimientos más hondos que has podido percibir como alivio, fortaleza, luz… ¡O lo que fuere! Déjalos en manos de Jesús y pídele poder activarlos durante la semana, para intentar confiar más y mejor en Dios, y así evitar los agobios. Nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene nada le falta… ¡Solo Dios basta! (santa Teresa de Jesús).
No olvides: el próximo domingo entramos en un Tiempo Nuevo: la Cuaresma. Pero antes, el miércoles 1 de marzo es Miércoles de Ceniza. A menudo nos pasa un poco desapercibido, como un trámite ligero y rutinario de entrada en la Cuaresma. Acércate a recibirla, su sentido está vinculado íntimamente con la Pascua.


 

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