Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
 
5º domingo del Tiemplo Ordinario
 
Para empezar: Pienso lo que voy a hacer, con quien voy a estar… Quién me espera y con cuánto amor desea dárseme más y llenarme de su Presencia, de su Luz… Necesito retirarme un rato…, recogerme…, silenciarme…, dejarle espacio y acoger la fecunda semilla de su Palabra… Ven, Espíritu Santo, guíame, fortaléceme…
 
Leer despacio el texto del Evangelio: Mateo 51316
 
Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y del gloria a vuestro Padre que está en los cielos.
 
Contemplar…,  y Vivir…
 
El sermón del monte, iniciado con las Bienaventuranzas continúa. Seguimos contemplando a Jesús y escuchando con mucha atención cada una de las palabras que salen de su boca, con mayor interés las de estas enseñanzas del monte ante el gentío. Me sitúo cerca, para escuchar y oír bien las palabras que Jesús hoy me dirige a mí…; e intento sacar algún provecho. Por eso estoy ahí…, estoy aquí contemplándole y queriendo no perder nada de lo que veo y oigo…
Los discípulos que viven las Bienaventuranzas no solo viven ellos como miembros de Reino de Dios, sino que influyen positivamente en los demás. Son como la sal y la luz. Las dos imágenes que usa Jesús. Y que todo el mundo entiende con facilidad:
<>Vosotros sois la sal de la tierra.
La sal sirve para dar sabor a los alimentos y también para curarlos, es decir, evitar su corrupción. En la Biblia se emplea para purificar y también como signo de la Alianza entre Dios y su pueblo. Es pues necesaria para la vida del hombre. Por tanto, la sal es algo vital. Si deja de salar, porque se vuelve sosa, pierde su propiedad, utilidad y uso. No sirve. Hay que tirarla.
Jesús quiere que sus discípulos, yo ahora y en toda hora, siempre, sea como la sal: dé sabor, purificación y vida, y eso con el testimonio de mi relación con Dios como hijo y de fraternidad con todos como hermano. Y, claro, diluyéndome, desapareciendo, como la sal, o sea, con mucha humildad. ¡Cuánto la necesitamos!
¿Qué sabor tengo que dar yo? No de mundanidad, desde luego. Sabor a evangelio, sabor a Jesús, a misericordia, a bueno, a agradable, a vida, a salud, a bien, a alegría, a amor, a entrega… De eso tengo que dar sabor ¿Acaso no se necesita? Sin es, sin Él, el mundo está soso, tiene un mal sabor, es insípido, descafeinado, no gusta, más bien disgusta e incluso asquea. Por nuestro bien, Jesús no quiere un mundo así. ¿Qué hago yo para que el mundo, mi mundo concreto, familia, comunidad, ambiente sea diferente: tenga el sabor que agrada, que da gusto, que sea bueno, y que todos estén contentos y lo quieran saborear? En palabras y obras, y con toda humildad, esta es la manera de evangelizar que tengo cotidianamente a mi alcance y que es indispensable. No podemos quejarnos si la gente nos echa fuera y nos quiera pisotear: es que somos sal vuelta sosa. Así, el cristianismo, la Iglesias, no son creíbles, no gustan. ¿Es culpa de los demás o mía? ¡Lo he de pensar!
<>Vosotros sois la luz del mundo.
Aquí la imagen es más fuerte y más viva, porque todavía más indispensable: la luz. ¿Qué hacemos sin luz? La vida toda necesita luz para desarrollarse, expresar su belleza y fecundidad por el bien de todos. Sin luz todo se vuelve oscuridad, tiniebla, invisible, insalubre, inservible. Dios es luz, hizo la luz, no la tiniebla. Jesús dijo: “Yo lo soy la luz del mundo, quien me sigue no anda en tinieblas”. Dios es luz, Jesucristo es luz y sus discípulos también son luz para el mundo, para todos, no para algunos o para sí mismos; en este caso, son luz apagada, oculta, puesta bajo un recipiente, luz que a nadie sirve.
Pero, ¿qué es ser luz? Ser lo más parecido a Jesús: por el bautismo hemos sido identificados con Él. ¿Lo vivo así? Estar unido a Jesús, en comunión con Él. ¿Es así para mí? Es dejarse llevar por el Espíritu de Jesús y con él ser capaz de estar en el mundo sin ser del mundo. Es fundamentar la propia vida en la sabiduría del evangelio, en el misterio de la cruz, Es obrar cimentado en la fe, en la oración, en la caridad; compartir el pan con el hambriento y practicar la justicia. Es ser compañero de camino de los demás y acercarse al que sufre y al que llora. Es ser compasivo con todos… Mi vida cristiana, ¿se parece algo a esto? Empiezo entonces a ser luz. En concreto, soy reflejo de la Luz que es Jesús, al que llevas siempre en tu corazón y en tu vida. Y al que con frecuencia has de recordar: “Jesús, creo que estás en mí”. Al que recibes en la Eucaristía y lees en el Evangelio y oras y contemplas como estás haciendo ahora. Entonces:
<>Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y del gloria a vuestro Padre que está en los cielos.
Así de claro: brillarás, serás reflejo de su Luz. No estamos llamados a ser opacos o vivir en la oscuridad, ni tristes y con cara de duelo. El pecado y sus consecuencias es la oscuridad y siembra el mal y las tinieblas. El cristiano que vive en gracia y de la gracia, tiene la luz misma de Dios que estalla en luminosidad mediante sus actitudes, obras y comportamientos. Brilla por su modo de ser hombre o mujer al estilo de Jesús. Y todo ello, ante los demás, para que vean las obras buenas que existen.
¿Qué presunción es esta? No se trata de presunción, se trata de hacer bien lo que haces para dar gloria al Padre que está en el cielo. O sea, el motivo del bien obrar, de ser sal y luz, no es que la gente vea al discípulo de Jesús iluminar, -no hacemos espectáculos-, sino que se llegue a glorificar al Padre del cielo, es decir, que Dios sea más y mejor reconocido por todos. ¿Estoy poniendo en práctica cuanto significa la luz para mí, para los demás y para Dios? ¿Me doy cuenta de lo mucho que hay en juego en ser o no luz sobre el candelero? ¿Es mi luz escasa o potente? El voltaje, la potencia, me viene de Dios, de su Presencia, de Jesús, de su Evangelio… Todo ello concretado en mi vida.  
 
Para terminar: mira a ver si has sacado algún provecho, y en presencia del Señor y con Él, háblalo… Y dale gracias… Recuerda las imágenes de la sal y de la luz, y busca con Él como poner en práctica lo que significan en tu vida… Y reza: “Que nunca se aparte de mí la luz de tu rostro, Señor, y que se refleje siempre en el mío”. Hoy y durante la semana: sonríe un poco más para que, quien te mire, perciba la mirada de Jesús sobre él y tenga paz, y se llegue a iluminar el rostro de quienes te miren.  
                                              
 
 
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