Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
del día
LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
[Dios se encarna en un momento concreto de nuestra historia, en tiempos del emperador Augusto. Y se encarna en la ternura de un niño, con el amor de una madre y los cuidados exquisitos de un padre. Se hace uno de nosotros en la pobreza más absoluta de una cueva, de un pesebre, de unas pajas. Y anuncia su llegada a los pobres y humildes, los pastores. Allí comienza la salvación de Dios. En unas pajas… Morirá en una cruz… Y todo empezará de nuevo para nosotros. ¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz…!]
Leer despacio este fragmento del Evangelio, corazón del misterio que hoy, en Navidad, celebramos y contemplamos; (se puede leer el Evangelio todo entero en Lucas 2.114):
…También José…, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba en cinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio en la posada…
CONTEMPLACIÓN DEL NACIMIENTO DE CRISTO NUESTRO SEÑOR
Estamos acostumbrados, espero que todavía por mucho tiempo, a ver el Belén en casa, en el templo o en algún lugar público. Nos gusta e incluso nos conmueve el corazón, como si quisiera ser niño, más simple. ¿Pero hemos contemplado alguna vez tan sencillo y gran Misterio: el Nacimiento del Niño? Intentémoslo, una y otra vez, en estos días de Navidad.
Para introducirse con fruto en la contemplación de este Misterio, hemos de tener en cuenta lo siguiente:
-Jesús entra en la historia en virtud de una iniciativa de la Trinidad Divina. No lo han decidido ni podían decidirlo los hombres, sino Dios mismo en su Trinidad Amorosa. Lo que muestra ya el amor de Dios por la humanidad, queriéndola rescatar, restaurar y rehacerla hasta divinizarla. ¿Podría alguien imaginar, y menos realizar, semejante aventura de amor?
Por su parte, el evangelista Lucas enmarca el Misterio en unas coordenadas históricas precisas: léase Lc 2,1-20. Lo que muestra que un tal Nacimiento ha acontecido realmente en la historia por nosotros y a favor nuestro: la humanidad toda.
Estamos personalmente implicados. ¡Qué regalo! Este es el verdadero regalo de Navidad. La de antaño y la de hogaño también.
Y ahora ya, ¿cómo contemplar el Nacimiento? Nos lo dice san Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales: Mirar la cueva o lugar del Nacimiento, si es grande o pequeña, si es baja o alta, y cómo está preparada… Ver las personas: a Nuestra Señora, a José y el Niño Jesús recién nacido…
Y añade algo más, e importante: Yo, como si presente me hallase, haciéndome un pobrecito y esclavo indigno, mirándolos, contemplándolos y sirviéndolos en su necesidad, con todo acatamiento y reverencia posible. Después reflectir (= dejarse tocar y transformar por lo que se contempla) en mí mismo para sacar algún provecho. Se trata, -en actitud personal despierta y receptiva-, de ver las personas…, oír lo que dicen…, mirar lo que hacen… Para que algo de eso se me pegue dentro, a mi vida, y espontáneamente lo refleje. Eso es la contemplación.
Si “contemplar es dejar transformar por lo que se contempla”, el “como si presente me hallase” nos permite vivir la escena del misterio no como algo externo o ajeno, algo que fue en el pasado, sino algo propio que está aconteciendo aquí y ahora en mi: tú te metes en la escena, aquello va contigo, te interesa y te seduce. Estás ahí presente, participando y reflictiendo, es decir, dejándote empapar la cabeza, el corazón y la vida por ese Misterio. De este modo, la contemplación te permite ir adquiriendo actitudes, estilos, sentimientos, valores y amores preferenciales de Jesús y su Madre, de san José…, que se irán haciendo luego vida en tu propia vida; y desde ti mismo y sin pretenderlo, reflejarás, darás testimonio de ese mismo Misterio en todo lo que dices y haces. ¡Nada menos!
Ahora, detente y contempla: oye todas y cada una de las palabras, escucha, mira, observa… El Niño es puesto en el pesebre. Llora. ¡Cuánta fragilidad y vulnerabilidad! Míralo fijamente: te ofrece su amor infinito… Te lo regala. ¿Cuál es tu reacción? María y José adoran en silencio. ¿Y tú? Alaban y dan gracias con amor indecible. ¿Qué haces tú?
Ha nacido para ti. Se ha hecho tu hermano mayor. Con sus gestos te llama, te mira, te busca. Este Niño te ha amado desde toda la eternidad. Y porque te ama, aparece sobre el pesebre como un niño tierno, débil, inerme. Y su corazón…, lleno de ternura, arde de amor infinito por ti.
Cada uno de sus latidos de ese corazón, apenas perceptibles, dicen que te ama hasta que se pare en la Cruz. ¿Sabes? Este Niño te enseña el amor a la pobreza, te enseña la humildad, el sacrificio, la disponibilidad, el amor concreto, cercano y entrañable. En esa cuna, en ese lugar y con esa compañía quiere acabar con tu soberbia, tu poder y tener, tu autosuficiencia, tu prepotencia…
¿Por qué no te atreves a tocarle, a besarle…? Mira a María y a José. Te dan permiso. ¿Lo quieres tomar en tus manos? Es todo disponibilidad, don.
En fin. Desea y pide aquello que sientes en tu interior, -deja que tu corazón asombrado se explaye-, para “más” amar, seguir e imitar a Jesús.
Reza un Padre nuestro…, y retírate con toda discreción, dejando dormir al Niño y sonreír a sus padres.
***
>>Yo quisiera en esta noche, -haciendo uso de diversos correos recibidos en mi buzón de internet-, invitaros a abrir vuestras ventanas y vuestros ojos, a ratos y a lo largo de estos días tan gozosos, y descubrir la maravilla de que Dios nos ama tanto, tanto que, loco de amor, se vuelve uno de nosotros.
Y que viváis estos días de asombro en asombro.
Que os hagáis las grandes preguntas que hay que hacerse estos días y que descubráis que cada respuesta es más asombrosa que la anterior:
-¿Qué pasa realmente estos días? Y la respuesta es que Alguien muy importante viene a visitarnos.
-¿Quién es el que viene? Nada menos que el Creador del mundo, el autor de las estrellas y de toda carne.
-¿Y cómo viene? Viene hecho carne, hecho pobreza, convertido en un bebé como los nuestros.
-¿A qué viene? Viene a salvarnos, a devolvernos la alegría, a darnos nuevas razones para vivir y para esperar.
-¿Para quién viene? Viene para todos, viene para el pueblo, para los más humildes y despropiados, para cuantos quieran abrirle el corazón.
-¿En qué lugar viene? En el más humilde y sencillo de la tierra, en aquél donde menos se le podía esperar.
-¿Y por qué viene? Sólo por una razón: porque nos ama, porque quiere estar con nosotros.
La última pregunta, y tal vez la más dolorosa:
-¿Y cuáles serán los resultados de su venida? Los que nosotros queramos. Pasará de largo, si no sabemos verle. Crecerá dentro de nosotros, si le acogemos.
Dejad, amigos, que broten a borbotones y crezcan estas preguntas dentro de vuestro corazón y sentiréis deseos de llorar de alegría. ¡Ah! Y descubriréis que no hay gozo mayor que el de sabernos amados, cuando quien nos ama es nada menos que el mismo Dios.
A todos, a cada uno: ¡¡¡Santa y muy Feliz Navidad!!!
P. Gregorio Rodríguez cpcr
del día
LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
[Dios se encarna en un momento concreto de nuestra historia, en tiempos del emperador Augusto. Y se encarna en la ternura de un niño, con el amor de una madre y los cuidados exquisitos de un padre. Se hace uno de nosotros en la pobreza más absoluta de una cueva, de un pesebre, de unas pajas. Y anuncia su llegada a los pobres y humildes, los pastores. Allí comienza la salvación de Dios. En unas pajas… Morirá en una cruz… Y todo empezará de nuevo para nosotros. ¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz…!]
Leer despacio este fragmento del Evangelio, corazón del misterio que hoy, en Navidad, celebramos y contemplamos; (se puede leer el Evangelio todo entero en Lucas 2.114):
…También José…, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba en cinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio en la posada…
CONTEMPLACIÓN DEL NACIMIENTO DE CRISTO NUESTRO SEÑOR
Estamos acostumbrados, espero que todavía por mucho tiempo, a ver el Belén en casa, en el templo o en algún lugar público. Nos gusta e incluso nos conmueve el corazón, como si quisiera ser niño, más simple. ¿Pero hemos contemplado alguna vez tan sencillo y gran Misterio: el Nacimiento del Niño? Intentémoslo, una y otra vez, en estos días de Navidad.
Para introducirse con fruto en la contemplación de este Misterio, hemos de tener en cuenta lo siguiente:
-Jesús entra en la historia en virtud de una iniciativa de la Trinidad Divina. No lo han decidido ni podían decidirlo los hombres, sino Dios mismo en su Trinidad Amorosa. Lo que muestra ya el amor de Dios por la humanidad, queriéndola rescatar, restaurar y rehacerla hasta divinizarla. ¿Podría alguien imaginar, y menos realizar, semejante aventura de amor?
Por su parte, el evangelista Lucas enmarca el Misterio en unas coordenadas históricas precisas: léase Lc 2,1-20. Lo que muestra que un tal Nacimiento ha acontecido realmente en la historia por nosotros y a favor nuestro: la humanidad toda.
Estamos personalmente implicados. ¡Qué regalo! Este es el verdadero regalo de Navidad. La de antaño y la de hogaño también.
Y ahora ya, ¿cómo contemplar el Nacimiento? Nos lo dice san Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales: Mirar la cueva o lugar del Nacimiento, si es grande o pequeña, si es baja o alta, y cómo está preparada… Ver las personas: a Nuestra Señora, a José y el Niño Jesús recién nacido…
Y añade algo más, e importante: Yo, como si presente me hallase, haciéndome un pobrecito y esclavo indigno, mirándolos, contemplándolos y sirviéndolos en su necesidad, con todo acatamiento y reverencia posible. Después reflectir (= dejarse tocar y transformar por lo que se contempla) en mí mismo para sacar algún provecho. Se trata, -en actitud personal despierta y receptiva-, de ver las personas…, oír lo que dicen…, mirar lo que hacen… Para que algo de eso se me pegue dentro, a mi vida, y espontáneamente lo refleje. Eso es la contemplación.
Si “contemplar es dejar transformar por lo que se contempla”, el “como si presente me hallase” nos permite vivir la escena del misterio no como algo externo o ajeno, algo que fue en el pasado, sino algo propio que está aconteciendo aquí y ahora en mi: tú te metes en la escena, aquello va contigo, te interesa y te seduce. Estás ahí presente, participando y reflictiendo, es decir, dejándote empapar la cabeza, el corazón y la vida por ese Misterio. De este modo, la contemplación te permite ir adquiriendo actitudes, estilos, sentimientos, valores y amores preferenciales de Jesús y su Madre, de san José…, que se irán haciendo luego vida en tu propia vida; y desde ti mismo y sin pretenderlo, reflejarás, darás testimonio de ese mismo Misterio en todo lo que dices y haces. ¡Nada menos!
Ahora, detente y contempla: oye todas y cada una de las palabras, escucha, mira, observa… El Niño es puesto en el pesebre. Llora. ¡Cuánta fragilidad y vulnerabilidad! Míralo fijamente: te ofrece su amor infinito… Te lo regala. ¿Cuál es tu reacción? María y José adoran en silencio. ¿Y tú? Alaban y dan gracias con amor indecible. ¿Qué haces tú?
Ha nacido para ti. Se ha hecho tu hermano mayor. Con sus gestos te llama, te mira, te busca. Este Niño te ha amado desde toda la eternidad. Y porque te ama, aparece sobre el pesebre como un niño tierno, débil, inerme. Y su corazón…, lleno de ternura, arde de amor infinito por ti.
Cada uno de sus latidos de ese corazón, apenas perceptibles, dicen que te ama hasta que se pare en la Cruz. ¿Sabes? Este Niño te enseña el amor a la pobreza, te enseña la humildad, el sacrificio, la disponibilidad, el amor concreto, cercano y entrañable. En esa cuna, en ese lugar y con esa compañía quiere acabar con tu soberbia, tu poder y tener, tu autosuficiencia, tu prepotencia…
¿Por qué no te atreves a tocarle, a besarle…? Mira a María y a José. Te dan permiso. ¿Lo quieres tomar en tus manos? Es todo disponibilidad, don.
En fin. Desea y pide aquello que sientes en tu interior, -deja que tu corazón asombrado se explaye-, para “más” amar, seguir e imitar a Jesús.
Reza un Padre nuestro…, y retírate con toda discreción, dejando dormir al Niño y sonreír a sus padres.
***
>>Yo quisiera en esta noche, -haciendo uso de diversos correos recibidos en mi buzón de internet-, invitaros a abrir vuestras ventanas y vuestros ojos, a ratos y a lo largo de estos días tan gozosos, y descubrir la maravilla de que Dios nos ama tanto, tanto que, loco de amor, se vuelve uno de nosotros.
Y que viváis estos días de asombro en asombro.
Que os hagáis las grandes preguntas que hay que hacerse estos días y que descubráis que cada respuesta es más asombrosa que la anterior:
-¿Qué pasa realmente estos días? Y la respuesta es que Alguien muy importante viene a visitarnos.
-¿Quién es el que viene? Nada menos que el Creador del mundo, el autor de las estrellas y de toda carne.
-¿Y cómo viene? Viene hecho carne, hecho pobreza, convertido en un bebé como los nuestros.
-¿A qué viene? Viene a salvarnos, a devolvernos la alegría, a darnos nuevas razones para vivir y para esperar.
-¿Para quién viene? Viene para todos, viene para el pueblo, para los más humildes y despropiados, para cuantos quieran abrirle el corazón.
-¿En qué lugar viene? En el más humilde y sencillo de la tierra, en aquél donde menos se le podía esperar.
-¿Y por qué viene? Sólo por una razón: porque nos ama, porque quiere estar con nosotros.
La última pregunta, y tal vez la más dolorosa:
-¿Y cuáles serán los resultados de su venida? Los que nosotros queramos. Pasará de largo, si no sabemos verle. Crecerá dentro de nosotros, si le acogemos.
Dejad, amigos, que broten a borbotones y crezcan estas preguntas dentro de vuestro corazón y sentiréis deseos de llorar de alegría. ¡Ah! Y descubriréis que no hay gozo mayor que el de sabernos amados, cuando quien nos ama es nada menos que el mismo Dios.
A todos, a cada uno: ¡¡¡Santa y muy Feliz Navidad!!!
P. Gregorio Rodríguez cpcr
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