Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Es domingo 2º de Adviento Contemplar y Vivir el Evangelio del día día

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo 2º de ADVIENTO
                   Contemplar y Vivir el Evangelio
                  del día
 
 
Para empezar: Me retiro… Me recojo… Y comienzo a invocar al Espíritu Santo… Animado por la presencia del Señor…Tú, Señor, está aquí…
 
Leer despacio el Evangelio: Mateo 3,112
 
Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos.
Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; ellos confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:
Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente?
Dad el fruto que pide la conversión.
Y no os hagáis ilusiones pensando: “Abrahán es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras.
Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego.
Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.
 
Contemplar…, y Vivir…
 
Este 2º domingo de Adviento nos presenta a Juan Bautista, cómo viste, cómo vive, lo que hace y lo que dice. Es uno de los personajes importantes de Adviento: es el precursor del Mesías, el que le preparó el camino al Salvador.
<>Composición de lugar: Juan, sintiéndose llamado por Dios, empezó un movimiento de renovación a orillas de río Jordán, y en torno a él empezó a reunirse gente, y se formó una especie de campamento donde unos estaban allí de forma permanente y otros iban y venían, curiosos, digamos, sólo para verlo y luego se volvían a sus casas. Juan les urgía a cambiar de vida, a ser fieles al estilo de vida que Dios quería para su pueblo, pues aseguraba que muy pronto Él mismo se haría presente para instaurar su reino, y eso requería estar preparados para no quedar excluidos. Y como signo de purificación y de cambio de vida, bautizaba a quienes querían apuntarse a esta propuesta de vida renovada. ¿Me estoy yo preparando, disponiendo mi corazón para la propuesta de vida nueva que es el mismo Jesús que nace en Belén de María Virgen? Para eso, el Adviento. No lo puedo retrasar más.
<>Ante todo, hay que contemplar a Juan: verle, oír lo que dice y mirar con atención lo que hace…, intentado sacar algo provecho… Él y su mensaje son claros indicadores de cómo hemos de prepararnos a recibir al Señor: en su última Venida, en la próxima de Navidad, y, por supuesto en la de todos los días. ¿O me olvido de estas venidas diarias? Sin ellas, con dificultad sabré acogerle en las otras dos. Así he de empezar a vivir el Adviento.
<>Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Es su retrato. Bien claro en dos pinceladas. Un personaje verdaderamente sobrio. ¿Me ayuda a mí a ser austero, a no gastar inútilmente, o de modo innecesario, a ser humilde y sacrificado? Es una manera bien concreta de empezar a vivir el Adviento y más aún la Navidad.
<>Además, Juan se presentó en el desierto de Judea predicando… y una voz grita en el desierto… Tiene un mensaje decisivo que transmitir; es consecuente y con decisión firme, con la elección y misión que Dios le ha dado. ¿Soy yo así con la misión que Dios me ha encomendado? Es otra buena manera de vivir el Adviento y prepararse para la Venida del Señor.
<>Isaías, siglos antes lo había presentado así: Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos… Y el evangelista Mateo, después, así: predicando: Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos. Lo que enseña Juan no es suyo, por eso se considera simplemente voz, a lo más un grito. Así ha de ser siempre el enviado de Dios. Y yo, cristiano y seguidor de Jesús, ¿soy lo que Dios quiere que sea, un enviado suyo en mi mundo concreto del día a día con mi modo de vivir conforme al Evangelio? ¿Lo creo? ¿Lo vivo? Es la mejor manera de vivir el Adviento y de prepararme a la próxima celebración de la Navidad.
<>Está claro: Juan tiene la misión de clamar a voz en grito un mensaje claro y urgente: preparar el camino del Señor, porque ya viene, está cerca:  es necesario convertirse, es decir, dejarse amar por Dios, ahondar más y mejor las relaciones con Él y con los próximos, ahondar la fe y el compromiso de amor, acoger y concretar más y con mayor finura la voluntad de Dios, buscar tener los mismos sentimientos que Jesús, hacer del Evangelio ley de vida, vivenciar sus criterios y valores, etc.  
También hoy, en este Adviento, en el desierto y dureza de nuestro mundo, y tal vez de mi corazón, resuena ese mismo mensaje. ¿Lo escucho? ¿Se hace indispensable para mí o… ¡mañana veré! Así no me dispongo a recibir al Señor que viene en Navidad. El mensaje reclama con toda su fuerza que todos pongamos lo mejor de nuestra parte, sin trampas ni rebajas, para hacer posible la salvación. ¿Le hago caso? ¡Viviremos entonces mejor el Adviento y, más aún, la Navidad; y por ende, estaríamos dispuestos para recibirle en su Venida Última. 
<>Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:… Juan es todavía más duro con aquellos que eran autoridades religiosas y expertos de la ley, y hasta se creían mejores que los demás. Les llama raza de víboras; y les dice que no se hagan ilusiones por ser hijos de Abraham, o hijos de Dios; les urge incluso a que den frutos de conversión, etc. ¿Acaso no me habla esto a mí, que llevo tiempo creyendo y practicando la fe, siguiendo a Jesús, y comprometido en la Iglesia? El mensaje y su acogida urgente es para mí. Hoy soy yo directamente interpelado. ¿Soy consciente de ello? ¿O es que no tengo nada que cambiar? Ésta será la manera de vivir el Adviento y después la Navidad. Entonces viviré la alegría verdadera de esta celebración. No será un recuerdo. Será actualidad.
<>Juan añade además la finalidad última y extraordinariamente positiva de su mensaje: Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
Nos anuncia la cercanía de Jesús que viene; la poca cosa que es Juan con respecto a Él; el bautismo que trae Jesús: Espíritu santo y fuego, es decir, un fuego purificador y renovador, que nos cambia o convierte, con el poder y el fuego del amor del Espíritu Santo. Es la gran esperanza del Adviento: viene Jesús para “hacer nuevas todas las cosas”, empezando por nosotros mismos. Abrirle del todo el corazón y la vida es la gran tarea del Adviento para cada uno de nosotros. ¿Me animo? ¿Cómo lo siento? ¿Soy capaz de desear ardientemente su Venida? ¿Lo hago cotidianamente? Entonces viviré bien el tiempo de Adviento y mejor aún la Navidad.
 
Para terminar: recoge lo mejor de lo que has podido percibir y sentir como importante para tu propio Adviento, y convérsalo con el Señor…
No lo podemos olvidar esto: hoy, en el presente, es cuando se juega nuestro destino futuro; con el comportamiento concreto que tenemos en esta vida decidimos nuestro destino eterno. En el ocaso de nuestros días en la tierra, en el momento de la muerte, seremos juzgados según nuestra semejanza o desemejanza con el Niño que está a punto de nacer en la pobre cueva de Belén, puesto que Él es el criterio de medida que Dios ha dado a la humanidad. El Padre celestial, que en el nacimiento de su Hijo unigénito nos manifestó su amor misericordioso, nos llama a seguir sus pasos convirtiendo, como Él, nuestra existencia en un don de amor, o “frutos de conversión” que hoy nos pide. Por ahí, ya mismo, tengo que empezar. Rezo despacio un Padrenuestro… ¡Y a vivir el Adviento con esperanza!
 
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