Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
del día
Inicio: Retírate… Recógete… Silénciate… Lenta señal de la Cruz…Te espera el Señor… Pídele que te enseñe a orar… Invoca al Espíritu para que sea fuerza orante dentro de ti… Sin Él no sabemos orar… Con Él sí…
Leer despacio el Evangelio: Lc 18,1-8
Jesús les decía una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: ‘Hazme justicia frente a mi adversario’. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme.’» Y el Señor añadió: “Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»
Contemplar…, y Vivir…
<>En un momento del camino, debió surgir el tema de la oración, o de cómo hacerla, o de la dificultad que encierra, o de la falta de respuesta que uno experimenta en ella cuando pide algo a Dios, etc., etc.; lo cierto es que Jesús decidió proponerles esta parábola, para explicar a los discípulos que es necesario orar siempre, sin desfallecer. Está muy claro lo que pretende Jesús proponiéndoles esta parábola del juez que ni le importan ni Dios ni diablo, y la insistente petición de la viuda que le pide justicia. Me fijo ahora mismo en las actitudes de las personas que aparecen en la parábola. ¿Cuáles son? ¿En qué medida se parecen a las mías? ¿Qué hacer?
<>Es necesario orar siempre y sin desfallecer. ¿Tanto? ¿Por qué? Precisamente este el momento para compartir con Jesús, preguntándole sobre éste y otros interrogantes que puedes tener sobre la oración. Como un amigo hace con otro Amigo, e intentando sacar algún provecho. ¡No lo dudes! Más aún: en el ámbito de la fe y de la relación autentica con Dios e incluso en el de la misión, la perseverancia y la constancia en la oración son los pilares que mantienen la vida del discípulo-misionero. Consúltale a Jesús y háblalo con Él…
<>En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: ‘Hazme justicia frente a mi adversario’. Por algún tiempo se estuvo negando el juez..., Fíjate ahora en la viuda y síguela, oye sus palabras y sorpréndete de su pesada insistencia. La viuda, en aquel entonces, era una mujer indefensa y sin influencia. Frente a la injusticia, le quedaba un arma importante que esgrimir y supo hacerlo: la perseverancia insistente. Sabe bien a qué puerta llamar para obtener lo que necesita. Y así, un día tras otro se presentaba en la puerta de la ciudad en que se hacían audiencias y seguía al juez por las calles. A través del ejemplo de esta pobre mujer, los cristianos de todos los tiempos hemos aprendido que “es necesario orar siempre sin perder nunca la esperanza”. La respuesta de Dios llega; cuando Él quiere, pero llega; cuando a Él le parece mejor llega. Lo que Dios hace con la espera es purificar nuestra fe y ejercitar nuestra perseverancia, elementos esenciales de la vida cristiana. Son pruebas, además, que hacen parte de la pedagogía de Dios, que nos quiere siempre más maduros y vigorosos en la fe, y con una perseverancia genuina, o sea, desinteresada y por amor. Una perseverancia en el pedir, en llamar a su puerta y a su corazón que sabe mucho de Amor: un Amor genuino como el Suyo nunca falla. Jamás. Si no fuere así, no sería Amor verdadero como es Él, como tiene Él. Es por eso que la plegaria, o la actitud orante del cristiano, no es el último recurso de cara a Dios, sino la primera y constante tarea de la vida cristiana. La que nos mantiene en amistad con Dios. Es más, -y esto ha de quedarnos muy claro-, la parábola no es una promesa elocuente de que Dios nos dará, sí o sí, lo que nosotros queramos pedirle, sino lo que corresponde y cuando corresponde a su manera de ser, y a su querer amoroso hacia nosotros. ¿Qué más podríamos desear? De ahí, la espera. Por eso, la perseverancia. Por eso también la insistencia. La viuda logra su objetivo y nosotros también si no nos cansamos de acudir a Dios.
-Cómo es mi oración, ¿insistente, perseverante, verdaderamente creyente porque me sé escuchado y atendido por Dios, no por fastidio y para que le deje en paz, sino porque sabe muy bien lo que hago, lo que necesito, cuándo y en qué condiciones lo necesito? No lo puedo olvidar: si Dios es todo para mí, yo soy todo para Él…, por eso le hablo de amigo a Amigo y confidencialmente: aunque yo me canse, Él no…
<>Os digo que les hará justicia sin tardar. ¡Qué frase tan misteriosa cuando solemos tener la experiencia de lo contrario, de que tarda y no responde! Si no fuese Jesús el que nos habla, nos costaría aceptarlo, ¡y aun así! Esa tardanza encierra todo un misterio de amor: para que esperemos y creamos con más ardor, con más pasión. Y cuando nos responda comprendamos mejor. Y hasta digamos convencidos: ¡tenía razón!
-¿Sé esperar la hora de Dios, su momento? ¿Cuándo comprenderé que esa hora y ese momento son los suyos, no los míos, porque me conoce, porque me quiere, porque es Dios y yo su hijo/a amado/a? No olvides: la oración no es para que Dios nos ame más, pues no puede amarnos más. Oras, no para que él esté a tu servicio, sino para dejarte modelar por Él. Orando, no buscamos en Él solución a nuestros problemas, sino poder vivirlos con Él desde su amor y su gracia. En definitiva, -y piénsalo despacio-, la oración es expresión de que nuestra fe está viva y crece, y así también nuestra confianza y convicción de sabernos amados y acompañados por el Dios de la misericordia.
<>Pero, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?». Dice esta fe, o sea: ¿tendremos el valor de esperar, de tener paciencia, de seguir pidiendo, creyendo y esperando, aunque Dios tarde en respondernos? Es necesario tener mucha fe para continuar resistiendo y actuando como Dios quiere, a pesar de que no se vean los resultados. No lo olvides: quien espera resultados inmediatos, se dejará vencer por el desaliento. Lo que vale y queremos no llueve del cielo de inmediato… Todo requiere su momento. Necesitamos estar preparados.
-Termina rumiando este texto de la santa Madre Teresa de Calcuta: “El fruto del silencio es la oración; el fruto de la oración es la fe; el fruto de la fe es el amor; el fruto del amor es el servicio; el fruto del servicio es la paz”. Ya ves, aquí el orden de los factores es importante. Solemos entender la plegaria como expresión de la fe o la en acto, cierto; pero la fe crece también con la oración. Es la fe un don, un regalo de Dios que hemos de cuidar con la oración.
-Durante la semana intenta orar sin desfallecer. Tómate todos los días un tiempo para ello. Esta fe necesaria para ello, ¿la encontrará Jesús en ti? No lo des por hecho ni por descontado…
del día
Inicio: Retírate… Recógete… Silénciate… Lenta señal de la Cruz…Te espera el Señor… Pídele que te enseñe a orar… Invoca al Espíritu para que sea fuerza orante dentro de ti… Sin Él no sabemos orar… Con Él sí…
Leer despacio el Evangelio: Lc 18,1-8
Jesús les decía una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: ‘Hazme justicia frente a mi adversario’. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme.’» Y el Señor añadió: “Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»
Contemplar…, y Vivir…
<>En un momento del camino, debió surgir el tema de la oración, o de cómo hacerla, o de la dificultad que encierra, o de la falta de respuesta que uno experimenta en ella cuando pide algo a Dios, etc., etc.; lo cierto es que Jesús decidió proponerles esta parábola, para explicar a los discípulos que es necesario orar siempre, sin desfallecer. Está muy claro lo que pretende Jesús proponiéndoles esta parábola del juez que ni le importan ni Dios ni diablo, y la insistente petición de la viuda que le pide justicia. Me fijo ahora mismo en las actitudes de las personas que aparecen en la parábola. ¿Cuáles son? ¿En qué medida se parecen a las mías? ¿Qué hacer?
<>Es necesario orar siempre y sin desfallecer. ¿Tanto? ¿Por qué? Precisamente este el momento para compartir con Jesús, preguntándole sobre éste y otros interrogantes que puedes tener sobre la oración. Como un amigo hace con otro Amigo, e intentando sacar algún provecho. ¡No lo dudes! Más aún: en el ámbito de la fe y de la relación autentica con Dios e incluso en el de la misión, la perseverancia y la constancia en la oración son los pilares que mantienen la vida del discípulo-misionero. Consúltale a Jesús y háblalo con Él…
<>En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: ‘Hazme justicia frente a mi adversario’. Por algún tiempo se estuvo negando el juez..., Fíjate ahora en la viuda y síguela, oye sus palabras y sorpréndete de su pesada insistencia. La viuda, en aquel entonces, era una mujer indefensa y sin influencia. Frente a la injusticia, le quedaba un arma importante que esgrimir y supo hacerlo: la perseverancia insistente. Sabe bien a qué puerta llamar para obtener lo que necesita. Y así, un día tras otro se presentaba en la puerta de la ciudad en que se hacían audiencias y seguía al juez por las calles. A través del ejemplo de esta pobre mujer, los cristianos de todos los tiempos hemos aprendido que “es necesario orar siempre sin perder nunca la esperanza”. La respuesta de Dios llega; cuando Él quiere, pero llega; cuando a Él le parece mejor llega. Lo que Dios hace con la espera es purificar nuestra fe y ejercitar nuestra perseverancia, elementos esenciales de la vida cristiana. Son pruebas, además, que hacen parte de la pedagogía de Dios, que nos quiere siempre más maduros y vigorosos en la fe, y con una perseverancia genuina, o sea, desinteresada y por amor. Una perseverancia en el pedir, en llamar a su puerta y a su corazón que sabe mucho de Amor: un Amor genuino como el Suyo nunca falla. Jamás. Si no fuere así, no sería Amor verdadero como es Él, como tiene Él. Es por eso que la plegaria, o la actitud orante del cristiano, no es el último recurso de cara a Dios, sino la primera y constante tarea de la vida cristiana. La que nos mantiene en amistad con Dios. Es más, -y esto ha de quedarnos muy claro-, la parábola no es una promesa elocuente de que Dios nos dará, sí o sí, lo que nosotros queramos pedirle, sino lo que corresponde y cuando corresponde a su manera de ser, y a su querer amoroso hacia nosotros. ¿Qué más podríamos desear? De ahí, la espera. Por eso, la perseverancia. Por eso también la insistencia. La viuda logra su objetivo y nosotros también si no nos cansamos de acudir a Dios.
-Cómo es mi oración, ¿insistente, perseverante, verdaderamente creyente porque me sé escuchado y atendido por Dios, no por fastidio y para que le deje en paz, sino porque sabe muy bien lo que hago, lo que necesito, cuándo y en qué condiciones lo necesito? No lo puedo olvidar: si Dios es todo para mí, yo soy todo para Él…, por eso le hablo de amigo a Amigo y confidencialmente: aunque yo me canse, Él no…
<>Os digo que les hará justicia sin tardar. ¡Qué frase tan misteriosa cuando solemos tener la experiencia de lo contrario, de que tarda y no responde! Si no fuese Jesús el que nos habla, nos costaría aceptarlo, ¡y aun así! Esa tardanza encierra todo un misterio de amor: para que esperemos y creamos con más ardor, con más pasión. Y cuando nos responda comprendamos mejor. Y hasta digamos convencidos: ¡tenía razón!
-¿Sé esperar la hora de Dios, su momento? ¿Cuándo comprenderé que esa hora y ese momento son los suyos, no los míos, porque me conoce, porque me quiere, porque es Dios y yo su hijo/a amado/a? No olvides: la oración no es para que Dios nos ame más, pues no puede amarnos más. Oras, no para que él esté a tu servicio, sino para dejarte modelar por Él. Orando, no buscamos en Él solución a nuestros problemas, sino poder vivirlos con Él desde su amor y su gracia. En definitiva, -y piénsalo despacio-, la oración es expresión de que nuestra fe está viva y crece, y así también nuestra confianza y convicción de sabernos amados y acompañados por el Dios de la misericordia.
<>Pero, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?». Dice esta fe, o sea: ¿tendremos el valor de esperar, de tener paciencia, de seguir pidiendo, creyendo y esperando, aunque Dios tarde en respondernos? Es necesario tener mucha fe para continuar resistiendo y actuando como Dios quiere, a pesar de que no se vean los resultados. No lo olvides: quien espera resultados inmediatos, se dejará vencer por el desaliento. Lo que vale y queremos no llueve del cielo de inmediato… Todo requiere su momento. Necesitamos estar preparados.
-Termina rumiando este texto de la santa Madre Teresa de Calcuta: “El fruto del silencio es la oración; el fruto de la oración es la fe; el fruto de la fe es el amor; el fruto del amor es el servicio; el fruto del servicio es la paz”. Ya ves, aquí el orden de los factores es importante. Solemos entender la plegaria como expresión de la fe o la en acto, cierto; pero la fe crece también con la oración. Es la fe un don, un regalo de Dios que hemos de cuidar con la oración.
-Durante la semana intenta orar sin desfallecer. Tómate todos los días un tiempo para ello. Esta fe necesaria para ello, ¿la encontrará Jesús en ti? No lo des por hecho ni por descontado…
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