Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Contemplar y Vivir el Evangelio
       del día
 
Inicio: Recogido en la Presencia del Señor, invoca al Espíritu Santo: Ven, Espíritu Santo… Lléname con tu Luz santísima para que yo pueda ver, discernir, entender tu Palabra… Mira, no siempre me es fácil… Sé muy bien que es Palabra para mi vida, pero no siempre atino a comprenderla y menos a vivirla… Ven, Espíritu Santo, ven…
 
Leer despacio el texto: Lc 16,113
 
En aquel tiempo, Jesús dijo también a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ‘¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando’. El administrador se puso a decir para sí: ‘¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa’. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo, y dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi amo?’ Este respondió: “Cien barriles de aceite’. El le dijo: ‘Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta’. Luego dijo a otro: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’ El dijo: ‘Cien fanegas de trigo’. Le dice: ‘Toma tu recibo y escribe ochenta’. Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: ‘Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas´.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Si, pues, no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.»
 
Contemplar
 
<>Ya lo sabemos y en eso estamos y seguimos: en el largo camino hacia Jerusalén, Jesús ofrece diversas y muy concretas enseñanzas a sus interlocutores: la gente, los fariseos, los escribas…; en este caso la enseñanza va dirigida a sus discípulos. Tú y yo somos hoy, ahora, esos discípulos. ¿Qué alegría, no? ¡Vamos a contemplar y escuchar a Jesús! ¿Y qué nos dice? ¿Qué nos enseña? Nos propone una parábola, de la que el Señor mismo extrae algunas afirmaciones para indicarnos cuál debe ser el correcto uso de los bienes de este mundo y cómo ha de ser la administración concreta que nosotros hemos de llevar a cabo, de cuanto Él nos ha dado para la propia vida, al servicio de Dios y de los hermanos. Siguen tres aplicaciones de la misma parábola, que ayudan al discípulo a dejar espacio a la vida nueva en el Espíritu, que el Padre ofrece. Como discípulo, contemplo al Señor, a mis compañeros y condiscípulos…, y escucho atentamente su enseñanza, que se aplica directamente a mi vida…, no a la de otros…, a la mía y mi relación con los bienes que tengo, y su administración, con mi trabajo, cómo lo estoy llevando a cabo…
<> Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. (Aquí termina la parábola). La parábola es muy clara en su narración, y es bonita, aunque realmente fuerte, y aparentemente desconcertante, sobre todo por las palabras del hombre rico y defraudado, que alaba al administrador.
¡Yo también soy un administrador de muchos bienes materiales y espirituales! ¿Lo he pensado alguna vez? ¡Vale la pena pensarlo bien!... ¿Y qué tipo de administrador soy? Tampoco la pregunta es vana, tengo que hacérmela y acertar en la respuesta. ¡Me va la vida en ello!
<>¿Quién es ese administrador injusto? Es aquel que ha defraudado y robado a su patrón y además es infiel, injusto y deshonesto con él. ¿Se puede esperar más traición y más delito? Y sin embargo el amo alabó al administrador injusto. ¿Cómo es posible? Atención, la alabanza del patrón no es porque ha hecho lo que ha hecho y cómo lo ha hecho. ¡De ninguna manera! ¿Entonces? El amo le alabó, -y Jesús avala esa alabanza con la enseñanza posterior-, por la astucia con que ha actuado; por esa sagacidad, lucidez y rapidez con la que ha sido capaz de salvar su vida y su futuro: no sólo de resolver su problema personal, sino también su futuro sin quedarse en la calle de la noche a la mañana, favoreciendo en parte a los deudores de su amo y robando una vez más al amo mismo.
En mi vida cristiana de discípulo misionero de Jesús, -¡y administrador de tantos bienes personales que Dios me ha dado!-, ¿obro yo con esa rapidez, lucidez y sagacidad…, o me tomo las cosas más o menos en serio, esperando tiempos mejores?...  Siempre estará en juego mi vida, mi futuro y mi autenticidad de verdadero discípulo-misionero de Jesús… Tengo que pensármelo… ¡en serio!
<> Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz. Es una afirmación contundente que nos hace Jesús como discípulos: “como este hijo del mundo ha sabido discernir sus intereses, así también los hijos de la luz, -tú y yo-, debemos aprender a discernir la voluntad de amor y de don que el Padre nos hace para vivir como Él quiere: una vida conforme al Evangelio: en Jesús y como Jesús para ser auténticos misioneros del Reino”. Escucho, acojo y rumio esas palabras del Señor, intentando hacerlas mías…
Dicen que quizás una traducción más correcta de esa sagacidad y astucia del administrador, podría ser “sapiente”, o sea “sabio” o “prudente”. Es, pues, una sabiduría que nace de un pensar atento y profundo, de la reflexión, de la oración, del estudio, del discernimiento y de la aplicación de la mente, de los afectos a algo que interesa grandemente.
¿No te interesa a ti el Evangelio y lo que Jesús te enseña en él? Está en juego tu verdadera vida humana y cristiana hasta la santidad y la evangelización. ¿Verdad que te importa y mucho? Hay que aprender a obrar con sabiduría y prudencia evangélicas, sin engañar a nadie y menos a Dios nuestro Padre,  para ser testigos vivos entre nuestras gentes y en nuestros ambientes. Hay que pedirlo al Señor… ¡Y seremos luz sobre el candelero! Pídelo con insistencia…
<>Y yo os digo: ‘Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas´. La afirmación de Jesús quiere ser rotunda y contundente: Y yo os digo… Dime, Señor lo que quieres…, tus Palabras me marcan la ruta… ´Pues eso: que ganéis amigos con el dinero de iniquidad´… ¿Cómo entender eso, Señor?...
¡Atento! Lo que Jesús quiere hacerte comprender es esto: que también la riqueza que Él llama de iniquidad o injusta, es decir, la de este mundo, si se utiliza para el bien y como don para hacer obras buenas y llenas de misericordia, para dar al que necesita, conduce a la salvación, y tendrás muchos amigos intercesores en el cielo. Exige desprendimiento y libertad interior, ¿te animas? Vale mucho la pena, aunque a veces no resulte fácil. Pero el Señor está de nuestra parte.
<> El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto, etc., etc.,… Jesús explica aquí, en este par de frases un poco reiterativas, que los bienes de este mundo no son malos en sí, sino que todo está en cómo se usan y para qué, o sea, hay que estimarlos por el valor que tienen. Jesús los llama “lo poco…”, porque realmente son “el poco” de nuestra vida, muy poco, pero estamos llamados a administrarlos con fidelidad y atención, porque son medios para entrar en comunión de amor y servicio a los hermanos, en definitiva, al mismo Jesús, saliendo al paso de sus necesidades y que ellos tengan lo que yo tengo, ¿por qué no? Y así también me pongan en comunión de amor con el Padre. ¿Que no puedes? ¿Que no sabes ?... ¡Por supuesto! Sin embargo, para Dios nada hay imposible… Con él se puede. Pídelo… Insiste…
<> Ningún siervo puede servir a dos señores… No podéis servir a Dios y al dinero. Es verdad. Y tenemos experiencia de ello. ¿O todavía no?
Jesús ofrece una enseñanza fundamental: hay un sólo y único fin en nuestra vida y es Dios, el Señor. Buscar y servir otra cualquier realidad significa convertirse en esclavos, atarse a engaños y morir ya desde ahora. ¿Quieres de verdad vivir? ¿Quieres ser auténticamente libre? Tu corazón no puede estar dividido, se te romperá. Te enfermarás. Y lo más importante: nunca serás libre ni podrás amar. ¡Qué pena! ¡Serías una marioneta, y esto no es lo tuyo! ¡Que no! ¡Que estás hecho para volar alto, muy alto!
En fin. A los discípulos de Jesús, a ti y a mí, el evangelio de hoy nos obliga a reflexionar seriamente sobre nuestra actitud para con el dinero y sobre la manera de administrarlo y repartirlo. ¿Contribuimos a crear deudores o bien a hacer amigos? La decisión es solo nuestra.
 
Vivir
 
He aquí cómo puedes alimentar la semana, repensando y madurando los temas de este Evangelio dominical, para así intentar irlos viviendo:
--Como todo cristiano, también yo soy “un administrador” del Señor. El es el Hombre rico de nuestra existencia, el Único que posee bienes y riquezas. Por ejemplo: San Pablo dice: “Cada uno se considere como ministro de Cristo y administrador de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se requiere en los administradores es que cada uno resulte fiel” (1 Cor 4, 1s) y san Pedro: “Cada uno viva según la gracia recibida, poniéndola al servicio de los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pt 4,10). Por tanto he de comprender que soy un administrador de los misterios y de la gracia de Dios, a través del instrumento pobre y muy frágil que es mi misma vida; en ella estoy llamado a ser fiel y bueno. ¿Qué es lo que rige mi pensamiento y, por consiguiente, mis elecciones, mis acciones de cada día y mis relaciones?
--Estas palabras de Jesús en una sociedad montada y organizada sobre el poder el dinero, resultan chocantes. ¿Por qué esta actitud tan tajante de Jesús?... Nosotros nos confesamos creyentes, pero ¿cuántos sacrificios nos imponemos para elevar nuestro nivel económico?, y ¿cuántos para vivir coherentemente nuestra fe? ¿Qué supeditamos a qué? ¿Somos tan creativos y sagaces para conseguir los bienes imperecederos como lo somos para los perecederos y caducos?
 
 
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