Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
       del día.
 
Inicio: Recoge tu cuerpo y tu espíritu…, en sereno silencio, hazte capacidad a la Presencia divina que te habita… Quiere unirte al Hijo, tu  Salvador y tu Salvación… Ven Espíritu santo… Ven…
 
Leer despacio el texto: Lc 13,22-30
 
En aquel tiempo, Jesús pasaba ciudades y aldeas enseñando. Y se encaminaba hacia Jerusalén. Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; pero él os dirá: "No sé quiénes sois." Entonces comenzaréis a decir. "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os dirá: "No sé de donde sois. Alejaos de mí, todos lo que obráis la iniquidad". allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, lsaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»  
 
Contemplar
 
El evangelista hace una nueva mención al camino. Señala así el comienzo de otra nueva etapa del camino, sería la tercera, subiendo a Jerusalén. Jesús sigue enseñando. Nos situamos ahí, queriendo aprender del Maestro, porque hoy, para nosotros, el camino es un proceso espíritual que hemos de recorrer en nuestra vida cristiana de discípulos-misioneros del Señor. Tanto más que, en esta etapa, la enseñanza versará sobre la salvación que trae Jesús, el Reino de Dios y sus exigencias. Tema decisivo si los hay. Y me pregunto: ¿pero interesa a al alguien la salvación eterna? ¿O es un tema ya superado? ¿Quién piensa en él, hoy? ¿Lo pienso yo? Piénsalo e interroga a Jesús… Esta es una oportunidad inmejorable.
 <>Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan? Ese uno puedes ser tú mismo en este momento, si es que el tema te importa. Si sigues a Jesús debe significar mucho para ti. Ya entre los judíos, y también entre los cristianos, siempre ha habido grupos interesados en saber si son pocos o muchos los que se salvan. Esa curiosidad del número poco importa. Y de hecho Jesús no responde a ella, porque la salvación no es una cuestión de matemáticas. ¿No será más importante tener claro lo que he de hacer para salvarme, consciente, muy consciente de que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen a la verdad” (1 Tm 2,4). El querer de Dios, su voluntad está clara. ¿Tengo yo claro cómo responder a esa voluntad? Contemplando a Jesús, piénsalo bien… En definitiva, siendo Dios el que salva y quiere salvar, -y a todos nos ha salvado en Cristo-, que suceda así o lo contrario, depende exclusivamente de uno mismo. Si uno quiere o no quiere…  Y no olvides: Jesús no responde directamente a la pregunta, porque quiere implicarte a ti personalmente en tu propia salvación, que empieza ya aquí… “El que te creó sin ti, no te salvará sin ti”, (san Agustín).
<>«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Esta es la repuesta directa de Jesús. Como ves, no es un número, sino cómo hacer para salvarse; es una exhortación incisiva al compromiso: esforzaos, dice; es una clara llamada a la responsabilidad personal: a un modo de ser y de hacer correcto y coherente con la fe en Jesús, con el Evangelio hecho y vida y testimonio. Requiere una conducta hecha de amor y de entrega a Jesús y a los demás. ¿Me siento decididamente implicado? ¿Estoy yo en camino de salvación? ¿En qué consiste mi esfuerzo?
<>La puerta estrecha indica no la alternativa difícil ante la que Dios nos pone para alcanzar la salvación; señala, por el contrario, que he de ser esforzado y valiente para afrontar el camino de la salvación, que a veces es duro, escabroso hasta las lágrimas, el sudor, la sangre ¡A veces es así! A causa de la carencia de esa valentía de fe, esperanza y amor a Dios y al prójimo, habrá quien quiera entrar y no podrá. Pues la salvación no es una lotería o un seguro, sino que es un don, gracia de Dios, ya dado en la cruz. Y de nuestra parte es corresponsabilidad para responder al llamado salvador de Dios, creyendo vivamente en Jesús muerto y resucitado. Todo ello con amor y libertad personal absolutos para cada uno. ¿Caigo en la cuenta de lo que eso supone para mí en mi vida cotidiana? Dios te pide corresponsabilidad para tu propia salvación. No la quiere al margen de ti. Te salvas, si quieres. Esto, ¿no te parece extraordinariamente grande, viendo cómo Dios te valora y te implica? La última palabra la tienes tú. ¿Qué te parece? Convérsalo con el Señor…
Y no olvides esto: “Para entender correctamente la invitación a «entrar por la puerta estrecha», hemos de recordar las palabras de Jesús que podemos leer en el evangelio de Juan: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí será salvo» (Juan 10,9). Entrar por la puerta estrecha es «seguir a Jesús»; aprender a vivir como él; tomar su cruz y confiar en el Padre que lo ha resucitado.
<>El pasar por la puerta estrecha, -dice san Cipriano, y su comentarista-, indica transformación: “¿Quién no desea ser transformado lo más pronto posible a imagen de Cristo?” La imagen de la puerta estrecha es símbolo de la obra de transformación que empeña al creyente en un lento y progresivo trabajo sobre sí mismo para irse haciendo siempre más una personalidad plasmada por el evangelio y más semejante a Jesús.
Precisamente el hombre que arriesga la perdición es aquel que no se propone ninguna meta y no se empeña en ninguna relación de reciprocidad con Dios, con los otros y con el mundo. ¡Este es un pobre hombre! ¿Soy yo de ellos? Muchas veces la tentación del hombre es proponerse entrar por otras puertas, aparentemente más fáciles y utilizables, como la del repliegue egoísta, no importarle la amistad con Dios y las relaciones con los demás. ¿Te empeñas en construir relaciones libres y maduras o estás replegado sobre ti mismo? ¡Mira que esto es decisivo! ¿Estás convencido de que la salvación se te regala mediante la dimensión relacional de comunión con Dios y con los otros? En Mateo 25,31-46 se no señala claramente (es como un test existencial) la puerta grande que introduce en el banquete del Reino de los cielos.
<>La parábola que después expone Jesús, no hace más que iluminar y por eso clarificar la respuesta precisa que ha dado antes a quien le pregunta, y hemos estado contemplando. De verdad de verdad: nadie puede considerarse un privilegiado. La salvación pertenece a todos y todos son llamados. La puerta para entrar puede permanecer cerrada para los que pretenden entrar con las maletas llenas de cosas personales inconsistentes, inútiles y que allí no sirven. ¿Sientes el deseo de pertenecer a aquella “multitud incontable que desde oriente a occidente se sentarán a la mesa del reino de Dios”?. Y si te ves el último (pequeño, sencillo, pecador, encorvado por el sufrimiento o la dificultad...), no desesperes si vives de amor y esperanza. Jesús ha sido claro al terminar la explicación: los últimos serán los primeros. ¡Es el momento de agradecer al Señor los dones de salvación que te ha regalado en tu vida y pone a tu disposición a través de la Madre Iglesia!
 
Vivir
 
--Mucho tienes para rumiar a lo largo de la semana sobre el tema que nuestro Maestro y Señor hoy nos clarifica: ¿La salvación? No es cosa de números. Sino de cómo vivo.
 
--También te puede ayudar la lectura y reflexión de autores modernos y antiguos. Por ejemplo:
 
“La salvación es una realidad posible para todos. Todo hombre puede conseguirla, pero a tal oferta por parte de Jesús es necesario una efectiva y personal repuesta por parte del hombre. En la enseñanza de Jesús no hay ningún uso de la amenaza para concientizar al hombre sobre la salvación, sino una invitación a ser plenamente conscientes de la oportunidad extraordinaria e irreversible del don de la misericordia y de la vida en relación y en el diálogo con Dios. ¿Hacia dónde y hacia qué cosa orientas tu vida? ¿Qué uso haces de tu libertad? ¿Sabes acoger la invitación de Dios a ser corresponsable de tu salvación o te abandonas a la dispersión-perdición?” (P. Hughe).
 
“Sabernos ya salvados debería  lanzarnos a buscar ante todo el Reino de Dios y su justicia; a aspirar a las cosas de arriba (Col 3,1); a entrar en comunión más auténtica con los otros. Nos salvaremos, si ya nos sentimos salvados y vivimos en consecuencia, no aduciendo falsas credenciales (ni siquiera la de los cumplimientos  religiosos). La vida cristiana es mucho más que un rito. Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos (1 Jn 3,14), (D. Montero, capuchino).
 
Es más. “Sabiéndonos salvados, debemos ser agentes de salvación. Sin engañarnos ni engañar… Hoy falta valor para hacer llamadas al sacrificio, porque en el fondo falta el convencimiento de que valga la pena sacrificarse por algo. La oferta a corto plazo y a bajo precio es la más abundante. Jesús no es de los que piensa así. Su oferta vale la pena. Es un producto de calidad, y exige comportamientos de calidad. Por eso no duda en decir: Esforzaos…” (Id).
 
--Otros antores antiguos y predicadores muy populares lo tenía muy claro, y el pueblo fiel que los escucha, también. E intentaban hacerlo vida. Por ejemplo:
 
“La ciencia más acabada / es que el hombre en gracia acabe. / Que al final de la jornada, / aquel que se salva, sabe; / y el que no, no sabe nada”.
 
O aquel verso español del siglo XVI, escrito por Fray Pedro de los Reyes, dice así:
“Yo ¿para que nací?, para salvarme, / ¿que tengo que morir? es infalible, / ¿dejar de ver a Dios y condenarme?, / triste cosa será, pero posible. / Posible, y río y canto y quiero holgarme, / posible, y tengo amor a lo visible. / ¿Que hago, en que me ocupo, en que me encanto?, / loco debo de ser, pues no soy santo.”
 
 
 
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