Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
      del día
 
Inicio: Ven, Espísitu Santo… y enciende el mí el Fuego de tu Amor…
 
Leer despacio el texto: Lc 12,49-53
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora, estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
 
Contemplar
 
Hay que acercarse mucho a Jesús en esa caminata que estamos haciendo con Él hacia Jerusalén porque sus palabras, éstas que acabamos de leer, se parecen mucho a una incitación a la violencia: son palabras fuertes, ardientes, queman… ¿Dónde está el Corazón manso y humilde de Jesús? ¿Qué me quieren decir estas palabras? Tengo que contemplarle despacio y más despacio todavía, escuchar y rumiar sus palabras… ¿Cómo salen de sus labios para mí?  Y sin miedo y con mucha confianza he de preguntarle a Jesús lo que quiere decir y decirme con esas palabras tan ardientes y dramáticas. (Hoy para muchos escandalosas. ¿Y para mí?). Hemos de hacerlo, partiendo de este convencimiento claro y contundente que brota de todo el Evangelio y de la persona de Jesús: los cristianos hemos entendido siempre a Jesús, y lo seguiremos haciendo, como forjador de paz y no rompedor de familias.
>>Leyendo despacio el texto contemplo ahora a Jesús, e intento percibir los sentimientos y las mociones y resonancias que esas palabras tienen en lo hondo de mi corazón: dentro, muy dentro de mí… 
>>He venido a prender fuego… Jesús habla de un deseo apasionado y vehemente que lleva dentro. El fuego que ha venido a prender Jesús, es el que arde como volcán abrasador en su Corazón: no es otro que la misma vida de Dios, el Espíritu Santo de amor… Es el que ha venido a volcar en cada corazón humano, en el mío hoy también, para que Dios-Amor viva ardientemente en mí… Y todo lo que vivo y hago sea como un derroche de amor que quema la escoria vieja del pecado y recree mi corazón con un nuevo amor que hace nuevas todas cosas. Ese Amor crea hijos de Dios y hermanos. ¡Acógelo! ¡No temas! En silencio déjate quemar por Él… Déjate imbuir de ese deseo apasionado y vehemente… ¡Lo necesitas! Y sólo te lo puede contagiar Él…
>>Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿De qué bautismos habla Jesús? El bautismo del agua y del Espíritu ya lo vivió en el rio Jordán. Sin duda se trata del bautismo de sangre, dada la angustia que sufre hasta que se cumpla. Se trata del bautismo de su Pasión y muerte, vivido en Getsemaní con  la angustia y sudor como gotas espesas de sangre y en el Calvario con la cruz, las burlas, la sed, la agonía y la muerte. Con ese bautismo, Jesús adquiere la vida nueva de resucitado y glorificado, para él y para nosotros.
En su seguimiento como discípulo-misionero, también yo, cada uno de nosotros sus seguidores, hemos sido bautizados con el agua, hemos sido unidos a Cristo y recibido su espíritu. Y, claro, también hemos  de ser bautizados por un bautismo de sangre, para ser con-resucitados y con-glorificados en Él. Es lo propio de los mártires. Los grandes testigos. Pero también es propio del cristiano, llamado a morir cada día un poco más “a su propio amor, querer e intereses” (San Ignacio). Eso se llama el martirio cotidiano. Es nuestra cruz, la cruz de cada día, que consiste en acoger y abrazar la vida tal como acontece. Hoy mismo…, ahora mismo… Aun* cuando a veces nos produzca angustia… Es una gran oportunidad para creer, esperar y amar. ¿Me lo creo? ¿Creo que la cruz cotidiana aporta un plus a mi vida, si la vivo con esperanza y amor? ¿Qué es un nuevo bautismo, el bautismo de sangre cotidiano, que me identifica a mi Señor y Maestro, y que va labrando la vida nueva, la vida divina en mí, que me va cristificando?... Así soy testigo veraz de Él.
>>¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora…
Con estas palabras, Jesús no hace otra cosa que expresar lo que acontece en la familia y en el ambiente de aquel que cree en Él y por Él se decide: se convierte. Al nuevo creyente, todos los suyos, todos sin excepción, le miran de otro modo, le rechazan, se dividen entre ellos y con él. “¡Éste es un loco…, ya no es de los nuestros!”. Le desprecian incluso…
Es el momento de una crisis terrible. La sola presencia de Jesús provoca una crisis, una división entre la gente, según la respuesta que le den a su persona… ¿Cuál es mi respuesta? ¿En qué estoy yo? ¿Con quién estoy yo?
No es que Jesús haya venido a traer la guerra y la división. No. Nunca. Jamás. Él es la paz y la unión-comunión entre Dios y los hombres y de éstos con Dios y entre ellos. La guerra y la división se las hacen a Él, a quienes creen en Él y a cuantos se comprometen a vivir conforme al Evangelio. Esto va contra corriente también hoy. ¿No te ocurre algo así, cuando intentas vivir el Evangelio? Los seguidores y discípulos de Jesús hemos de aprender que no hay salvación sin humillación, o sea, sin rechazo… Pero teniendo muy claro, que todo esto forma parte del plan  amoroso de Dios. ¡Nada, absolutamente nada, escapa a ese plan!
>>Me queda simplemente una cosa: rezar. Comprender estas duras palabras de Jesús, todavía es posible. Hacerlas propias, es más difícil… Imposible sin su gracia. Pido al Señor que me ayude a vivirlas, poco a poco y cada día algo más… Es imprescindible su gracia para ello… El mensaje de Jesús tiene palabras duras al oído y más todavía al corazón. Pero su contenido es bello y grande: hace mártires y santos cotidianos. Hace testigos incontables de Jesús… Pero necesito su gracia… La pido… Insisto humildemente en ella.
 
Vivir
 
--El fuego supone una vehemencia del sentimiento y un centro de vida porque donde hay luz, calor, fuerza, movimiento, hay vida. Y no vida que se acaba, sino vida que alimenta continuamente. ¿Arde en mí el fuego de la vida de Dios? He de preguntármelo a lo largo de toda esta semana.
 
--Pero, el fuego del cual nos habla Jesús, la división de la cual habla el Señor, es aquella que viene como consecuencia de un compromiso firme y real por el evangelio. Para ello, y es bueno recordarlo una vez más, es necesario un encuentro personal con Jesús. A veces ¿no os parece que decimos estar inmersos en la iglesia, ser cristianos pero… nos falta una experiencia profunda de fe?
 
--PASIÓN POR EL REINO ENAMORADO (De J. Leoz)
 
Tú te has acercado,
has soplado sobre los rescoldos
de mi corazón,
y luz, calor, fuego y vida
han surgido gratis
inundando todo mi ser.
Derribaré cuanto se interponga
entre nosotros:
mis miedos, mis apegos, mis trampas,
mis seguridades, mis murallas,
mis pecados, mis conciertos,
mi insensatez...
y hasta mis pensamientos sobre ti.
Te dejaré entrar
hasta las alcobas más íntimas.
No te retendré en el umbral.
Despojado de todo,
excepto de mi deseo por ti,
te esperaré despierto,
arado,
desnudo,
limpio,
enamorado... Sólo quiero la brisa de tu presencia y el abrazo de tu amor.                           
 
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